La Academia consolida su sentido conservador
Parece que hay un desajuste en el calendario de la Real Academia. Jos¨¦ L¨®pez Rubio, elegido anteayer, es un buen acad¨¦mico; lo hubiera sido mejor veinte a?os atr¨¢s, y esos veinte a?os se han perdido ya para las aportaciones que hubiera podido hacer al lenguaje y a su movilidad y su adaptaci¨®n a lo real, que parece ser el motivo de que exista una Academia de la Lengua. Es -creo- la primera vez que alguien con alguna solvencia en el cine entra en la Casa: con siete a?os de experiencia en Hollywood y pel¨ªculas dirigidas en Espa?a. Francia dud¨® antes de llevar a su Academia a un hombre de cine: lo hizo con Ren¨¦ Clair, en 1960. Las academias son conservadoras," y la Espa?ola sigue el ejemplo de la francesa.
Me lo dijo hace muchos a?os el que fue secretario, Francisco Rodriguez Mar¨ªn, cuando hablamos del veto a la mujer: "Hasta que no ingrese una en la Academia Francesa, la Espa?ola no dar¨¢ ese paso". Y as¨ª fue, en efecto. Entre tanto se hab¨ªa dejado perder mujeres tan acad¨¦micas como Concha Espina o Blanca de los R¨ªos (m¨¢s atr¨¢s, Emilia Pardo Baz¨¢n).Pero Jos¨¦ L¨®pez Rubio no es estrictamente un hombre de cine, aunque prometa ya su defensa de un vocabulario olvidado o simplemente tomado del ingl¨¦s y el franc¨¦s. Es caracter¨ªstico de una ¨¦poca de teatro. Para emprender la importancia que tuvo L¨®pez Rubio en los a?os de la posguerra -aunque ¨¦l ven¨ªa de antes- hay que recordar que entonces, fuera de los teatros nacionales, el teatro era espantoso. Rodeados de folkl¨®ricas, de zarzuelas y revistas ramplonas, de un teatro de carpinter¨ªa, con chistes baratos o melodramas indignos, unos cuantos autores de otra l¨ªnea trataban de salir adelante y de renovar: Jardiel, Tono y Mihura, Edgar Neville, L¨®pez Rubio, Ruiz Iriarte...
Irritaci¨®n
De L¨®pez Rubio, las cr¨ªticas y el comentario general exaltaban su lenguaje, sus di¨¢logos, su ajuste verbal a las situaciones: no sobra, por tanto, en la Academia. A la que puede llevar tambi¨¦n una enorme erudici¨®n teatral: su biblioteca fue famosa, y si hoy no lo es, es porque L¨®pez Rubio ladon¨® al Estado, y ha quedado naturalmente sumergida: est¨¢ encajonada y muerta, por ahora.
La irritaci¨®n que puede sentirse por el ingreso de L¨®pez Rubio a la Academia es la de que se haya esperado a que llegase al borde de los ochenta a?os de edad para ello. Acompa?ada con un rechazo, por ahora, a un gran autor y hombre de lenguaje de hoy, a Francisco Nieva, que al parecer tiene tiempo por delante. En todo esto se ve el desajuste con el calendario. Nieva ha tra¨ªdo varios lenguajes al teatro espa?ol. Uno de ellos es el que m¨¢s interesa a la Academia: el del idioma castellano. La riqueza de su vocabulario es probablemente la m¨¢s amplia que haya tenido un autor espa?ol y precisamente por una raz¨®n: porque los autores anteriores (cultos o meramente comerciales) cre¨ªan que el vocabulario deb¨ªa ser reducido, corto, para que fuera m¨¢s comprensible por la mayor¨ªa a la que aspiraban. Nieva rompi¨® ese tab¨²; crey¨® que las mayor¨ªas disponen de una amplitud de entendimiento mayor y, si no, lo tienen, hay que ampli¨¢rselo desde la literatura. Y ha escrito siempre abriendo el arco del lenguaje, recuperando a veces arcaismos y coloc¨¢ndolos junto a palabras de nueva invenci¨®n, todo ello con una flexibilidad y una capacidad expresiva extraordinarias.
Otros lenguajes que ha aportado Nieva pueden -y quiz¨¢ no sea justo- escapar a la tabla de medidas de la Academia: el de una dramaturgia propia, el de un sentido de los personajes y sus situaciones: un mundo sonoro, escenogr¨¢fico, pl¨¢stico, que se viene definiendo como teatro total. Esperar a que Nieva sea octogenario y representante ya de una ¨¦poca pasada para que forme parte de la Academia parece un disparate. Sobre todo si se tiene en cuenta cu¨¢l es, o cu¨¢l puede ser, la utilidad de la Academia: no la simple colocaci¨®n de laureles de gloria sobre cabezas-ancianas, no un sistema de premios y recompensas, sino un trabajo real; menguado por unos presupuestos irrisorios y una pobreza creciente -se derrochan millones en otros aspectos de una supuesta cultura, pero se ahorran en la Academia-, un trabajo de fijaci¨®n, limpieza y esplendor de un lenguaje desdichadamente atacado por muchos sectores y devaluado muchas veces por las personas mismas que viven de ¨¦l y por ¨¦l.
Hay que agradecer a los acad¨¦micos de hoy que hayan reparado el yerro de sus antecesores que dejaron fuera a L¨®pez Rubio cuando abr¨ªan otras puertas. Es un buen acad¨¦mico, es un buen representante del cine y del teatro en la Real Academia. Pero hay que reprochar a la instituci¨®n -y ya se sabe que las instituciones, muchas veces, dictan costumbres y formas por encima de los hombres que las integran, que no pueden sobreponerse a tradiciones o vicios-, que se vaya convirtiendo en una, asamblea senatorial -o senecta-, que tenga tanto miedo a lo vital, a lo nuevo; que vaya siempre un poco por detr¨¢s de su funci¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.