La nacionalizaci¨®n de la incultura
Ya que no las grandes fortunas, ni la gran medicina, ni la gran empresa, sabemos lo que va a nacionalizar el presidente Mitterrand: la cultura.Uno crey¨® s¨ªempre que. si hab¨ªa un bien mostrenco, en Francia, era la cultura, pero el ministro del gremio, el Malraux de Mitterrand, dice que los parisinos no van al Louvre ni a la Opera ni a la Biblioteca Nacional. ?Ad¨®nde rayos van los parisinos? A cumplir las profec¨ªas de Nostradamus (es el best-seller franc¨¦s), una por una, porque la manera segura de que se cumpla una profec¨ªa es cumplirla uno mismo. Esta espectacular nacionalizaci¨®n /socializaci¨®n de la cultura, que acaba de anunciarse, mediante una confesi¨®n previa de que los franceses son incultos, puede tener algo del lavado de monumentos que se sac¨® Malraux cuando de Gaulle, que todo Par¨ªs parec¨ªa de piedra p¨®mez. La piedra p¨®mez era la materia que se les hab¨ªa entregado a los ni?os/artistas para que hicieran sus relatos filmados o literarios, todo un estilismo de la inhibici¨®n que en Espa?a (c¨®mo andar¨ªan las cosas) resultaba engag¨¦ a tope. No es que Mitterrand vaya a inhibir el arte, la cultura y la cr¨ªtica, como hicieron aquel gendarme de la Historia y aquel intelectual de n¨®mina, pero la gran operaci¨®n cultural, la nacionalizaci¨®n de la cultura, viene, quiz¨¢, a aliviar/ocultar la imposibilidad de otras nacionalizaciones. Cuando un Estado afloja la corbata del librero o las ligas de la estrella, es que se propone apretar por otro lado. Uno est¨¢ viviendo en Par¨ªs un socialismo rodeado, un socialismo cartesiano que no quiere/puede pasarse en nada. Ya que el cartesianismo burs¨¢til les impide desmadrarse en casi todo, los socialistas van a desmadrar precisamente a Descartes, o sea la cultura.
Se lo dijo Schmidt, el alem¨¢n, a Mitterrand, cuando le felicit¨® por su victoria:
-Todo eso que va a hacer usted, ya lo hemos hechos nosotros mucho antes, en Alemania, y sin decir nada.
O sea, sin moralizar. Espa?a y Francia moralizan mucho en pol¨ªtica, y no tanto por herencia vaticanista como porque cuando no se pueden hacer las cosas, se consuela uno hablando de ellas. Cierto editor americano, queriendo sacar literatura popular, y no estando muy seguro de qu¨¦ cosa fuera eso, le daba los originales a la limpiadora, y ella le dec¨ªa lo que pod¨ªa vender medio mill¨®n de ejemplares. Me cuenta la an¨¦cdota Fran?ois Cibiel y pienso o veo que aqu¨ª en Par¨ªs pasa lo mismo: las preferencias de la gran limpiadora cultural que le pasaba la aspiradora a Giscard iban hacia Fran?ois Sagan, con sus camas hechas o deshechas, hasta que en Francia, tierra de asilo, ha triunfado el asilado Nostradamus, que es lo que se lee hoy entre las damas con lazo en la cintura (incoherente sobre el traje sastre) y entre los nietos del 68, que son sus propios abuelos, ya, y no se han enterado. Tengo escrito aqu¨ª que Par¨ªs no cree en la guerra. Para saber si viene o no viene la guerra, el personal este no cuenta SS-20 ni barquitos de Haig ni submarinos de Breznev, sino que lee a Nostradamus en prosa de quiosco, saca la computadora de bolsillo ibeeme, aprieta botones, tira la computadora al Sena, cuenta por los dedos y le sale que va a haber movida neutr¨®nica, porque Saturno ha entrado en Sagitario. Con tanto Gallup astrol¨®gico en contra es dif¨ªcil persuadir a los parisinos de que lean los ¨²ltimos Goncourt/Renadout, que encima son tautol¨®gicos, cacof¨®nicos, y redescubren caras viejas como fotos de carn¨¦.
Todos los periodistas y mass/ media me preguntan qu¨¦ pasa en Espa?a con la cultura despu¨¦s de Franco y si he aliviado ya mis represiones de siglos. O sea que he venido a Par¨ªs a enterarme de que ten¨ªa una represi¨®n de siglos, cultural y de la otra. En cuanto vuelva, se?or Cavero, me desmadro.
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