El toro no estaba
ENVIADO ESPECIALLlovi¨® en Bilbao y s obre el oscuro ruedo echaron paletadas de negra arena para cubrir los charcos. Seguramente por eso no salieron los toros al redondel. Toros criados en c¨¢lidas tierras der z¨², acostumbrados al luminoso albero lo iban a posar sus cuidadas pezu?as en tan severo escenario y concertaron que les suplieran sus suced¨¢neos. De manera que en la corrida de ayer no estaba el toro.
Estaba el suced¨¢neo, s¨ª, ese que salta a las arenas m¨¢s o menos negras, m¨¢s o menos gualdas, de la mayor parte de los ruedos del pa¨ªs, el que da orejas pero no da fiesta y mucho menos lidia. Y no era suced¨¢neo por peque?o, pues ya se sabe que lo de Buend¨ªa es de reducida caja, sino por mustio. Por ejemplo, el primero no pasaba de terciado y nos pareci¨® de perlas, porque ten¨ªa su trap¨ªo, mientras e sexto era tan grandote que se sal¨ªa del tipo de la casa y tampoco es eso.
Plaza de Bilbao
20 de agosto. Quinta corrida de feria.Toros de Joaqu¨ªn Buendia, terciados, inv¨¢lidos, d¨®ciles. Ni?o de la Capea. Estocada (petici¨®n y vuelta). Estocada ca¨ªda y rueda insistente de peones (oreja). Jos¨¦ Luis Palomar. Estocada corta ca¨ªda (oreja). Dos pinchazos y dos descabellos (silencio). Espartaco. Estocada baja (petici¨®n y vuelta). Cinco pinchazos, rueda de peones y tres descabellos (silencio).
Grande o peque?o, el toro ha de tener la fortaleza propia de su raza y casta. Si adem¨¢s tiene nobleza, mejor para todos. Los suced¨¢neos de ayer, sin embargo, s¨®lo ten¨ªan nobleza y algunos hasta parec¨ªan tontos. Los dos primeros fueron nobles y encastados; el tercero, el carret¨®n; el cuarto, una hermana de la caridad; el quinto, in¨²til, y el sexto, borrico.
Es evidente que, con este g¨¦nero a mano, los coletudos de ayer se encontraban en disposici¨®n de ofrecer la muestra quintaesenciada de su toreo. Ocurre, sin embargo, que la muestra quintaesenciada de su toreo son los derechazos. Particularmente Espartaco ofreci¨® un recital de derechazos tan procelosos y seriado, que pasaban al olvido a medida que los iba produciendo. Para caldear el ambiente, hubo de recurrir a los rodillazos, a los aspavientos y a las amplias sonrisas, y por este procedimiento estuvo a punto de conseguir una oreja.
Pero eso fue en el tercero, el carret¨®n aqu¨¦l, anovillado adem¨¢s, que embest¨ªa como tonto, pues en el sexto, animalote cornal¨®n de sospechos¨ªsimos pitones semejantes a escobones, no consigui¨® re solver los problemas de un ligero punteo y mat¨® fatal. En cuanto el suced¨¢neo se parece a un toro, las figuras pierden los papeles. La fiesta est¨¢ as¨ª.
Mejor toreo realiz¨® el Ni?o de la Capea, que ayer se quit¨® la escayola en numerosos pasajes de sus interminables trasteos e imprimi¨® vanaci¨®n a las suertes. Dio todos los derechazos y todos los naturales del mundo, pero intercal¨® molinetes, cambios de mano para ligar con el natural, ayudados, etc¨¦tera, con lo cual alegr¨® un poco la mustia tarde. Tambi¨¦n tore¨® con el pico, hasta el abuso, y a veces colocaba la muleta de tal forma que parec¨ªa citar a otro toro. Para un veterano como ¨¦l, el suced¨¢neo de corrida, a la que est¨¢ tan acostumbrado, fue como un tr¨¢mite, y se super¨® cuanto pudo. Se le agradece.
Palomar, el mejor de la tarde
El que no est¨¢ tan acostumbrado es Palomar, soriano habituado a m¨¢s duras bregas, y sin embargo le hizo al inv¨¢lido segundo la mejor faena de la tarde. Una faena impecalble de construcci¨®n, ajustada en el n¨²mero de pases, planteada en los terrenos adecuados. Lig¨® bien naturales y derechazos en el platillo, se adom¨®, llev¨® al toro hasta el tercio con magn¨ªficos ayudados por alto cargando la suerte, enlaz¨® cambios de mano, molinetes y afarolados, que cuadraron al toro, y entr¨® a matar por derecho. Al quinto, que ya sali¨® moribundo del chiquero, le dio unos pases para cumplir. Con las banderillas, en cambio, lo hizo bastante mal Palomar. Sufri¨® una voltereta en el ¨²nico par en que dej¨® llegar a su segundo toro y en el otro, por no arriesgar, prendi¨® s¨®lo dos palos. Los bilba¨ªnos no se lo tuvieron en cuenta y nos parece bien. En un suced¨¢neo de corrida, todo viene a dar los mismo. Incluidas las orejas, que valen poco; m¨¢s bien nada.
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