El aceite intoxicador, una historia repleta de contradicciones
En los primeros meses de 1980, Jorge Pich tuvo que reconocer para s¨ª mismo que estaba arruinado. Su negocio de productos qu¨ªmicos, emplazado en Prat de Llobregat (Barcelona), hab¨ªa atravesado graves problemas econ¨®micos y estaba pr¨¢cticamente en suspensi¨®n de pagos. Las reclamaciones de acreedores se amontonaban sobre la mesa.
Pich, un cincuent¨®n catal¨¢n de sienes plateadas, hab¨ªa llegado a la industria de productos qu¨ªmicos en los a?os cuarenta, por medio del padre de uno de los alumnos a los que daba clases particulares, despu¨¦s de haber abandonado la carrera eclesi¨¢stica. Antiguos amigos de aquella ¨¦poca recuerdan su preocupaci¨®n por abrirse camino en la vida civil, y la habilidad que demostr¨® siempre para descubrir usos in¨¦ditos a los productos que manejaba en su almac¨¦n. Seg¨²n un antiguo amigo, Pich no fue ajeno a la comercializaci¨®n de aceite de parafina entre los tostaderos de caf¨¦, que lo a?ad¨ªan al grano torrefacto, de superficie brillante, para aumentar peso. Los beneficios eran considerables en los a?os cincuenta, cuando el caf¨¦ era todav¨ªa un producto de lujo.Ahora, en 1980, cuando el negocio hab¨ªa dejado de serlo, Pich pens¨® que necesitaba otra buena idea para salir del aprieto. Una de sus primeras medidas consisti¨® en negociar con Juan Miguel Bengoechea, de la empresa Refiner¨ªa de Aceites de Pescado, SA (RAPSA), de San Sebasti¨¢n, a la que deb¨ªa m¨¢s de dos millones de pesetas, importe de diversas facturas de suministros que no hab¨ªa podido satisfacer. Para ir enjugando aquella deuda, el catal¨¢n ofreci¨® a la empresa donostiarra la posibilidad de presentarle clientes que necesitaran aceite de colza desnaturalizado, que ¨¦l mismo hab¨ªa estado importando hasta que la situaci¨®n econ¨®mica le impidi¨® afrontar operaciones de envergadura. Seg¨²n ha declarado el propio Pich, la comisi¨®n pactada ascend¨ªa a cuatro pesetas por kilo, muy superior a las cantidades que se consideran normales en el sector.
El primer cliente que surgi¨® de la asociaci¨®n se llamaba Enrique Salom¨®, pose¨ªa una empresa de productos qu¨ªmicos en Reus (Tarragona) y hab¨ªa hecho mucho dinero gracias a los grandes dep¨®sitos de que dispone y a su habilidad especulativa. Salom¨®, de acuerdo con los testimonios de quienes le conocen, tiene introducido hasta la m¨¦dula el sentido del comercio, que para ¨¦l consiste en una especie de operaci¨®n m¨¢gica, seg¨²n cuyos principios se compra a un precio y se vende a otro superior. Parte de este arte de prestidigitaci¨®n se basa en informaciones solventes y adelantadas a su conocimiento p¨²blico sobre mercados, cupos, aranceles, derechos compensatorios, derechos reguladores y todo el entramado del comercio proteccionista que subsiste en Espa?a, informaciones de las que Salom¨®, al parecer, dispon¨ªa en grado m¨¢s que suficiente.
El fraude comenz¨® en Catalu?a
Las primeras compras de aceite de colza desnaturalizado por Salom¨® se producen en noviembre de 1980. El d¨ªa 13 recibi¨® en sus cisternas la primera partida, de 20.820 kilogramos. Poco antes se hab¨ªa consumado otra operaci¨®n comercial entre dos aceiteros vecinos del tratante de productos qu¨ªmicos Ram¨®n Alabart y Jorge Sabater. El primero, responsable de la firma Alabart Hermanos, es el mayor accionista de la sociedad Algeasa. El segundo dirige la empresa Antonio Sabater Esteve y C¨ªa., que, seg¨²n su propio testimonio, hab¨ªa entrado en situaci¨®n cr¨ªtica en octubre de 1979. Como consecuencia de la dificultades econ¨®micas, Sabater se vio obligado a reducir su actividad, que limita al envasado y exportaci¨®n de aceites de oliva paralizando el resto de las instalaciones.
Para obtener dinero fresco, Sabater hab¨ªa negociado con Alabart y hab¨ªa conseguido cerrar un trato seg¨²n el cual el segundo tomaba en arriendo la refiner¨ªa de Sabater y sus trujales o dep¨®sitos, por un cantidad de 350.000 pesetas mensuales, y durante el per¨ªodo de un a?o, que se considerar¨ªa de prueba. El primer mes de vigencia del acuerdo es, precisamente, noviembre, coincidiendo con las primeras compras de colza desnaturalizado de Salom¨® a RAPSA, que durante los ¨²ltimos sesenta d¨ªas del a?o llegar¨ªan a totalizar m¨¢s de 75.000 kilos. Tanto los almacenes de Salom¨® como las instalaciones de Antonio Sabater Esteve y C¨ªa. se encuentran localizados en la carretera de Alcolea, una zona con abundante presencia de industrias aceiteras.
Al comenzar el a?o 1981, Salom¨® cuenta ya con aprovisionamiento f¨¢cil de aceite de colza desnaturalizado, y Alabart con una refiner¨ªa. Saben que es posible hacer dinero f¨¢cilmente, como ocurre con L¨ªpidos Ib¨¦ricos, una empresa de Barcelona a la que meses m¨¢s tarde se descubrir¨ªa implicada en operaciones de importaci¨®n fraudulenta de aceite de colza comestible, empleando licencias concedidas para otros productos. Aunque existen pruebas s¨®lo respecto a una operaci¨®n, con un monto de un mill¨®n de kilos introducido ilegalmente en Espa?a (v¨¦ase EL PA?S del 11 de octubre de 1981), se sabe que L¨ªpidos Ib¨¦ricos hab¨ªa acelerado durante el primer semestre del a?o su ritmo importador y se hab¨ªan despachado para esta firma, en el puerto de Barcelona, alrededor de quince millones de kilos de aceites y grasas, con licencias correspondientes a sebo industrial, palma, aceite ¨¢cido, nuez, linaza, pata de buey y ricino. Con una de estas licencias introdujo L¨ªpidos Ib¨¦ricos la partida de colza comestible conocida, operaci¨®n que bien pudo haber reproducido en ocasiones anteriores.
Seg¨²n expertos conocedores del mercado de las grasas comestibles en Espa?a, no es esta la ¨²nica operaci¨®n fraudulenta en gran escala que ha podido detectarse. Por la frontera portuguesa se importaron en los seis primeros meses del a?o once millones de kilos de aceite ¨¢cido de orujo, adquirido en Portugal a treinta pesetas y supuestamente destinado a usos industriales. Existe la certeza, no obstante, de que al menos la mayor parte de este aceite se emplea, esterificado y refinado, en mezclas que acaban en las cocinas de muchos hogares. Un r¨¢pido repaso por las firmas concesionarias de licencias de importaci¨®n de este aceite portugu¨¦s -o expresamente colocado en Portugal desde otros pa¨ªses para trasladarlo a Espa?a- permite descubrir que dos de las m¨¢s activas en este tr¨¢fico han sido Felipe Abascal e Industrias T¨¢rrega, comisionista al por mayor de aceites comestibles, el primero, y empresa refinera, la segunda, ambas implicadas en mayor o menor medida en el fraude de la colza comestible y relacionadas con el aceite de colza t¨®xico.
El mercado fraudulento y conocido del aceite se completa con un activo comercio de ole¨ªnas. Este producto se extrae de la pasta residual del refino de aceites. En ella se concentran, en parte, las sustancias que provocan el exceso de color, sabor y olor de la grasa cruda. Su destino legal es la fabricaci¨®n de jabones, pero es cosa sabida que el mercado de las ole¨ªnas se nutre de quienes las emplean para dar apariencia de oliva a mezclas de aceites de semillas y aceites fabricados mediante esterilizaci¨®n de sebos y grasas animales. Resulta significativo el hecho de que, seg¨²n las tablas de cotizaci¨®n de la revista especializada Oleo, desde que estall¨® el esc¨¢ndalo del aceite t¨®xico no se opera en el mercado con ole¨ªnas, porque no existen compradores, temerosos de verse implicados en las investigaciones provocadas por la colza. Tambi¨¦n han desaparecido las importaciones de aceite ¨¢cido de orujo, por id¨¦ntico motivo.
La irresistible ascensi¨®n de los Ferrero
En este mercado, con amplias bolsas de fraude bien conocidas por los profesionales del sector, hab¨ªan comenzado a introducirse en 1977 los hermanos Ram¨®n y El¨ªas Ferrero. El punto de arranque fue un modesto garaje situado en el n¨²mero 12 de la calle del Teniente Ochoa Olalla, una calle de piso irregular y aspecto suburbial, de Carabanchel (Madrid), a la espalda del can¨®dromo. All¨ª, los dos hermanos montaron su industria, a la que bautizaron Rael, tomando las dos primeras letras de cada uno de sus nombres propios.
Pronto descubrieron que, adem¨¢s de las amas de casa que acud¨ªan atra¨ªdas por el bajo precio, su actividad actuaba como un im¨¢n sobre individuos que se dedicaban a comprar cualquier aceite a granel y a revenderlo de puerta en puerta. Esta relaci¨®n con los ambulantes o garrafistas acab¨® convirti¨¦ndose en el eje principal del negocio, que los dos hermanos decidieron desarrollar hasta el l¨ªmite de sus posibilidades.
Ram¨®n y El¨ªas Ferrero consiguieron un r¨¢pido progreso. Creyeron haber dado con el secreto taumat¨²rgico que, seg¨²n intu¨ªan, hab¨ªa hecho tantos millonarios. Gracias a una interminable serie de mezclas y combinaciones consegu¨ªan un producto cada vez m¨¢s barato, cuya naturaleza est¨¢ relacionada en mayor medida con la alquimia que con el olivo. En 1979 se decidieron a dar el salto; desde el exiguo garaje de Carabanchel hasta una moderna nave del pol¨ªgono industrial Urtinsa, de la vecina localidad de Alcorc¨®n.
Los beneficios de la anterior etapa, puramente artesanal, debieron ser magn¨ªficos, porque en Alcorc¨®n, adem¨¢s de adquirir la nave que les servir¨ªa de cuartel general y laboratorio, los Ferrero instalaron maquinaria destinada a fabricar garrafas de pl¨¢stico de cinco litros, con tap¨®n rojo. Caminaban hacia el negocio integrado. Ellos facilitaban todas las piezas y los vendedores ambulantes ten¨ªan que distribuir el producto.
El traslado desde el viejo y oscuro almac¨¦n de Carabanchel a la nueva sede social se efectu¨® en agosto de 1979. En marzo se hab¨ªa constituido la sociedad an¨®nima Raelca, cuyas dos ¨²ltimas letras proceden del nombre del nuevo socio incorporado, C¨¢ndido Hern¨¢ndez Gal¨¢n, casado con una hermana de la esposa de El¨ªas Ferrero. El capital social era de 2.100.000 pesetas, en acciones de mil, que se distribuyeron en partes iguales entre los tres participantes.
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El alma comercial de la empresa, siempre y de modo especial en su nueva andadura, fue Ram¨®n Ferrero. El hac¨ªa los contactos, buscaba proveedores, dirig¨ªa las relaciones p¨²blicas. Su hermano El¨ªas y C¨¢ndido se dedicaban a labores m¨¢s pedestres, conduciendo furgonetas o vigilando el trabajo de la media docena de operarios, a los que retribu¨ªan con el salario m¨ªnimo establecido.
Desde su flamante base de operaciones, Ferrero logr¨® atraer una tupida red de vendedores ambulantes y garrafistas. Trabajo sencillo y beneficio asegurado, en los tiempos de crisis que atraviesa el pa¨ªs; para efectuarlo bastaba disponer de alg¨²n dinero, a fin de pagar el aceite en Alcorc¨®n al contado, y un autom¨®vil, una furgoneta o un carromato. Los ambulantes, muchos de ellos trabajadores en paro, sab¨ªan bien donde acudir para encontrar clientes. Les bastaba dirigirse a su medio social, hacia aquellas familias para las que, como ocurr¨ªa en su propio caso, cada duro cuenta y cada peseta tiene importancia. Atra¨ªdos los unos por el ¨¦xito de los otros, y ¨¦stos por el de los anteriores, la tela de ara?a de distribuci¨®n del aceite Raelca se va extendiendo desde los alrededores de Madrid hacia la carretera de La Coru?a, donde sus tent¨¢culos se ramifican a pueblos y comarcas enteras, por lo general las m¨¢s deprimidas econ¨®micamente.
Un fil¨®n de precios bajos
Los Ferrero identifican su ¨¦xito con el aumento de su propio protagonismo. Est¨¢n decididos a dejar atr¨¢s el papel de oscuros mezcladores en peque?a escala con el que iniciaron su carrera. Se anuncian en la revista Oleo y en las p¨¢ginas amarillas de la gu¨ªa telef¨®nica como ?almac¨¦n de aceite, aceitunas y envasados? y ?f¨¢brica de pl¨¢stico para aceites y aceitunas?, regatean con insistencia cada c¨¦ntimo a los comisionistas y a los camioneros seg¨²n recuerdan ¨¦stos m¨¢s tarde, y despliegan una intensa actividad investigadora, siempre en busca de un fil¨®n de precios m¨¢s bajos. Les sonr¨ªe la fortuna, puesto que entre sus proveedores habituales u ocasionales se contaban L¨ªpidos Ib¨¦ricos, la importadora clandestina de colza comestible, y, Salvador Alamar y Felipe Abascal, distribuidores de este aceite. Al comenzar 1981, por tanto, Raelca dispone ya de contactos con la zona m¨¢s dudosa del circuito de comercializaci¨®n de aceites al por mayor.
No les parece,bastante. La actividad de Ram¨®n Ferrero, seg¨²n ¨¦l mismo ha confesado, es una puja continua, una subasta a la baja practicada sin descanso. A finales del pasado a?o se siente interesado por una oferta procedente de Catalu?a,Seg¨²n ¨¦l, le llama Jaime Bonafont, comisionista de aceites, y le ofrece colza, quedando en mandarle una muestra. Poco despu¨¦s recibe otra llamada telef¨®nica de Ram¨®n Alabart, que le propone el mismo aceite y le promete tambi¨¦n una muestra. La comparaci¨®n de los dos botellines, el remitido por Alabart y el que envi¨® Bonafont, result¨® sorprendente, porque, seg¨²n Ferrero, eran id¨¦nticos el continente y el contenido: aceite de colza refinado. El responsable de Raelca se decidi¨® por la oferta de Alabart, que, le resultaba cincuenta c¨¦ntimos m¨¢s barata. Asegura que pag¨® a 96 pesetas por kilo. Durante el mes de febrero de 1981 recibi¨® en Alcorc¨®n ocho cisternas, conteniendo 190.000 kilos de aceite de colza refinado y mezclado con otras semillas.
La versi¨®n de Jaime Bonafont difiere de la que facilita Ferrero, en el origen de la relaci¨®n que se estableci¨® entre ambos. El comisionista catal¨¢n, que vend¨ªa aceite de c¨®lza desnaturalizado por cuenta de Jorge Pich, asegura que no fue ¨¦l quien llam¨® a Ferrero, a quien no conoc¨ªa, sino que este ¨²ltimo se puso en contacto telef¨®nico con Barcelona para pedirle expresamente aceite de colza.
Bonafont sostiene, asimismo, nunca lleg¨® a cerrar ninguna operaci¨®n con Ferrero, a pesar de que este insisti¨® en varias ocasiones. Recibi¨® la muestra del aceite de colza -seg¨²n Ferrero, refinado- de Jorge Pich, para quien trabajaba como comisionista, e inform¨® a ¨¦ste de sus conversaciones con Ferrero. De acuerdo con las palabras del representante de comercio catal¨¢n, no se pudo cerrar la operaci¨®n porque el de Alcorc¨®n quer¨ªa adquirir cantidades enormes, de cuatrocientas o quinientas toneladas mensuales.
Lo que cuenta Ferrero es distinto, aunque resulta confuso y embrollado. Mantiene que, despu¨¦s de haber adquirido 190 toneladas a Alabart, recibi¨® una nueva llamada de Bonafont, quien le ofreci¨® una peque?a rebaja argumentando que ?podemos abaratar el precio porque ahorramos un intermediario en el refino?. Esa rebaja era de una peseta sobre el precio de Alabart, pero a Ferrero le pareci¨® poco y pidi¨® un precio m¨¢s reducido. Cuando cierra el trato con Bonafont, seg¨²n ¨¦l, se han puesto de acuerdo en que el almacenista de Madrid pagar¨¢ el kilo a 84 pesetas, sin transporte.
La diferencia entre la primera oferta y el precio ajustado finalmente, nueve pesetas por kilo como m¨ªnimo, indica que Ferrero y Bonafont hab¨ªan pasado a hablar de un aceite a otro. O bien Pich y Bonafont trataban de colocar en el mercado el aceite de colza refinado desnaturalizado, con una comisi¨®n superior al 10% de su precio, lo que hac¨ªa imposible su venta, o bien Bonafont ofrec¨ªa inicialmente a Ferrero aceite de Salom¨®, adquirido por ¨¦ste a RAPSA y refinado luego fraudulentamente. Como el almacenista de Alcorc¨®n no pensaba m¨¢s que en reducir los precios, la ¨²ltima oferta, la que Ferrero, acepto, era ya de aceite refinado desnaturalizado, tal y como lo importaba la firma de San Sebasti¨¢n.
Cuando los hermanos Ferrero mandaron un cami¨®n de la empresa de transportes Marino L¨®pez a beber en las cisternas de RAPSA, en San Sebasti¨¢n, creyeron haber encontrado lo que tan ansiosamente hab¨ªan estado buscando, aceite ya refinado a 84 pesetas (dote o catorce por debajo de la colza comestible clandestina). Sin embargo, a¨²n les quedaban algunos problemas por resolver.
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