Las nacionalizaciones francesas condicionadas a sus resultados pr¨¢cticos
La aplicaci¨®n de la ley de las nacionalizaciones, desde que el pasado mi¨¦rcoles el Gobierno mitterrandista nombr¨® los dirigentes de los grupos industriales y de los bancos, representa el primero y aut¨¦ntico acto de ruptura del poder encabezado por el presidente Fran?ois Mitterrand respecto a la esencia de la pol¨ªtica econ¨®mica y social seguida durante la V Rep¨²blica. Las nuevas estrategias industrial y bancaria, corolario de las nacionalizaciones, han entrado en los hechos. La mayor¨ªa de los franceses aprecia en principio la extensi¨®n del sector p¨²blico, pero en lo sucesivo juzgar¨¢ al poder no por sus buenas intenciones, sino por los resultados.
El Consejo de Ministros del pasado mi¨¦rcoles, que puso en marcha las nacionalizaciones, fue hist¨®rico para el mundo socialista que gobierna Francia. El que m¨¢s y el que menos pronunci¨® una frase a la altura de las circunstancias. Mitterrand, rechazando el burocratismo y evocando la eficacia y competitividad que deben regir la gesti¨®n del sector nacionalizado, dijo: "Las empresas industriales y las bancas (nacionalizadas) no deben ser un ap¨¦ndice de la Administraci¨®n. Su autonom¨ªa de decisi¨®n y de acci¨®n debe ser total. Y esto yo lo vigilar¨¦ personalmente".Su consejero especial, experto en econom¨ªa y en imaginaci¨®n total, Jacques Attali, al comentar la audaz experiencia que constituyen las nacionalizaciones, afirma, sin lugar a dudas, que son la viga maestra del mitterrandismo, que, a su vez, "va a inventar la primera democracia del siglo XXV. El secretario de Estado, Jean le Garrec, encargado precisamente de realizar las nacionalizaciones, al final del Consejo de Ministros precitado sentenci¨®: "Ahora estamos condenados a triunfar".
En efecto, los socialistas franceses, empezando por Mitterrand, desde que se convirti¨® al socialismo, hace dos lustros, practican como dogma de fe que la detenci¨®n de un poder econ¨®mico decisivo por parte del Estado es el alfa y el omega de toda reforma de una sociedad. Las reticencias suscitadas en todo el mundo industrializado, en los medios econ¨®micos particularmente, as¨ª como la monumental ofensiva desencadenada por la oposici¨®n pol¨ªtica y por todos los actores econ¨®micos franceses desde el pasado mes de mayo, no han modificado la esencia de la doctrina mitterrandista. Y, nueve meses despu¨¦s, el Gobierno se ha salido con la suya.
Desde hace cinco d¨ªas el abrumador poder pol¨ªtico conseguido por Mitterrand el verano pasado, en las elecciones presidenciales y legislativas, acaba de complementarse en la pr¨¢ctica con un poder econ¨®mico sin paralelo en todo Occidente: cinco grupos industriales y el 92% de la banca. En t¨¦rminos reales, esto quiere decir: el 20% de los empleados de la industria, tina tercera parte de la cifra de negocios industrial, m¨¢s de las tres cuartas partes del cr¨¦dito y de los dep¨®sitos bancarios, pasan a manos del Estado, que controla con ello el coraz¨®n del aparato industrial y financiero del pa¨ªs.
Una nueva etapa hist¨®rica
Pero, una vez concluida victoriosamente la batalla pol¨ªtica de las nacionalizaciones, el Gobierno socialista inicia una verdadera etapa, real e hist¨®rica. En efecto, todas las dem¨¢s reformas del mitterrandismo (descentralizaci¨®n, supresi¨®n de la pena de muerte, fiscalidad, etc¨¦tera) pod¨ªan haberlas realizado los poderes conservadores, gaullistas o giscardianos, sin trastrocar en su esencia la sociedad francesa; pero no las nacionalizaciones, y menos a¨²n la del cr¨¦dito. No en vano, el mi¨¦rcoles ¨²ltimo, tras el nombramiento de los reponsables de las nuevas empresas p¨²blicas, un portavoz del palacio presidencial comentaba la pol¨ªtica gubernamental y dec¨ªa de los nuevos dirigentes de las empresas nacionalizadas: "Ellos contar¨¢n m¨¢s a¨²n que los ministros para el ¨¦xito de nuestra experiencia".La experiencia es de envergadura. Mitterrand, con las nacionalizaciones, apuntaba a dos objetivos: en primer lugar, convertir al sector p¨²blico en el motor del crecimiento, base a su vez de la pol¨ªtica de empleo, compitiendo con los pa¨ªses industrializados m¨¢s avanzados, y en segundo lugar, hacer de las empresas nacionalizadas los laboratorios sociales que mejoren realmente, cuantitativa y cualitativamente, la vida de los empleados.
Para ello, desde el mi¨¦rcoles ¨²ltimo fueron definidas las nuevas estrategias industrial y bancaria. La industria se funda en un principio: elaborar pol¨ªticas a partir de sectores y no de productos, como ha venido ocurriendo anteriormente. Esto quiere decir que los nuevos responsables industriales consideran que ning¨²n ramo de la producci¨®n est¨¢ condenado, sino que son las m¨¢quinas o los productos los que han envejecido. La inversi¨®n y la reconquista del mercado interior (Francia importa muebles, por ejemplo, y dispone de la materia prima y de los medios para fabricarlos) son los otros dos puntos de referencia de la nueva estrategia industrial conducida por el sector p¨²blico.
La reforma bancaria est¨¢ ya en marcha. Los dirigentes actuales no quisieran matar la gallina de los huevos de oro que ha sido la banca privada de este pa¨ªs, pero, al mismo tiempo, desean invertir las prioridades: antes, las inversiones se dirig¨ªan, en primer lugar y sobre todo, hacia las actividades lucrativas; en lo sucesivo, los aventajados con el cr¨¦dito ser¨¢n la investigaci¨®n, los creadores y el mercado extranjero.
Todos estos principios son absurdos y fatales para Francia cuando los analiza la oposici¨®n pol¨ªtica.
El mundo del sector privado los sufre, pero no cree que exista un t¨¦rmino medio entre la econom¨ªa de mercado y el dirigismo estatal. La finanza internacional se dice esc¨¦ptica.
Refiri¨¦ndose a los nuevos poderes de los trabajadores en estas empresas, un observador pr¨®ximo al mitterrandismo pregunta: "Ahora que el Estado es socialista, ?c¨®mo se va a organizar la lucha de clases en el sector p¨²blico?".
Los responsables oficiales dicen no ignorar todos estos escollos, pero tampoco ocultan que con las nacionalizaciones gozan como un chiquillo con zapatos nuevos. Los hechos dir¨¢n.
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