La cultura de los ojos cerrados
La radio ha protagonizado a lo largo de su historia distintas ¨¦pocas esplendorosas que han supuesto sucesivas expansiones del consumo radiof¨®nico y de sus utilizaciones comerciales, educativas, pol¨ªticas, est¨¦ticas o simplemente l¨²dicas. Estos auges sucesivos se han ido acumulando sobre una creciente expansi¨®n del medio, una venta de aparatos cada vez m¨¢s grande y, a la vez, una tambi¨¦n progresiva densificaci¨®n del espacio radioel¨¦ctrico, que, como se sabe, es un bien escaso y, por tanto, necesitado de un reparto y de una reglamentaci¨®n.En los ¨²ltimos a?os la radiofon¨ªa espa?ola est¨¢ viviendo su particular onda expansiva. Esta se manifiesta, entre otras cosas, en una fuerte presi¨®n para la creaci¨®n de nuevas emisoras, en el creciente inter¨¦s y competencia entre programas y en la irrupci¨®n de nuevas formas, estilos, usos y lenguajes radiof¨®nicos.
Este auge hisp¨¢nico de la radio se corresponde en algunos aspectos con un cierto regreso a la cultura auditiva que se puede detectar en todo el mundo industrializado. Es paralelo a la locura del walk-man, que parece haber tomado al pie de la letra una frase de Nietzsche -"Me ser¨ªa imposible vivir sin la m¨²sica"-, sin tener en cuenta que la pronunci¨® para un tiempo sin radio y sin alta fidelidad. Es tambi¨¦n simult¨¢neo al regreso a la m¨²sica llamada cl¨¢sica y a la nueva moda de la ¨®pera, un g¨¦nero que requiere en sus momentos culminantes que los ojos se cierren y s¨®lo funcione el o¨ªdo.Este resurgimiento es tambi¨¦n coet¨¢neo de la vuelta al sentido de aldea, donde las voces llegan a todas partes y pueden llenar todo el espacio, donde la autoridad patriarcal -que toma ahora otros nombres- es fuente constante de ¨®rdenes, preceptos, amenazas... El Super-yo freudiano, que es una instancia de censura, se forma precisamente en relaci¨®n a las percepciones auditivas. Tambi¨¦n este hecho engarza no tan s¨®lo con el nuevo aldeanismo universal ya anunciado por McLuhan, sino incluso con un autoritarismo renovado que se revuelve triunfalmente en un mundo consciente de su propia finitud, un mundo tan finito como que puede terminar ma?ana mismo.
En este cuadro han surgido teor¨ªas sobre el poder que han ido a indagar en los peque?os espacios, donde ciertamente juega el poder, pero sin jug¨¢rsela en absoluto. Estos espacios peque?os son naturalmente espacios radiof¨®nicos que una cierta oposici¨®n radical europea quiso aprovechar como plataforma de acci¨®n a mitad de los a?os setenta.
Resurrecciones antiguas
Pero en este caso hisp¨¢nico, que sabemos vagamente sintonizado con el mundo, se produce tambi¨¦n una urgente recuperaci¨®n de resurrecciones antiguas del radiofonismo, que no alcanzaron al pa¨ªs pobre y sometido de los a?os, que van desde 1936 hasta 1976. Porque, puestos a analizar el contenido de este auge radiof¨®nico, ser¨¢ preciso recapitular algunos hitos importantes que nos han llegado tarde o que apenas pasaron de una ligera confluencia.
Una primera ¨¦poca esplendorosa se puede localizar entre 1930 y 1940. Es el momento en que escritores, escen¨®grafos, m¨²sicos y directores de cine descubren las posibilidades del medio. En esta l¨ªnea se inscriben los escritos de Brecht, la versi¨®n radiof¨®nica de La guerra de los mundos, de H. G. Wells, a cargo de Orson WeIles, con sus famosos efectos de p¨¢nico inducidos por el realismo de la producci¨®n; los guiones y adaptaciones radiof¨®nicas de escritores como Pirandello, Marinetti, Ellot, Dylan Thomas, Artaud, Butor...
Esta radio convertida en gran instrumento de expresi¨®n apenas se percibe ni adquiere grosor en Espa?a, donde se pasa de la miseria de la posguerra a la cuasi-opulencia del televisor y del seiscientos. Unicamente en la dignidad y profesionalidad que adquiere el radioteatro se puede percibir la llegada de la radio art¨ªstica que empez¨® a conmocionar a Europa y Am¨¦rica en los a?os treinta.
La otra radio que se descubre en la misma ¨¦poca, la radio pol¨ªtica y propagand¨ªstica, ¨¦sta s¨ª llega, y con toda su fuerza, a la Espa?a del subdesarrollo. La radio de la guerra civil es en este sentido como el peque?o ensayo de la confrontaci¨®n b¨¦lica y radiof¨®nica de la segunda guerra mundial. Los "diarios hablados" o "partes" de Radio Nacional funcionan seg¨²n par¨¢metros formales similares a los noticieros radiof¨®nicos alemanes, los famosos Sonderbericht y Sondermeldung: entonaci¨®n engolada y cargada de tintas y silencios dram¨¢ticos, subrayados pros¨®dicos sobre las expresiones sagradas del r¨¦gimen, ritualizaci¨®n de la informaci¨®n a base de sinton¨ªas, himnos y "gritos de rigor" fueron creados a semejanza del modelo fascista y nazi, pero se mantuvieron en muchos aspectos en el modelo de locuci¨®n vigente incluso hasta los mismos tiempos democr¨¢ticos.
Pero no es tan s¨®lo un problema de pronunciaci¨®n, sino de planteamiento informativo, el que vincula esta radio con la fascista y la desvincula, sin embargo, de la otra tradici¨®n radiof¨®nica que nace con la guerra mundial, que es la de la informaci¨®n profesional seria y veraz, que encuentra en los noticiarlos de la BBC su mejor modelo, pero que se reproduce en todos los pa¨ªses democr¨¢ticos. Este otro modelo, el de la radiodifusi¨®n como gran medio de informaci¨®n, no llega a Espa?a hasta 1977, con la liberalizaci¨®n del monopolio de informaci¨®n sustentado por Radio Nacional.
Finalmente, la ¨²ltima gran explosi¨®n de la radiodifusi¨®n occidental, que empieza en los a?os sesenta con las radios piratas en las costas del mar del Norte y que culmina con las radios libres italianas de mitades de los setenta, no llega, l¨®gicamente, a nuestro pa¨ªs m¨¢s que con la democracia. Antes s¨®lo una cierta forma de decir las listas de hit-parade pod¨ªa hacer intuir que una radio informal, juvenil, contestataria y rebelde se estaba realizando allende las fronteras. Fue preciso que llegara la democracia para que esta radio ingresara tambi¨¦n en la normalidad, junto con la radio informativa, y que en la conjunci¨®n de ambos fen¨®menos se empezara a hablar del nuevo auge radiof¨®nico.
Pero la radio no est¨¢ verdaderamente en auge. En este pa¨ªs los retrasos en la superaci¨®n de fases hist¨®ricas pueden hacer creer ¨¦stos y muchos otros espejismos. Pero en buena parte del mundo occidental es un auge que viene produci¨¦ndose casi desde hace veinte a?os y que de hecho sit¨²a a este medio extraordinario en un muy digno segundo lugar en el consumo comunicativo, detr¨¢s de la omnipresente y omnipotente televisi¨®n. En ella, como en todo el mundo sonoro, el individuo contempor¨¢neo encontrar¨¢ cada vez m¨¢s una cala donde cerrar los ojos ante el Maelstrom de la cultura de la imagen.
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