El tic del pa?uelazo en San Sebasti¨¢n de los Reyes
El presidente de la corrida de San Schasti¨¢n de los Reyes ayer era un precipitado funcionario que padec¨ªa el tic del pa?uelazo. Cuando nadie se lo esperaba, pegaba un pa?uelazo y ca¨ªa una oreja de regalo. Otras veces. el pa?uelazo lo pegaba para que saliera el novillo siguiente. cuando el torero no hab¨ªa dado ni la rnitad de lit vuelta al ruedo. El palco era la risa.El reglamento ese que preparan y que dicen va a arreglar todos los males de la fiesta deber¨ªa indicar qu¨¦ multas se le deben imponer al presidente cuando infrinja lo reglamentado. Por ejemplo, habr¨ªa de responder ante un tribunal de sesudos varones de por qu¨¦ concede orejas que absolutamente nadie ha pedido, y sino sabe/no contesta, los sesudos varones abrir¨ªan una investigaci¨®n. ?Ay, si alguien tirara de la manta!
Plaza de San Sebasti¨¢n de los Reyes
25 de Agosto. Primera de feria. Cinco novillos de Pe?ajara, desiguales de presencia, manejables: cuarto, sobrero de S¨¢nchez Rico, con trap¨ªo, violento. El Bayas: oreja sin petici¨®n y silencio. Juan Mora: vuelta y aplausos y saludos. Pep¨ªn Jim¨¦nez: oreja sin petici¨®n en ambos novillos.
El balance orej¨ªstico del festejo de ayer podr¨ªa hacer pensar que all¨ª se vieron grandes cosas. Pues, no. se vieron peque?as cosas, excepto unos hondos muletazos de Juan Mora, quien en tandas cortas, llenas de enjundia, ligaba a la perfecci¨®n los redondos, o los naturales, y ¨¦stos con la trincherilla o el pase de pecho verdadero. Se le apreciaba a Juan Mora un agitanado sentido del toreo, lo cual es bueno cuando no se queda en la hojarasca de la apostura, sino que se adentra, como sucedi¨®, en la medular interpretaci¨®n de la suerte para hacerla profunda, cadenciosa y bella. S¨®lo sobraron los cites en uve, para ser perfecto.
El Bayas le hizo una faena pulcra al noble primer novillo, y en el cuarto, que era casi toro y le faltaba un puyazo. aguant¨® con valor las violentas y poco claras acometidas. Pep¨ªn Jim¨¦nez, que era base del cartel. decepcion¨® en cierta medida, pues en sus dos aborregados novillos, muy justitos de fuerza ambos, construy¨® otras tantas faenitas aseadas. sin ¨¢n,,el, y bastante ahurridas.
La Pamplona ebica que es San Sebasti¨¢n de los Reyes en fiestas tiene sus pe?as ruidosas, bien puestas de bo¨ªnilla y pa?uelico, y acompa?adas de charanga. Una es la pe?a La Alegr¨ªa, para alegr¨ªa del pueblo b¨¢sico principio del que daba fe en pancarta: otra, El Olivarr, que proclamaba su hermanamiento con San Sebasti¨¢n. etc¨¦tera. Bien por las pe?as. Pero la mejor era la pe?a El Chupete ?que saluda a la afici¨®n?, formada por peque?ines, vestidos de blanco, con boina roja. Estaban tan formales, apretujaditos en el tendido, sentados sin que les llebaran los pies al suelo, atent¨ªsimos a la lidia y animados tambi¨¦n pues coreaban las faenas y cantaban y bailaban entre toro y toro, al comp¨¢s del bombo que aporreaba un chaval¨ªn rubito. Algunas madres y varias se?oritas todas ellas orondas y lozanas que daba gloria verlas, cuidaban de las criaturas, por si a alguna le entraban ganas de alborotar o de hacer pis. Pero no hubo caso. Lo del pis -suponernos- les pasaba a los mayores, de la risa, cuando ve¨ªan al presidente pegar pa?uelazos, como si le hubieran dado cuerda.
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