Estados Unidos redescubre su entusiasmo por la pintura espa?ola del barroco
Inaugurada en Princeton una muestra del arte hispano en colecciones norteamericanas
La exposici¨®n Pintura espa?ola entre 1650 y 1700 en las colecciones norteamericanas, fue abierta la pasada semana en el Art Museum, de la Universidad de Princeton, en Princeton, cerca de Nueva York. Permanecer¨¢ abierta hasta el pr¨®ximo 20 de junio. Luego, a partir del 18 de Julio -y hasta el 19 de septiembre- la misma muestra se presentar¨¢ en el Institute of Arts de Detroit, en Estados Unidos, un pa¨ªs que con esta exposici¨®n recupera un entusiasmo por la escuela espa?ola del barroco que no es privativo de los norteamericanos y que ya se ha advertido en otros pa¨ªses europeos.
La muestra inaugurada en el Museo de la Universidad de Princeton es una importante exposici¨®n antol¨®gica de pintura barroca espa?ola procedente de colecciones norteamericanas. Este acontecimiento cultural, que ha sido inteligentemente apoyado por el Gobierno espa?ol a trav¨¦s de los servicios culturales de nuestra Embajada, estuvo realzado con la celebraci¨®n de un simposio, cuyo tema era la historia, la literatura y el arte espa?oles durante el siglo XVII, y en el que intervinieron conocidos especialistas norteamericanos, como E. Sullivan, Jonathan Brown, D. Kindkead, S. Orso , B. Wardropper y D. Carr. Previamente, el notable historiador ingl¨¦s John H. Elliot, cuyos libros sobre la Espa?a imperial de los Austrias son ya cl¨¢sicos en la mater¨ªa, disert¨® sobre Arte y decadencia en el siglo XVII espa?ol.De manera que, tanto por el contenido de la exposici¨®n como por los actos que la acompa?an, entre los que me parecer¨ªa indelicado olvidar la invitaci¨®n hecha a ciertos profesores espa?oles de la categor¨ªa de Juli¨¢n G¨¢llego y A. E. P¨¦rez S¨¢nchez, me parece fundamental que sean bien conocidos aqu¨ª, aunque s¨®lo puedan ver la muestra directamente aquellos espa?oles que pasen por Am¨¦rica, v¨ªa Nueva York, antes de julio, o v¨ªa Detroit, hasta mediados del pr¨®ximo septiembre.
Ahora bien, ?por qu¨¦ la Universidad de Princeton ha promovido esta exposici¨®n, cuyo montaje se debe a Ed Sullivan y Nina A. Mallory, dos j¨®venes especialistas extraordinariamente compententes?
Reflejo de una tradici¨®n
He de aclarar a este respecto que esta universidad cuenta ya casi con una tradici¨®n de muestras con tema espa?ol, entre las que merece la pena recordar las dedicadas a los dibujos de Ribera y Murillo, organizadas ambas por J. Brown, el inductor de casi todas las iniciativas sobre arte espa?ol en Princeton, y la de Els Quatre Gals: arte en Barcelona alrededor de 1900, que fue llevada a cabo por Marilyn McCully. Creo, pues, que hay que estar agradecidos por este inter¨¦s hacia nuestra cultura y de paso aprovechar el ejemplo, pues el buen funcionamiento no es una simple cuesti¨®n de medios materiales, aunque muchos se quisieran justificar con ello.De todas formas, todo lo que llevo dicho hasta aqu¨ª se refiere a los problemas materiales de la ex posici¨®n, y hay que tratar tambi¨¦n algo sobre su esp¨ªritu. En este sentido, quiero subrayar la actualidad internacional que est¨¢ teniendo nuestro arte barroco durante la presente temporada, como si de nuevo se renovara el entusiasmo rom¨¢ntico que hubo anta?o por la entonces reci¨¦n descubierta escuela espa?ola.
En el pasado oto?o, por ejemplo, Londres celebr¨® una important¨ªsima exposici¨®n antol¨®gica sobre el gusto ingl¨¦s por la pintura espa?ola, que reuni¨® una buena parte de los mejores cuadros espa?oles conservados en colecciones inglesas; poco despu¨¦s, Par¨ªs mont¨® una interesante reconstrucci¨®n did¨¢ct¨ªca de la Galer¨ªa Espa?ola de Luis Felipe; por aquellas mismas fechas tambi¨¦n -esta vez en Madrid- se inaugur¨® la muestra titulada La imagen rom¨¢ntica de Espa?a.
Finalmente, en una sucesi¨®n casi continua, se han ido viendo las del arte espa?ol en las colecciones del Ermitage y en varios museos centroeuropeos, la del Greco, y est¨¢ ya anunciada la celebraci¨®n, en Madrid y Londres, una antol¨®gica sobre Murillo. Es un conjunto de datos estimulantes.
Momento de decadencia
Pero volvamos a Princeton, que es lo que ha dado pie a nuestro comentario. Como su t¨ªtulo indica, esta exposici¨®n est¨¢ dedicada a la pintura espa?ola de la segunda mitad del siglo XVII, momento hist¨®rico de fatal decadencia, y, sin embargo, de extraordinaria brillantez cultural, especialmente en lo que a pintura se refiere. Respecto a esta ¨²ltima, hay entonces dos centros privilegiados -Madrid y Sevilla-, el primero de los cuales cuenta, muerto Vel¨¢zquez en 1660, con su disc¨ªpulo J. B. Mart¨ªnez del Mazo, Antonio de Pereda, Francisco Rizi, Claudio Coello, Palomino, Juan Carre?o de Miranda, Mateo Cerezo, Francisco Camilo, Juan de Arellano, Escalante, Donoso, etc¨¦tera; el segundo, el sevillano, alcanza entonces su m¨¢ximo esplendor y basta citar s¨®lo tres nombres prodigiosos: Murillo, Herrera el Joven y Vald¨¦s Leal.En ambos centros, en todo caso, hay una tendencia com¨²n hacia un brillante barroquismo de resonancias flamencas a lo Van Dyck y Rubens, cuyas huellas se sienten de forma m¨¢s literal en el c¨ªrculo de la Corte.
En la exposici¨®n de Princeton est¨¢n presentes casi todos los pintores citados; algunas veces con aut¨¦nticas obras maestras, otras con un alto valor testimonial por su rareza en s¨ª o por estar conservadas en colecciones privadas o de dificil acceso. El conjunto suma 47 cuadros, lo que hace muy dif¨ªcil aqu¨ª el comentario individual. No obstante, resaltar¨¦ lo que personalmente m¨¢s me ha impresionado por su calidad o su curiosidad.
Del todav¨ªa poco conocido Jos¨¦ Moreno hay una excelente Huida a Egipto, cuya contemplaci¨®n permite establecer interesantes analog¨ªas formales con otro cuadro, presentado en la exposici¨®n como an¨®nimo, una Anunciaci¨®n, del Williams College Museum (Massachussetts), ejecutado en una gama crom¨¢tica diferente, pero con parecidos tipos que el anterior y su misma delicada fragancia. Curiosos son tambi¨¦n el Camilo de la Mors Imperator y la Vanitas, de Juan Francisco Carri¨®n. Desde un criterio de estricta calidad destacar¨¦, en primer lugar, los Murillos, que son nueve, algunos de los cuales, verdaderas obras maestras del arte espa?ol, como el estremecedor Cristo despu¨¦s de la flagelaci¨®n, de la Universidad de Illinois; las bell¨ªsimas Santa Justa y Santa Rufina, del Meadows Museum de Dallas, o el estupendo Retrato de hombre, de la Cummer Gallery de Jacksonville, Florida.
Estupendos son tambi¨¦n El martirio de san Bartolom¨¦, de Juan Carre?o de Miranda; la Santa Catalina de Alejandr¨ªa, de Claudio Coello; El sue?o de san Jos¨¦, de Francisco Herrera el Joven, pieza verdaderamente soberbia que Brown ha atribuido correctamente al pintor sevillano; El ni?o vestido de cardenal, de J. B. Mart¨ªnez del Mazo, uno de los cuadros que justamente llamaron m¨¢s la atenci¨®n; el Retrato de un eclesi¨¢stico, de Juan Vald¨¦s Leal, que tambi¨¦n est¨¢ presente, entre otras cosas, con su c¨¦lebre Alegor¨ªa de la vanidad; Cristo en el Limbo, de Alonso Cano, y, en fin, el hermoso bodeg¨®n de Juan de Arellano, Cesto de flores, del Kimbell Art Museum, de Fort Worth (Texas).
La exposici¨®n est¨¢ acompa?ada por un buen cat¨¢logo, que contiene estudios de J. H. Elliot, Edward J. Sullivan y Nina A. Mallory.
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