Un disparate sentimental, alegre, algo montaraz
El Madrid de Chueca debi¨® ser un maravilloso disparate, un superrealismo sentimental. El sainete no naci¨® por casualidad. Era una ciudad donde una procesi¨®n ad petendam pluviam -la sequ¨ªa permanece-, en la que cuatro generales llevaban las andas con la caja que conten¨ªa el cuerpo de san Isidro y que el Rey deb¨ªa presenciar desde el balc¨®n de palacio, se aplaz¨® un d¨ªa para no perturbar la corrida de seis Miura que toreaban Mazantini, Reverte y Bombita. Una ciudad donde el pueblo se amotinaba para que enterrasen juntos a dos j¨®venes amantes que se hab¨ªan suicidado por la oposici¨®n paterna y cuyos f¨¦retros iban a cementerios distintos: el mot¨ªn de mujeres del pueblo, sobre todo no ces¨® hasta que la autoridad competente dispuso que les enterrasen juntos.El entierro de Chueca
Tambi¨¦n el entierro de Chueca -20 de junio de 1908, domingo- tuvo su historia madrile?a: le llevaban a enterrar por la calle de Alcal¨¢, donde hab¨ªa vivido entre las calesas y los ¨®mnibus que iban a los toros, y cuando se supo qui¨¦n era el muerto todos siguieron el entierro. Aquella tarde la plaza se qued¨® vac¨ªa, y por primera vez hubo en el cementerio un aire de fiesta, con mujeres de peineta y mantilla, mantones de Manila, hombres de sombrero ancho y puro ensortijado: un aire de fiesta. Era el a?o en que el Ayuntamiento prohib¨ªa los r¨®tulos en idiomas extranjeros y el ministro de la Gobernaci¨®n las se?oritas toreras (Mar¨ªa Salom¨¦, La Reverte, cambi¨® entonces de sexo y se llam¨® desde entonces Agust¨ªn Rodr¨ªguez; pero el p¨²blico no se lo perdon¨® y le abroncaba cada vez que sal¨ªa al ruedo). Fue el a?o de Las de Ca¨ªn -que todav¨ªa en 1982 ha reunido p¨²blico-, de los Quintero; el de Se?ora ama, de Benavente; el de la primera obra de teatro de la Pardo Baz¨¢n (Verdad, un fracaso) y de Gald¨®s (Pedro Nimio, tampoco gust¨® mucho), y el del primer estreno del m¨²sico Pablo Luna (Musetta). Cr¨ªtica en epigrama de un peri¨®dico: "Dicen que la Luna es fr¨ªa. / No les quepa duda alguna / que es m¨¢s fr¨ªo todav¨ªa / el maestro Pablo Luna").
?C¨®mo era Federico Chueca? Para unos, "enjuto, chispeante, gracioso y simpatiqu¨ªsimo". Para otros, "bajito, gordete, simp¨¢tico", con la capa terciada y el hongo al cogote".
Enjuto o gordete, parece que no hay duda de que era alegre, juerguista y mal estudiante.
Iba para m¨¦dico y no lleg¨® nunca: dec¨ªa ¨¦l que para la inmensa fortuna de sus posibles pacientes. Sin embargo, no dej¨® de cumplir una tarea que todav¨ªa hasta hace unos a?os incumb¨ªa a los estudiantes: protestar por la mala pol¨ªtica, salir a la calle y volcar coches. Cuenta un testigo que Federico Chueca capitane¨® un grupo que quiso hacerse fuerte -una vocaci¨®n- en el teatro de Variedades -calle de la Magdalena- y que all¨ª fue detenido y llevado a la c¨¢rcel del Saladero, y que en la celda misma se confeccion¨® un vibr¨¢fono rudimentario y compuso una tanda de valses que llam¨® Lamentos de un preso. Se los llev¨®, una vez libre, al maestro Barbieri, que los estren¨® en los Campos El¨ªseos -un local de la calle de Alcal¨¢.
Se le vuelve a encontrar tocando el piano en un caf¨¦: unos dicen que en el de Zaragoza, otros que en el de la Iberia -propiedad de un italiano que se dec¨ªa nieto del rey Jos¨¦-. Todos, testigos o memoriones, le ven siempre a la madrugada, cerrando establecimientos, cantando por las calles, mezclado con modistillas, menestralas, mendigos y bohemios: su inspiraci¨®n. Y enlazando los s¨¢bados de juerga con las ma?anas de domingo en el Rastro, donde, cuando pudo, compr¨® cuadros m¨¢s o menos oscuros, muebles m¨¢s o menos desvencijados, seguro de que eran joyas perdidas.
Su primer estreno fue La canci¨®n de la Lola, con letra -en verso- de Ricardo de la Vega, amigo de caf¨¦ (25 de mayo de 1880, teatro de La Alhambra, calle de la Libertad). Iba a llamarse La camisa de la Lola, pero el t¨ªtulo pareci¨® audaz. Nadie sabe, cuando a¨²n silabea la tonter¨ªa de "No me mates con tomate / m¨¢tame con bacalao" que es una canci¨®n de Chueca para esa obra (la verdadera letra de Ricardo de la Vega no era esa, sino "No me mates, no me mates / d¨¦jame vivir en paz, / que en estando yo a tu lado / ser¨¦ firme en el amar").
'El g¨¦nero chico'
No par¨® ya de estrenar. Polcas, pasacalles, chotis, pasodobles metidos en m¨¢s de cien actos dedicados al g¨¦nero chico, que naci¨® con ¨¦l (se cuenta la an¨¦cdota, probablemente ap¨®crifa, de que cuando Strauss escuch¨® La verbena de la Paloma, de Bret¨®n, dijo: "Si a esto llaman ustedes g¨¦nero chico, ?c¨®mo ser¨¢ al grande?" La verdad es que el grande fue en general bastante desastroso). Exitos desbordantes, como el de La Gran V¨ªa, que a¨²n sigue siendo una de las grandes recaudaciones de la Sociedad de Autores. Se dice que un d¨ªa le rob¨® un carterista: al ver los papeles, devolvi¨® todo al maestro Chueca, consider¨¢ndose glorificado, ¨¦l y su gremio, por el n¨²mero de los tres ratas. Una marcha, la de C¨¢diz (1886), que acompa?¨® a las tropas que iban a embarcar para Cuba, fue un segundo himno nacional y la tienen en su repertorio hoy todas las bandas militares. Una vez que fue a la verbena, se dijo que estaba all¨ª Chueca, y todo el mundo cant¨® el d¨²o de los paraguas ("H¨¢game usted el favor / de o¨ªrme dos palabras..."): cuentan las cr¨®nicas que se form¨® un coro espont¨¢neo de m¨¢s de 4.000 voces.
Probablemente, el Madrid de Chueca, y el que dur¨® muchos a?os despu¨¦s -hasta que el final de la guerra le invadi¨® y lo transform¨® en un negocio inmobiliario-, era un disparate sentimental, alegre y algo montaraz, pobre y creador. Ten¨ªa una personalidad y produc¨ªa personajes como Chueca.
Vuelve ahora Federico Chueca al teatro madrile?o de la Zarzuela (donde estren¨® El Bateo), en forma de un ballet cl¨¢sico con coreograf¨ªa e interpretaci¨®n del conjunto que dirige V¨ªctor Ullate. Tendr¨¢ los valores que tenga; pero por lo menos es un intento de recuperar una m¨²sica madrile?a para un g¨¦nero considerado como alta cultura. A la que ya pertenec¨ªa por derecho propio.
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