Europa tratar¨¢ de convencer a Estados Unidos para que modifique su pol¨ªtica monetaria en la "cumbre" occidental
Los ?cinco grandes? europeos acuden a la cumbre de Ottawa (Canad¨¢), el pr¨®ximo d¨ªa 20, con muy pocas esperanzas de convencer a Ronald Reagan para que modifique su actual pol¨ªtica monetaria. Los comunitarios, que ni tan siquiera tienen una actitud uniforme frente a todos los problemas que provoca la supervaloraci¨®n del d¨®lar y el aumento en flecha de las tasas de inter¨¦s norteamericanas, regresar¨¢n a casa con las manos vac¨ªas y, en el mejor de los casos, con la impresi¨®n de que los responsables estadounidenses empiezan a tomar conciencia de los efectos desastrosos de su programa econ¨®mico en Europa.
Medios pr¨®ximos a la Comisi¨®n Europea confirmaron ayer esta impresi¨®n, despu¨¦s de que su presidente, Gaston Thorn, se entrevistara en la capital federal con el secretario de Estado norteamericano, Alexander Haig. Thorn expuso ante Haig los argumentos ya conocidos: la pol¨ªtica monetaria norteamericana es el principal elemento que impide el relanzamiento de la econom¨ªa europea, la revalorizaci¨®n del d¨®lar hace que resulten in¨²tiles las reducciones del precio del petr¨®leo acordadas por algunos pa¨ªses de la OPEP, es cierto que la CEE desea que disminuya la inflaci¨®n en Estados Unidos y que la econom¨ªa norteamericana marche lo mejor posible, pero no a cambio de ?descapitalizar? Europa, que ve c¨®mo sale el dinero hacia EE UU en busca de intereses insostenibles.Dif¨ªcilmente estos an¨¢lisis van a conmover a Reagan y a su equipo, que reprochan a Europa su incapacidad para ?apretarse el cintur¨®n?, y mantener un paro cada d¨ªa mayor a cambio de reducir la inflaci¨®n y de cortar los gastos sociales en los presupuestos nacionales. Los ocupantes de la Casa Blanca no parecen tampoco muy sensibles ante las explicaciones de Thorn, asegur¨¢ndoles que el mantenimiento del sistema d¨¦ seguridad social europeo es un elemento imprescindible para la estabilidad pol¨ªtica de sus principales aliados.
La ¨²nica amenaza que Washington puede estar m¨¢s dispuesto, a estudiar es la adelantada por Francia. El ministro de Asuntos Exteriores galo, Claude Cheysson, toc¨® un ?punto sensible? de la mentalidad norteamericana: si no existe la m¨¢s m¨ªnima ?solidaridad? de Estados Unidos con sus aliados a nivel econ¨®mico, Washington tendr¨¢ que soportar sin rechistar la ?debilidad? de la solidaridad europea en temas de defensa. Mitterrand deber¨¢ insistir en este punto en Ottawa, pero probablemente se encuentre s¨®lo en esta l¨ªnea de ataque. El canciller de la Rep¨²blica Federal de Alemania, Helmut Schmidt, aunque realiz¨® hace escasos d¨ªas una sorprendente declaraci¨®n en apoyo de la pol¨ªtica econ¨®mica francesa y contra la l¨ªnea ?brit¨¢nica?, no parece muy dispuesto a profundizar esta amenaza frente a Reagan.
Tampoco parece que vaya a existir un frente Par¨ªs-Bonn en cuanto concierne al di¨¢logo Norte-Sur. Ghaston Thom insisti¨® en sus conversaciones con Haig en la necesidad de apoyar el intento de reanudaci¨®n del di¨¢logo que tendr¨¢ lugar en M¨¦xico el pr¨®ximo oto?o, pero Haig, pese a que afirm¨® que era un tema de una importancia capital, tiene sus propias ideas sobre lo que significan las relaciones Norte-Sur, una idea de traducci¨®n pol¨ªtica inmediata. El presidente franc¨¦s deber¨¢ presentarse como el ?palad¨ªn? de esta iniciativa, sin contar m¨¢s que con un apoyo tibio de Schmidt.
Queda, posiblemente, un tercer capitulo en el que los europeos intentar¨¢n expresarse con una ?sola voz?: la exportaci¨®n de autom¨®viles y aparatos de televisi¨®n en color japoneses. Tokio ha logrado, con su acuerdo voluntario de limitar las ventas en Estados Unidos, que a la hora de sentarse en el banquillo de los acusados o defensores sea tan poderoso que el ?fiscal? no tendr¨¢ tampoco. muchas posibilidades de ¨¦xito.
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