Fraga comienza zu campa?a electoral en Madrid como 'inspector' de pescadillas, frutas y canales
"A quien madruga Dios le ayuda". El incondicional que recibe a Manuel Fraga Iribarne a la puerta del matadero sabe que no pod¨ªa ser de otra manera: El se?or Fraga madrug¨® ayer m¨¢s que nadie y comenz¨®, por la v¨ªa de hecho, la campa?a electoral en Madrid. Eran exactamente las 6.30 horas y el presidente de Alianza Popular no se hab¨ªa retrasado ni un solo segundo en su cita con los mercados de la capital.
Impasible, "empleando una m¨¢s que discreta velocidad de crucero, Fraga Iribarne pudo recorrer, estrechando manos y escuchando quejas y peticiones, los. mercados centrales de la carne, de la fruta y del pescado, puesto a puesto, en menos de dos horas y media. Pese a su amor por el cumplimiento estricto de los horarios previstos, el aspirante a l¨ªder indiscutido de la derecha abrevi¨® considerablemente los casi sesenta minutos, que se hab¨ªa concedido para visitar el mercado del pescado, en la puerta de Toledo, donde fue recibido con una considerable pita mezclada con alg¨²n aplauso. Fraga, buen fajador, la recibi¨® como quien oye llover. "Est¨¢ pasando por momentos c¨ªtricos", dec¨ªa un gracioso, de la comitiva, despu¨¦s de la visita de su l¨ªder a los puestos de frutas y verduras, y mientras inspeccionaba la calidad de unas pescadfillas.
"Se aprende mucho haciendo esto"
Pero, en general, el estilo populista t¨ªpico de Fraga acab¨® por imponerse: habl¨® en gallego con los gallegos; sent¨® c¨¢tedra sobre las diferentes calidades y ventajas de los quesos; firm¨® fotograf¨ªas y regal¨® d¨¦cimos de loter¨ªa. "Haciendo estas cosas se aprende mucho siempre", comentaba sin cesar, chapoteando a grandes zancadas sobre el barrillo formado por el hielo del pescado.
No dejaba de resultar sorprendente la imagen de un Manuel Fraga, de impecable traje azul, con los pantalones arremangados, calzado con unas botas y abri¨¦ndose paso entre los cargadores y los carritos de boquerones y pescadillas. Saluda a unos y otros, intenta alguna chanza. Despierta la curiosidad de unos hombres y mujeres acostumbrados a los trabajos m¨¢s duros. "A ver- si viene usted por aqu¨ª todos los d¨ªas, sobre todo en invierno, para que vea de verdad lo que es esto", le dice una, Mujer bajita, ya entrada en a?os. Fraga. recomienda paciencia, las cosas se arreglar¨¢n poco a poco.
A su lado, el candidato Juan de Arespacochaga, a quien nadie hab¨ªa regalado botas, cubiertos los zapatos por el barro, hier¨¢tico, parec¨ªa preguntarse qu¨¦ hac¨ªa ¨¦l all¨ª: sin duda jam¨¢s en sus a?os al frente de la alcald¨ªa de Madrid se le hab¨ªa ocurrido darse un madrug¨®n por algo semejante.
Tras un desayuno al trote, el Volvo verde, al parecer regalo de Emilio Bot¨ªn, cruza Madrid. El paisaje es diferente en el mercado de Chamart¨ªn. Las clientas de la zona no necesitan, aparentemente, que nadie las convenza de a qui¨¦n deben votar. Rodean a su l¨ªder, le hacen firmar el reverso de fotograf¨ªas familiares, se miran con envidia unas a otras, -"?qu¨¦ suerte, has conseguido un aut¨®grafo!"-, posan junto a ¨¦l para unas c¨¢maras de la televisi¨®n alemana que andan por all¨ª. Fraga sonr¨ªe a todas, convencido de su carisma. Le asedian. Gentes del s¨¦quito, discreta pero firmemente, apartan a dos o tres ni?os que tratan de pedir limosna. Una joven gitana pregunta qui¨¦n es ese se?or: "?Fraga?, iUy, qu¨¦ miedo!", dice, medio en serio, medio en broma, a los periodistas.
"Hola, se?or ministro"
El tiempo vuela. Entre beso y beso, apret¨®n de manos y apret¨®n de manos, Manuel Fraga mira de reojo su reloj. La media hora concedida a Chamart¨ªn ha transcurrido. El l¨ªder aliancista se despide regalando claveles blancos y rojos. Recibe algunos aplausos. El Volvo verde, seguramente blindado, enfila hacia una residencia de ancianas pr¨®xima, donde una monjita, a la puerta, le saluda diciendo algo relacionado con que "esta visita no debe considerarse, claro est¨¢, como un compromiso ante las elecciones, usted lo entiende". Una pensionista le saluda: "Hola, se?or ministro". Fraga trata de hacerle entender que ¨¦l ya -o todav¨ªa- no es ministro. Las monjitas le preguntan si quiere visitar la capilla, a lo que accede, presuroso.
El programa dice que hay que permanecer media hora en la residencia, pero la conversaci¨®n con las ancianas se hace dif¨ªcil, y las monjitas se encuentran obviamente nerviosas ante la posibilidad de que alguien pueda pensar en una utilizaci¨®n electoral de la presencia all¨ª del l¨ªder de la derecha. As¨ª que Fraga decide de nuevo abreviar; se despide, un tanto apresurado, con un "bueno, recen ustedes", recomendaci¨®n que, dirigida a las monjitas, parece algo superflua.
En la agenda tiene a¨²n previsto un recorrido por el mercado de Prosperidad. Por la tarde tendr¨¢ que firmar libros en unos almacenes, asistir a una inauguraci¨®n y, tal vez, encontrarse de nuevo con Oscar Alzaga, en un ¨²ltimo intento por evitar su salida de las listas de candidatos y resolver el contencioso con el PDP. Nadie se atreve a recordarle que ¨¦l hab¨ªa hablado de "espect¨¢culo bochornoso" y de "jaula de grillos" a la hora de calificar la pugna UCD-PDL por ocupar puestos en las listas.
As¨ª comenzaba, antes de inaugurarse oficialmente la campa?a electoral de Madrid, y Fraga Iribarne fue, naturalmente, el encargado de dar la salida. Ma?ana ser¨¢ C¨¢diz, luego Ceuta y 50.000 kil¨®metros m¨¢s.
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