Woody Shaw, convincente, no genial
El fin de semana pasado estuvo tocando en Madrid Woody Shaw. Como tantas veces el Colegio Mayor San Juan Evangelista acoge en su reducto-teatro inopinadas figuras sin las cuales el jazz madrile?o ser¨ªa poco m¨¢s que unas copas o un buceo en los vinilos. Y tambi¨¦n como siempre hubo un p¨²blico guapamente abierto, de modales poco religiosos y sonrientemente relajado M¨¢s o menos.Cuando las luces se apagaron y un retraso apenas rese?able se agot¨®, apareci¨® el grupo en escena. Buen aspecto. Hab¨ªa uno que parec¨ªa chino, con su barbita, su gorro y su coleta. Luego resulta que ha nacido en Omaha hace 32 a?os y que ha tocado con Roland Kirk, Van Morrison, Paul Simon, Ray Charles, Thad Jones-Mel Lewis ... y se llama Steve Turre. Que se apoderaba de la maracas y creaba una escena In descriptible, pero cuando soplaba el tromb¨®n lo mismo es suave que r¨¢pido y encendido, aunque l¨¢stima, el sonido se le rompe de cuando en cuando y no es bonito.
Pero es que, mientras y por detr¨¢s, un tipo enjuto y con carita de pobre hombre, m¨¢s aceituna do que negro, suelta un solo d bajo con arco que aquello m¨¢s que bajo parec¨ªa una viola y el hombre lo hac¨ªa, all¨ª, tranquilo, con su carita. Era Stafford James y su carrera abulta mucho m¨¢s que su misma persona. Tiene 36 a?os y es una gloria que incluso hace a?orar menos a Clint Houston, anterior bajista de Shaw. A piano no se le ve¨ªa oculto tras lo altavoces, pero se le present¨® como Mulgrew Miller, o lo que es igual, un joven de evidente futuro pero de presente algo soso, aunque buen r¨ªtmico y acompa?ante. En realidad, todo el grupo parec¨ªa bien ensayado y rodado e incluso el tambi¨¦n joven bater¨ªa Rony Reedus le pegaba a sus cuatro cacharros con gusto.
Ya puestos, digamos que todo estaba bien, pero hay algo que falla. A partir del be-bop y de la liberaci¨®n que supuso, los grupos (que no big-bands ya) que pululaban por todas partes, hac¨ªan uso de libertad enroll¨¢ndose en todas y cada una de las canciones, extray¨¦ndoles sus ¨²ltimos y m¨¢s improvisados entresijos. Y eso todos los instrumentos porque ?todos son solistas! De esto hace unos cuarenta a?os. Cuarenta a?os de solos en cualquier tema hacen que esto dure veinte, quince o doce minutos, con lo cual se compone y se arregla menos. As¨ª, unos se?ores que est¨¢n de gira deben tratar de estar inspirad¨ªsimos todas las noches o de repetirse casi todas. Hace falta mucho ¨¢ngel para que cinco m¨²sicos puedan crear algo inmediato, puro, vivo. Esta forma de hacer jazz no es, desde luego, la ¨²nica y puede no ser la mejor cuando, como el otro d¨ªa, m¨¢s que disfrutar se esperaba el solo de Woody Shaw por ver si era m¨¢s inspirado.
Que lo fue, claro. Comenz¨® como en San Sebasti¨¢n, muy suave, casi Davis, para luego ir forzando hasta bordear el chorreo de notas de Gillespie, pero m¨¢s controlado. En realidad Shaw lo hace muy bien, es muy ¨¢gil y es m¨²sico. S¨®lo que no produce esa sensaci¨®n de estar escuchando un sonido maduro y consciente como el de Freddie Hubbarn, ni tampoco la emoci¨®n que provoca la intensa creatividad que hace nacer Wynton Marsalis. Woody Shaw est¨¢ a caballo entre los dos y la mucha m¨²sica que hizo no fue sobresaliente. Merec¨ªa el aplauso, no ese murmullo galopante y creciente que producen las genialidades. Estuvo bien y fue muy bonito. ?Todo? No. Una insistente chicharra el¨¦ctrica tambi¨¦n trat¨® de amenizar la sesi¨®n. Y lo hizo.
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