El peronismo, una fuerza atomizada
La ex presidenta argentina Mar¨ªa Estela Mart¨ªnez de Per¨®n, Isabel, como la llaman sus seguidores, fue liberada el lunes, tras m¨¢s de un lustro de permanecer privada de su libertad, acusada de malversar fondos p¨²blicos y de cometer otros delitos comunes durante su gesti¨®n de Gobierno. 633 d¨ªas., comprendidos entre el 29 de junio de 1964 y al 24 de marzo de 1976, en los que la Rep¨²blica Argentina fue gobernada por una mujer, la primera presidenta constitucional de Am¨¦rica, ex bailarina y alternadora de cabar¨¦, y esposa de Juan Domingo Per¨®n desde el 15 de noviembre de 1961 hasta la fecha del fallecimiento del l¨ªder m¨¢ximo del justicialismo, el 1 de julio de 1974.El peronismo, aunque muy atomizado en la actualidad, sigue siendo la principal fuerza pol¨ªtica argentina. Ahora, por primera vez desde sus or¨ªgenes, el masivo movimiento fundado por Per¨®n afronta la actualidad pol¨ªtica sin su l¨ªder vivo.
Periodistas, diplom¨¢ticos y el mismo hombre de la calle coinciden en que Isabel, aunque lo pretenda, no podr¨¢ desempe?ar desde Madrid, o desde Panam¨¢ -donde es posible que se radique despu¨¦s de vivir una temporada en Espa?a-, el mismo papel que desempe?¨® su esposo durante sus casi veinte a?os de exilio: el de aglutinador de una fuerza pol¨ªtica que a la larga volver¨¢ al poder.
Mar¨ªa Estela carece de carisma, de formaci¨®n y de popularidad para poder reeditar la aventura de Juan Per¨®n, opinan los analistas que siguen de cerca el proceso de deshielo pol¨ªtico que constituye la principal caracter¨ªstica de la segunda etapa del Gobierno militar, instaurado mediante un golpe de Estado el 24 de marzo de 1976, cuando las fuerzas armadas la desalojaron del poder.
Sobre los pr¨®ximos pasos de Isabel nada se sabe. En concreto, se especula, eso s¨ª, con la posibilidad de que se re¨²na en seguida con su inseparable Lopecito, Jos¨¦ L¨®pez Rega, el ex hombre fuerte del r¨¦gimen de Isabel Per¨®n, alter ego de la viuda del general -como se le denominaba por antonomasia a Per¨®n- y cerebro de la Alianza Anticomunista Argentina, o Triple A, un escuadr¨®n de la muerte de ultraderecha que asesin¨® a centenares de izquierdistas en los ¨²ltimos meses del Gobierno de Isabel.
Pese a haber sido inhabilitada para desarrollar actividades pol¨ªticas de por vida por la justicia argentina, muchos peronistas siguen reconociendo a Isabelita como presidenta del partido, lo que muy probablemente determine que ella pretenda adjudicarse el papel de Per¨®n en Puerta de Hierro, aunque su escasa o nula capacidad de direcci¨®n, su ignorancia pol¨ªtica -pese a lo que dicen algunos de que aprendi¨® mucho del viejo, es decir, de Per¨®n- y, sobre todo, su inestabilidad ps¨ªquica, no contribuir¨¢n precisamente a que pueda desempe?ar ese papel de una manera medianamente digna.
Camino dif¨ªcil
Haciendo abstracci¨®n de Isabel como f¨¢ctor incidente en el futuro del movimiento, lo cierto es que los que se adhieren a las banderas del justicialismo han transitado por un camino erizado de dificultades en los ¨²ltimos tiempos, y jalonado por lo que algunos describen como complejo de culpa social.Este estado es observado en herederos de la alta burgues¨ªa o de la realeza, que, en lugar de desempe?ar su papel continuista, rompen con,su estamento social violentamente y se adscriben a la sedici¨®n o a grupos revolucionarios que pretenden cambiar el orden social. El complejo de culpa social tambi¨¦n suele darse en los pueblos en forma colectiva. La depredaci¨®n que sobre la econom¨ªa alemana, hicieron los vencedores de la primera guerra mundial determin¨® que en la misma clase dirigente del Reino Unido y Francia se viera al nazismo como una reacci¨®n l¨®gica.
Lo mismo sucedi¨® con la clase dirigente argentina, que acept¨® como l¨®gicos ciertos desmanes populistas en respuesta a un estado de injusticia social anterior. La subversi¨®n tambi¨¦n trabaja sobre ciertas reacciones acumuladas sobre esa injusticia social, el nacionalismo xen¨®fobo y otras reacciones que se hacen ultras en un juego pendular.
Con el peronismo ocurri¨® en sus estratos m¨¢s genuinos -los ciudadanos no comprometidos directamente con ninguna funci¨®n partidaria o gremial- un fen¨®meno parecido: el sentimiento de culpa frente al desgobierno de Isabel fue tan grande que se observ¨®, en principio, una sensaci¨®n de alivio ante la intervenci¨®n de las fuerzas armadas, impensable en teor¨ªa si se admite que lo que estaba desmoron¨¢ndose era el Gobierno elegido por ellos.
En ese largo per¨ªodo de reflexi¨®n sobre los precipitados acontecimientos ocurridos en Argentina despu¨¦s del cordobazo -movimiento insurreccional popular producido en C¨®rdoba, la segunda ciudad del pa¨ªs, epicentro tradicional de inquietudes pol¨ªticas-, hasta marzo de 1976, los peronistas tomaron una actitud casi pasiva frente a la "correcci¨®n" de un estado de cosas al que en buena parte le hab¨ªan dado las bases.
Hasta 1979, ese estado de cosas se mantuvo casi sin cambios. Desde los ¨²ltimos meses de ese a?o en adelante se perciben de nuevo s¨ªntomas de un estado no febril, precisamente, pero s¨ª con d¨¦cimas de actividad, deseoso de participaci¨®n, cr¨ªtico del Gobierno militar.
As¨ª, ahora se advierte claramente que no existe en el peronismo una renovaci¨®n de cuadros dirigentes locales. Eso puede prolongarse por un tiempo ante la falta de una convocatoria firme y posible -provenga del Gobierno o de ,un sector pol¨ªtico-, o pueden agitarse las aguas mansas en zonas donde la situaci¨®n econ¨®mico-social, harto preocupante en la actualidad, da luglar a hechos conflictivos, como la reciente huelga de los mec¨¢nicos en defensa de sus puestos de trabajo y revindicando salarios dignos
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