La marat¨®n madrile?a del Ballet Nacional de Cuba
Cinco programas distintos en cinco d¨ªas -tan densos, variados y representativos, como los que ha presentado esta semana en Madrid el Ballet Nacional de Cuba- es un desaf¨ªo que pocas compa?¨ªas aceptar¨ªan. Ante las, cada vez m¨¢s, escasas visitas a Madrid de grandes conjuntos extranjeros de repertorio, la visita de Alicia Alonso constituye una verdadera "misi¨®n" pedag¨®gica. En total, diecisiete ballets diferentes han puesto a prueba la capacidad de adaptaci¨®n del grupo cubano a los distintos estilos que cada una de las piezas exige. La prodigalidad del programa elaborado por el ballet cubano ha tra¨ªdo locos a los aficionados y profesionales que no se quedaban satisfechos con ver un ¨²nica representaci¨®n de una compa?ia cuya versatilidad hac¨ªa esperar sorpresas en cada una de sus distintas representacionesDel romanticismo ingenuo y puro de Giselle al romanticismo decadente, anacr¨®nico desde su creaci¨®n y de colmillo retorcido, de El lago de los cisnes, en una versi¨®n de Alicia Alonso, a mitad de camino entre las rusas y afines, que siguen la de Gorski de 1901 -con su latoso, buf¨®n y su tra¨ªdo por los pelos "final feliz"- y las m¨¢s frecuentes en occidente, que se inspiran en la que- Sergeiev mont¨® en Londres en 1934; de la reconstrucci¨®n del Grand pas de quatre, que en recuerdo de las memorables actuaciones londinenses, en 1845, de las cuatro divas del romanticismo -Daglioni, Grisi, Cerrito y Grahan- mont¨® Ant¨®n Dol¨ªn en Nueva York un siglo despu¨¦s y que Al¨ªcia Alonso estren¨® entonces en el papel de la Grisi, a la Carmen de Alberto Alonso, el gran ¨¦xito de Alicia de finales de los a?os sesenta, de Las s¨ªlfides de Mijail Fokine al Espartaco sovi¨¦tico; del Otelo del canadiense Brian McDonald a las coreograf¨ªas del cubano Alberto M¨¦ndez, cuyo humor salsero (Mu?ecos) y hallazgos coreogr¨¢ficos -tercer movimiento de su ya c¨¦lebre Rara avis creado en 1978- son reveladores de ese hervidero que es el ballet Nacional de Cuba. Todo esto, y bastante m¨¢s, que resulta imposible siquiera enumerar. Demasiado, quiz¨¢: la mayor¨ªa de las obras se han representado una sola vez, lo que es poco, no ya para juzgar la versi¨®n y la interpretaci¨®n, sino para que la propia compa?¨ªa pueda bailarla a gusto en un escenario desconocido. Quiz¨¢ por eso ha habido momentos en que se ha podido tener una sensaci¨®n de decaimiento en el nivel a que el Ballet Nacional de Cuba nos ten¨ªa acostumbrados.
Por ejemplo, El lago del mi¨¦rcoles qued¨® fr¨ªo y la l¨ªnea cl¨¢sica del segundo acto un poco gararabateada. Pero parec¨ªa evidente que toda la representaci¨®n sufri¨® de la falta de espacio, que romp¨ªa la delicada proporci¨®n y convert¨ªa el movimiento de los cisnes en excesivamente amplio. La Odette-Odil, Mar¨ªa Elena Llorente, se qued¨® tambi¨¦n un punto por debajo, toda contenci¨®n y mesura, en un papel que requiere para no enfriar todo, una cierta dosis de desmelenamiento.
El cuerpo de baile
Pero, en general, el cuerpo de baile sigue apareciendo excepcional, y particularmente llamativa la presencia individual de cada bailar¨ªn. T¨¦cnicamente, el salto es potente y lo menos forzado que cabe; los brazos siempre est¨¢n en su sitio, con naturalidad y "respirando" y el develop¨¦, de inconfundible sello Alonso, resulta casi irreal.
Entre las solistas, las veteranas como Aurora Bosch o Marta Garc¨ªa -que levant¨® al p¨²blico con su paso a dos de Don Quijote- se mueven con autoridad, aunque a veces no encajen en el papel, como la Bosch en los tangos de Piazzola montados por Ivan Tenorio. Pero fueron las m¨¢s j¨®venes como Mirta Garc¨ªa y, especialmente, Amparao Brito -que hizo una dulc¨ªsima Desd¨¦mona, que sac¨® a su MUe. Grahan un brillo notable y que, en el primer movimiento de Rara avis despleg¨® una magia absolutamente personal e irresistible-, las que m¨¢s inter¨¦s despertaron.
Entre los bailarines, hay que empezar por resaltar el gran talento e imponente presencia del compa?ero preferido,de Alicia Alonso, Jorge Esquivel, que adem¨¢s de partenaire ejemplar, es un bailar¨ªn de un br¨ªo y una fuerza esc¨¦nica indudables. Su Albrecht, su Armando y su Espartaco son, personajes compuestos con personalidad y su t¨¦cnica parece irse afianzando con los a?os de forma que, cada vez que se le ve, no puede evitarse pensar en todo lo que este bailar¨ªn podr¨¢ dar de s¨ª. L¨¢zaro Carre?o, con sus impresionantes giros y Andr¨¦s Williams constituyen la cabecera de un excelenten plantel, entre los que destaca tambi¨¦n Jos¨¦ Medina que bail¨®, entre otros, El lago.
Babelia
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