Un poderoso segund¨®n
Gustan decir algunos banqueros que el ciudadano corriente tiene el coraz¨®n en un sitio y la cartera en otro. Domingo Sol¨ªs Ruiz, por obra y gracia de su trabajo y de su aparato de poder, ha estado a punto de probar tan hipot¨¦tica disecci¨®n entre voto pol¨ªtico y voto econ¨®mico. Si en las elecciones generales de 1977 quiso poner a salvo sus logros cooperativos con una candidatura que sac¨® en Ja¨¦n 8.439 votos, cifra lejana a la, m¨ªnima para un esca?o, meses despu¨¦s varios miles de representantes de la Uni¨®n Territorial de Cooperativas le aclamaban para la reelecci¨®n como presidente, en nombre de 40.000 asociados.A los 66 a?os de edad, el segundo de los cinco hermanos Sol¨ªs Ruiz suscita lealtades incondicionales y furibundas enemistades. Su obra, sin embargo, dif¨ªcilmente puede ser menospreciada. Al margen de costes humanos o de la eficacia econ¨®mica, figura, como la Seguridad Social o el antiguo Servicio Nacional del Trigo, entre las principales realizaciones del pasado r¨¦gimen. As¨ª lo reconocen hasta enemigos pol¨ªticos. Junto a la zona vasca de Mondrag¨®n, ejemplo del cooperativismo industrial, Ja¨¦n es bot¨®n de muestra de esa forma de organizaci¨®n en lo agrario.
Al abrigo de las influencias de su hermano mayor, Jos¨¦ Solis, la sonrisa del r¨¦gimen, Domingo parece haber aceptado siempre el papel de segund¨®n. Sobrio y de h¨¢bitos espartanos, con una figura tan frugal como sus costumbres, se ha sacrificado durante d¨¦cadas en su puesto de administrador de la familia. Un hogar acomodado que cre¨® en segundas nupcias su padre, agricultor y comerciante de textiles y bodegas, al trasladar la casa de Cabra (C¨®rdoba) a unos 40 kil¨®metros m¨¢s al Norte, en el t¨¦rmino jiennense de Torredonjimeno.
Hasta la ideolog¨ªa vio impregnada por las vivencias del hermano mayor, quien estudia abogac¨ªa en Deusto -all¨ª empu?ar¨ªa una pistola para prevenir quemas de conventos- y luego en Valladolid, donde conoci¨® su doble pol¨ªtico: el inquieto y violento falangista Jos¨¦ Antonio Gir¨®n de Velasco.
De aquellos a?os, e incluso de tiempos algo m¨¢s remotos, ha recordado Domingo, en conversaciones privadas, que Pepe, dos a?os mayor y mucho m¨¢s fuerte y simp¨¢tico, le hac¨ªa limpiar las bicicletas de los dos tras dar un paseo, as¨ª como cuidarse de que luego las colgara convenientemente para que la humedad no deteriorara sus ruedas.
El segundo de los Sol¨ªs Ruiz pas¨® la guerra en Madrid, donde estudiaba la carrera mercantil por influjo de la crisis de 1929, que le hizo olvidar su aspiraci¨®n de ser m¨¦dico. Su maestro, Claro Allue Salvador, le ofreci¨® luego un brillante porvenir, pero ¨¦l renunci¨® en favor de la administraci¨®n de los negocios familiares, centrados en la explotaci¨®n de un centenar de hect¨¢reas. Propiedad que mantuvo indivisa hasta poco antes de morir Franco, para que el fisco no la tratara como gran empresa.
Los cinco hermanos -cuatro tras perder a la ¨²nica hembra- reun¨ªan ya 48 nietos cuando se reparten la finca. Son, junto a los tres citados, Felipe, coronel ya inactivo (Jos¨¦ es tambi¨¦n jur¨ªdico militar), quien recibi¨® 17 hect¨¢reas, y Eduardo, ingeniero de telecomunicaci¨®n, que pas¨® gran parte de su Vida en Alemania. El m¨¢s p¨²blico ha sido siempre Jos¨¦ Solis, quien se preci¨® de haber renunciado a ser gobernador civil de Ja¨¦n "por tener all¨ª intereses", despu¨¦s de que organizara las elecciones sindicales de 1944, primeras montadas por la dictadura.
Tambi¨¦n parece ser ¨¦ste el de mayor fortuna econ¨®mica, pues altema su jubilaci¨®n de ex ministro en vanas empresas p¨²blicas (Secoimsa y Carbon¨ªferas del Sur) con actividades en el sector del az¨²car y un pr¨®spero bufete de abogado.
Pese a este aparente papel de segund¨®n, fomentado a veces por el propio Domingo, en Ja¨¦n son muchos los que opinan que el segundo de los Sol¨ªs ha estado y est¨¢, en poder efectivo, por delante del l¨ªder del Movimiento y de los sindicatos verticales.
La acumulaci¨®n de presidencias, sobre todo la de Uteco-Caja Rural de Ja¨¦n y de la Caja Rural Nacional y Consorcio de Cajas Rurales Provinciales, tiende a avalar tal opini¨®n, al menos en los ¨²ltimos a?os.
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