Una sensibilidad escueta, sobria, dram¨¢tica
Con la muerte de Godofredo Ortega Mu?oz desaparece uno de los mejores pintores paisajistas de nuestro pa¨ªs. Como todo gran maestro, Ortega Mu?oz no s¨®lo consigui¨® crear un estilo personal inconfundible, sino que influy¨® de tal manera en nuestra visi¨®n del paisaje, que empezamos a verle a trav¨¦s de sus ojos, logrando de esta manera hacer verdad el dicho de que "la naturaleza imita el arte". ?Qui¨¦n, en efecto, pudo permanecer insensible a esa imagen, por ¨¦l elaborada, en la que la l¨ªnea del horizonte se estructuraba poderosamente con unos cuantos elementos sint¨¦ticos y expresivos? Le bastaban unos pocos ¨¢rboles resecos, los diminutos mu?ones de unas cepas, las cercas de piedra, la desigual geometr¨ªa de los surcos, para crear la belleza muda, terriblemente escueta, dram¨¢tica, sobria, viril, que ha caracterizado una buena parte de la sensibilidad pl¨¢stica espa?ola.Godofredo Ortega Mu?oz naci¨® el 17 de febrero de 1905 en la localidad extreme?a de San Vicente de Alc¨¢ntara, justo en el l¨ªmite de frontera con Portugal. Atra¨ªdo desde la infancia por la pintura fue un completo autodidacta: se ejercit¨® copiando en el Museo de Reproducciones de Madrid, de lante del natural, al aire libre, y viajando por todo el mundo. Antes de la guerra civil recorri¨® gran par te de Europa, llegando hasta Suecia, pero deteni¨¦ndose de manera especial en los pa¨ªses de la cuenca mediterr¨¢nea. En 1935 vuelve a Espa?a y realiza su primera exposici¨®n en el C¨ªrculo de Bellas Artes, que logra el ¨¦xito preciso para ser seleccionado ese mismo a?o para la Bienal de Venecia. Al estallar la guerra inicia de nuevo la di¨¢spora europea, que ya no interrumpe hasta 1940.
Entre unas cosas y otras, fue a partir de los a?os cuarenta cuando madur¨® el arte de Ortega Mu?oz y consigui¨® alcanzar el predicamento social que se merec¨ªa. Una nueva exposici¨®n en el C¨ªrculo de Bellas Artes, en el a?o 1940, sirvi¨® de fundamento para un reconocimiento art¨ªstico que ya no decaer¨ªa. No fueron, de todas formas, tiempos f¨¢ciles aquellos, en los que nuestro pa¨ªs qued¨® roto y culturalmente amnn¨¦sico. La vanguardia art¨ªstica, tan floreciente en los a?os veinte y treinta, pr¨¢cticamente qued¨® suprimida y el gusto se hizo terriblemente mezquino y provinciano. En medio de este yermo, que imped¨ªa cualquier desliz m¨ªnimamente sospechoso, las personalidades creadoras tuvieron que refugiarse en una tem¨¢tica innocua, como el paisaje, o estar avaladas por intelectuales fuera de toda sospecha, como Eugenio d'Ors.
Con todo, como al arte se le puede atosigar, pero no matarle hubo supervivientes memorables En la tradici¨®n del paisaje, por ejemplo, aparecieron los nombres estelares de Benjam¨ªn Palencia y el c¨ªrculo de j¨®venes de la renacida Escuela de Vallecas, Zabaleta, Ortega Mu?oz, Eduardo Vicente Caneja, L¨®pez Torres, Vaquero Palacios, Redondela, Mart¨ªnez Novillo, etc¨¦tera. No cito a los excelentes paisajistas catalanes, levantinos y vascos de aquel entonces porque desarrollaban una tradici¨®n propia, m¨¢s sensual o rom¨¢ntica, seg¨²n el caso. El mundo espiritual en el que se formaron Ortega Mu?oz y sus colegas mesetarios retomaba el aire austero y metaf¨ªsico de la visi¨®n noventaiochista de Castilla, una Castilla dura, seca, pelada, tr¨¢gica, cuyas concisas formas pod¨ªan trasplantarse perfectamente a otros parajes pr¨®ximos, como la Extremadura del propio Ortega.
Dec¨ªa antes que la proyecci¨®n p¨²blica de Ortega Mu?oz se inici¨® en los cuarenta, pero ahora he de a?adir que continu¨® en la d¨¦cada siguiente y traspas¨® nuestras fronteras, pues en 1945 alcanz¨® el Gran Premio de la II Bienal Hispanoamericana de La. Habana, y expuso en Londres, Alejandr¨ªa, Venecia, Manila, etc¨¦tera. Por lo dem¨¢s, ya no tuvo que salir sino espor¨¢dicamente del pa¨ªs: reparti¨® su tiempo entre Extremadura y Madrid, pero ocup¨¢ndolo, sobre todo, en largas estancias en el campo, el escenario privilegiado de su pintura. A prop¨®sito de la obra de este singular extreme?o, que entronca con una tradici¨®n local que aliment¨® en el pasado a precedentes tan notables como Luis Morales o Zurbar¨¢n y, en nuestro siglo, entre otros, a Timoteo P¨¦rez Rubio o Barjola, Gaya Nu?o, escribi¨® lo siguiente: "Ortega Mu?oz no es un pintor de nuestro tiempo porque haya pretendido serlo, sino porque su alto sentido de selecci¨®n interna ha modelado de antemano la hechura m¨¢s medular de su temario, eliminando y podando cuanto estorbase a la presencia de lo absoluto".
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