Carboneras, un pueblo olvidado que estall¨® de repente
Nadie sabe muy bien c¨®mo fue posible que el pueblo entero se plantara ante las obras pidiendo la readmisi¨®n de cinco despedidos, ni c¨®mo no ocurri¨® algo irreparable cuando la Guardia Civil carg¨® contra la marcha de vecinos; qu¨¦ milagro evit¨® que los cinco heridos de diferente consideraci¨®n fueran el ¨²nico saldo del conjunto de golpes, carreras, disparos de botes de humo y pelotas de goma. Nadie sabe muy bien qui¨¦n hizo correr la consigna de huelga general en un pueblo seco y abandonado en la provincia de Almer¨ªa.
Nadie sabe muy bien c¨®mo Carboneras, unos 4.000 habitantes, cerr¨® comercios, escuelas, peque?os talleres y se ech¨® a la calle pidiendo que readmitieran a esos cinco despedidos, a esos "cinco zagales inmejorables", como dice Sebasti¨¢n Alonso Aguado, alcalde independiente del pueblo de Carboneras. Nadie sabr¨ªa explicarlo muy bien. Pero todo ocurri¨® en apenas 48 horas. El despido de cinco trabajadores de las obras que Deacar -Dragados y Construcciones, Entrecanales y T¨¢vora y Auxini- est¨¢ realizando para la central t¨¦rmica de la Empresa Nacional de Electricidad fue el chispazo, la gota de agua que hizo rebosar un vaso de muchos a?os de esperanzas frustradas, de emigraci¨®n y miseria.Carboneras, a sesenta y tantos kil¨®metros de Almer¨ªa, es un pueblo seco y polvoriento, rodeado de monta?as peladas, de dunas donde s¨®lo crecen matojos, de arroyos por los que las aguas hace tiempo dejaron de correr. Carboneras est¨¢ abierto al mar. "Es nuestra ¨²nica salida", dicen. "Si no fuera por la pesca...". Y la afirmaci¨®n resulta en principio sorprendente, porque no se ve ning¨²n barco, porque no se ve nada parecido a un puerto en las playas de arena del pueblo. "Aqu¨ª no hay barcos", aclaran. "Nos embarcamos con patrones que se tiran seis o siete meses faenando". Y el pueblo de Carboneras, sus habitantes, saben tambi¨¦n de estaciones con nombres extra?os, de trabajo fuera de Espa?a.
Sebasti¨¢n Alonso, para algunos un hombre de buena voluntad pero de escaso coraje, dice que "la gente siempre ha tenido que marcharse. Sobre todo a Alemania. Es que aqu¨ª no hay nada. No hay agricultura, no hab¨ªa industrias. Por no haber, no hay ni mal tiempo. No llueve nunca. Qu¨¦ se puede cultivar aqu¨ª...". Hay gente que trabaja en Pascual Hermanos, en los cultivos de tomates. All¨ª se cobra por d¨ªa trabajado. Tantos d¨ªas, tantos jornales.
Hasta que a mediados de los a?os setenta llega Hornos Ib¨¦ricos, "la f¨¢brica del cemento", y se inicia un t¨ªmido despegue industrial en el pueblo. Muchos emigrantes regresan con la esperanza de encontrar un puesto de trabajo. Las obras de construcci¨®n de la f¨¢brica dan unos a?os de respiro. Luego vendr¨ªa toda una historia de recomendaciones, de ruegos, de lucha desesperada por conseguir un puesto de trabajo estable en las nuevas instalaciones. Se habla de que Hornos Ib¨¦ricos prometi¨® construir un puerto pesquero como compensaci¨®n por las molestias que pueda ocasionar a la poblaci¨®n su actividad industrial.
Fuentes del Ayuntamiento desmienten que existiera un compromiso formal por parte de la empresa. "Lo m¨¢s que hubo fue la promesa de adelantar el canon municipal para disponer de fondos que pudieran destinarse a este fin". Pero, como dicen los vecinos, "el caso es que en el pueblo todos cre¨ªamos que el puerto se iba a construir". El puerto, sin embargo, no lleg¨® jam¨¢s. El caso es que la f¨¢brica de cemento comenz¨® a funcionar, su chimenea empez¨® a echar humo. Y luego lleg¨® la construcci¨®n de la t¨¦rmica. Se anunciaron nuevas chimeneas y la gente volvi¨® a creer en la posibilidad de salir de una situaci¨®n de paro, emigraci¨®n y miseria. "Porque", dice el alcalde, "donde hay chimeneas no hay paro". Y otra vez se produce la vuelta de los emigrantes, alentados por las cartas familiares, por la esperanza del puesto de trabajo junto a los suyos. Un consorcio de empresas -Deacar-, constituido por Dragados y Construcciones, Entrecanales y T¨¢vora y Auxim, acomete las obras. En el Ayuntamiento se empiezan a elaborar listas interminables de gente que se apunta para lo que sea. Es otra vez la escena de Bienvenido, m¨ªster Marshall, sin Pepe Isbert ni Lolita Sevilla, aunque s¨ª, tal vez, con un Manolo Mor¨¢n local que, aunque no ha estado en Chicago, jam¨¢s tiene el mismo optimismo.
A pesar de las listas, quedan muchos vecinos sin trabajo. "Unos setenta", calculan en el pueblo. Y se dice que est¨¢n cogiendo a gente de los alrededores. El Ayuntamiento promete interceder para que los puestos de trabajo sean para el pueblo, al parecer sin resultado. La gente sigue teniendo la sensaci¨®n de que se le est¨¢ enga?ando, de que hay tajo que pod¨ªa ser cubierto con parados de la localidad. En Deacar, sin embargo, dicen que se ha hecho lo posible en este sentido.
As¨ª las cosas, se produce el despido de cinco trabajadores de Carboneras. Los motivos del despido no est¨¢n claros. Mientras fuentes de los despedidos aseguran que se trata de una decisi¨®n arbitraria por parte de la empresa, fuentes empresariales insisten en que hab¨ªan amenazado y coaccionado a otros obreros para que no realizaran determinadas tareas. Seg¨²n los despedidos, ellos pidieron un aumento salarial y la supresi¨®n de las horas extraordinarias, "que son una injusticia habiendo tanto paro". Una votaci¨®n entre los trabajadores da como resultado la no realizaci¨®n de horas extraordinarias.
Sin embargo, cinco obreros reci¨¦n contratados se quedan un d¨ªa "echando horas, hablamos con ellos y, tras explicarles nuestras razones, deciden tambi¨¦n dejar el tajo". La empresa asegura, por el contrario, que hubo coacciones para que estos obreros dejaran su tarea.
A partir de ese momento se desencadena un movimiento que poco a poco va prendiendo en todo el pueblo. Los vecinos acuden a la entrada de la obra pidiendo la readmisi¨®n. Acude la Guardia Civil, que toma posiciones en la entrada. El ambiente comienza a caldearse. Un representante de CC OO parlamenta con la direcci¨®n de la empresa sin resultados. Cuando sale, anuncia "que la ¨²nica posibilidad queda en manos del pueblo".
Los vecinos deciden reunirse en la plaza del pueblo y estudiar qu¨¦ hacer. Comienza la marcha hacia la cercana localidad y, seg¨²n fuentes de los trabajadores, se produce sin previo aviso la carga de la Guardia Civil. Se oyen los disparos secos de las pelotas de goma, el humo de los botes llena la carretera, y hombres, mujeres y ni?os corren hacia las dunas entre el susto y el asombro. Los vecinos van llegando hasta el pueblo para encontr¨¢rselo tomado por la Guardia Civil. "Durante varias horas las calles estuvieron desiertas. Cuando se marcharon volvimos a salir. Surge la idea de realizar una huelga general. Al d¨ªa siguiente los comercios, los bancos, la escuela permanecen cerrados".
Mientras tanto, en un pueblo donde no existe representaci¨®n sindical, el alcalde se constituye en interlocutor ante la empresa. El alcalde, Sebasti¨¢n Alonso, recordar¨¢ siempre los momentos de tensi¨®n, las muchas horas dedicadas a buscar una salida al tema. Hay una reuni¨®n en Almer¨ªa con la mediaci¨®n de las autoridades y de miembros de UGT, la empresa pide una tregua de 48 horas de paz laboral.
El mi¨¦rcoles habr¨¢ una pr¨®xima reuni¨®n en la que tendr¨¢ que decidirse el tipo de medidas a adoptar. Mientras tanto, Carboneras espera. Las frustraciones de muchos a?os han hecho estallar la revuelta. Muchos dicen que esto puede haber sido s¨®lo el principio.
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