Liderar
Ignoro si han sido los recientes estropicios que se han producido en la cacharrer¨ªa de UCD los que han provocado la aparici¨®n y el uso, sobre todo en las p¨¢ginas de este peri¨®dico, de la palabra liderar; una voz que, como la mayor parte de los neologismos, no hace ninguna falta a menos que se convenga que to lead no tiene traducci¨®n cabal al castellano o que la funci¨®n del jefe no es exactamente la de mandar ni la de director dirigir.En espera de que alg¨²n especialista del l¨¦xico pol¨ªtico nos suministre una definici¨®n matizada y una distinci¨®n sutil que la diferencia de los verbos dirigir, encabezar, acaudillar, mandar u otros, me permito suponer que la palabra se ha acu?ado, por un procedimiento no excepcional pero tampoco habitual en castellano, para definir la funci¨®n que ejecuta un sujeto espec¨ªfico, en este caso el l¨ªder. Por consiguiente, de la misma manera que rey es anterior a reinar, o que no se puede reinar sin rey o que primero se es rey y luego se reina (cosa bien distinta para un gobernador, que empieza a gobernar cuando ya hay gobierno), la figura de l¨ªder debe ser anterior a la funci¨®n de liderar. Por tanto, es preciso admitir que, al igual que para el rey, lo correcto es que primero se sea l¨ªder y luego se lidere.
No deja de ser significativo que se haga uso de la palabra para definir la jefatura que necesitan los numerosos y fraternos partidos de centro y derecha -siempre los m¨¢s necesitados de l¨ªderes- a que est¨¢ dando lugar el desmoronamiento de UCD. Desde que tengo uso de raz¨®n estoy oyendo decir a los te¨®ricos que la vieja distinci¨®n entre derecha e izquierda est¨¢ ya superada, que una tan simplista dial¨¦ctica no sirve para describir el espectro de todas las ideolog¨ªas pol¨ªticas de un pa¨ªs moderno y que una calificaci¨®n en una direcci¨®n suministrada por la teor¨ªa social s¨®lo sirve para difuminar otras diferencias en otras direcciones.
Sin embargo, siendo todo eso cierto, la historia sigue en sus trece; por ning¨²n lado veo que el movimiento de ese par derecha-izquierda tienda a detenerse, y, por consiguiente, la distinci¨®n perdurar¨¢.
Si perdura, si derecha e izquierda tienen vida para rato, es tanto por su oposici¨®n como por su heterogeneidad. Si s¨®lo fueran opuestas, si derecha e izquierda tan s¨®lo enfrentaran dos ideolog¨ªas antagonistas, porque una cree una cosa conveniente mientras la otra la reputa nociva, es posible que el movimiento pendular que ambas propician se hubiera detenido o amortiguado hace tiempo, al paso de una experiencia que hubiera demostrado d¨®nde est¨¢ lo conveniente. Pero tal experiencia no ser¨¢ nunca definitiva y para la moderna democracia ser¨¢ m¨¢s necesario el movimiento del p¨¦ndulo que la pretendida causa de ese movimiento; derecha e izquierda ser¨¢n imprescindibles, mucho m¨¢s que sus respectivas ideolog¨ªas, que podr¨¢n aproximarse o distanciarse seg¨²n las circunstancias, a condici¨®n de que se conserve el movimiento.
No s¨®lo se distinguen por su oposici¨®n ideol¨®gica; hay algo m¨¢s. Siempre se ha reconocido que la izquierda ha acaudalado las ideas que los pensadores pol¨ªticos m¨¢s l¨²cidos de cada momento han lanzado a la calle, y que frente al caudal de ideas renovadoras -y hasta revolucionarias- que constituyen el mayor patrimonio y el arma m¨¢s contundente de la izquierda, la derecha s¨®lo puede y sabe oponer nombres propios, hombres de reconocida capacidad, administradores solventes, pol¨ªticos eficaces; en una palabra, l¨ªderes que no necesiten para gobernar ni la obediencia a una doctrina, ni el apoyo en un texto. He ah¨ª una clase de heterogeneidad: la pugna entre unas ideas casi universales y unos hombres, con nombre propio, que no las comparten.
Pero hay tambi¨¦n una segunda: las ideas que atesora la izquierda deben ser numerosas, est¨¦n o no inscritas en una misma doctrina. De otra suerte no podr¨ªa cubrir con su opini¨®n todo el campo de la vida p¨²blica. Por el contrario, los l¨ªderes deben ser los menos, y, a ser posible, uno solo.
Se admite que haya dos que militen en distintos campos, pero no en el mismo, pues se anulan. Ya se est¨¢ viendo estos d¨ªas. Para acompa?ar el neologismo con otro del mismo corte -aunque de sonido antiguo-, me permito afirmar que dos l¨ªderes que militan en el mismo campo se oblideran.
Es curioso el espect¨¢culo que est¨¢n ofrciendo los nuevos l¨ªderes de nuestra derecha. Lo est¨¢n subvertiendo todo. Lideran antes de ser l¨ªderes, lo que ya constituye una grave falta etimol¨®gica. Adem¨¢s, se han pasado al campo de las ideas, incluso ese se?or Fraga que s¨®lo con dificultades las puede exponer. No se cansan de citar a Hobbes, a Burke y a Tocqueville. No es lo malo que los citen mal, lo peor ya es que los citen, para con esos toques perfilar un retrato que si fuera realmente atractivo no necesitar¨ªa tales pinceladas. Por a?adidura, todos tienen aire de ayudante de c¨¢tedra y son numerosos. ?D¨®nde estar¨¢ aquel l¨ªder de cabeza leonada, entrecejo cerrado y mand¨ªbula de bulldog, capaz de desmontar la tesis de la oposici¨®n con un solo rugido?
?D¨®nde se esconde el nuevo Canciller de hierro, el Tigre de Guanajuato, el Toro de Vaucluse, el Pollo de Antequera?
Son tan numerosos, que tienen que liderar. En lugar de ser l¨ªderes, lideran, y en lugar de tener personalidad, se les conoce por la parcela pol¨ªtica que ocupan. Jam¨¢s el viejo l¨ªder hablaba del espacio pol¨ªtico que ocupaba. Toda la derecha la ten¨ªa a sus pies. Pero ahora no. Ahora son tan numerosos y tan parecidos que se diferencian por la parcela que pisan, como los peones del ajedrez: uno cita a Hobbes, otro a Burke y otro a Tocqueville. Uno es azul, otro puro centro, otro cristianodem¨®crata, m¨¢s all¨¢ el liberal y m¨¢s all¨¢ todav¨ªa, el socialdem¨®crata. Muy bien.
La invenci¨®n de UCD ten¨ªa necesariamente que completarse con un l¨ªder. El rassemblement es inconcebible sin esa figura hist¨®rica e investida de genio propio, como era el caso de De Gaulle, o inventada y aceptada por todos con disciplina, como era el caso de Gil Robles. Lo que no parece, que da resultado es formar un rassemblement y empezar a liderar cada cual por su cuenta. Ahora, cuando ya se ha producido el naufragio, su ¨²ltima llamada de socorro consiste en alarmar al pa¨ªs con su desaparici¨®n, advertir que el movimiento del p¨¦ndulo democr¨¢tico se puede detener si se fragmenta la masa de la derecha. Me parece que ante tan angustiosa alarma no estar¨¢ de m¨¢s se?alar que ese p¨¦ndulo todav¨ªa no ha echado a andar; sin duda, que la derecha -o UCD, m¨¢s bien- ha ajustado y colocado el mecanismo, pero todav¨ªa no lo ha puesto en movimiento con un r¨ªtmico y sedante tic-tac. Eso lo puede hacer s¨®lo un Gobierno de izquierdas -probablemente este a?o- en cuanto se haga cargo del poder, frente a una oposici¨®n formada por un buen n¨²mero de l¨ªderes, todos dispuestos a liderar. Y a citar a Hobbes, a Burke y a Tocqueville, y a definir su espacio pol¨ªtico, y a mirar hacia atr¨¢s, no sea que Fraga les est¨¦ escuchando. Hasta que tal vez un d¨ªa, de sus propias filas salga un rugido y todos vengan al suelo, y se les caigan las gafas, y no puedan terminar la cita, y se tengan que meter debajo de la mesa para ocupar su verdadero espacio pol¨ªtico.
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