El Rey reafirma la voluntad de la Corona de asegurar la convivencia y la libertad de los espa?oles
El discurso de salutaci¨®n del Rey don Juan Carlos al Papa Juan Pablo II se desarroll¨® en los siguientes t¨¦rminos: "Como Rey de Espa?a, le damos la bienvenida al Sumo Pont¨ªfice Juan Pablo II, a quien con mayor afecto y respetuosa cercan¨ªa llamamos el Padre Santo. Uno de vuestros antecesores concedi¨® en 1494 a mis antepasados Fernando e Isabel, primeros reyes de la Espa?a unida y entera, el ¨ª¨ªtulo de Reyes Cat¨®licos, que han llevado desde entonces los monarcas de Espa?a. Nuestro pa¨ªs fue llamado unas veces la monarqu¨ªa cat¨®lica, otras la monarqu¨ªa hisp¨¢nica y, con frecuencia, tambi¨¦n las Espa?as. Vuestra Santidad ha visitado ya algunas de ellas. Ha visto las consecuencias de la evangelizaci¨®n espa?ola en Am¨¦rica, en las Filipinas y en Africa, antes de llegar a la Espa?a originaria. Me complace que haya sido as¨ª. 'Por sus frutos los conocer¨¦is', est¨¢ escrito, y de esta manera, Vuestra Santidad ha conocido la acci¨®n espiritual y cultural de mi patria antes de honrarla con vuestra presencia"."Debo recordar que ese t¨ªtulo de cat¨®licos fue concedido a los Reyes de Espa?a con anterioridad a la divisi¨®n de los cristianos. Ese nombre , que a veces se ha entendido pol¨¦micamente como denominaci¨®n de una parte s¨®lo de la cristiandad, era un t¨ªtulo integrador. Representa el conocimiento de la fidelidad de un pueblo que, a pesar de largos siglos de invasi¨®n, hab¨ªa mantenido siempre su vocaci¨®n de pertenencia a la cristiandad y la extendi¨® prodigiosamente por el mundo hasta entonces desconocido".
"Con este esp¨ªritu de concordia y fraternidad universal vive el Papa que hoy ha llegado a nuestra tierra, Juan Pablo II. Hab¨¦is proclamado en toda circunstancia, Santo Padre, la necesidad de que los hombres sean due?os de su destino, de que puedan elegir libremente su vida, sin opresi¨®n alguna, sin sufrimientos impuestos, bien distintos de la adversidad involuntaria de los males no siempre remediables que acompa?an a la condici¨®n humana. Con eso hab¨¦is conseguido que vuestra palabra y vuestro ejemplo lleguen a todos los hombres, sean o no cristianos, sean o no religiosos. A todos los mir¨¢is, piensen como piensen, como hijos de Dios, y os sent¨ªs obligados a velar por ellos".
"El mundo entero sabe que cuenta con vuestra atenci¨®n y vuestro amor, porque hab¨¦is consagrado vuestra vida a su servicio, sin excepci¨®n de personas, como un hermano m¨¢s. Esto es lo que hace que vuestra presencia sea deseada en todas partes. Que vaya sembrando esperanza, ansia de que se apague el odio y nazca la voluntad de un fraterno modo de vivir. Pero esto es posible porque vuestra misi¨®n espiritual es una llamada a lo m¨¢s hondo del hombre, m¨¢s all¨¢ de los intereses, de la ambici¨®n, del orgullo, del poder. Una llamada a lo que no termina ni pierde valor ni siquiera con la muerte".
"Me ha tocado el destino de estar al frente de mi pa¨ªs en un momento de inquietud y esperanza. En esta ¨¦poca de divisi¨®n y violencia en el mundo, Espa?a est¨¢ empe?ada en restablecer su concordia, en afirmar una convivencia que nada ni nadie pueda romper. En asegurar la libertad, condici¨®n de toda dignidad humana. Para esta empresa, a la que estoy dedicando y voy a dedicar mi vida entera, ser¨¢ preciosa la permanente apelaci¨®n de Vuestra Santidad dirigida a los sentimientos m¨¢s nobles de los hombres y mujeres, de esas personas a las que no se puede explotar ni gritar, ni manejar, ni. despreciar, y a esas personas en quienes veis y vemos la imagen de Dios".
"En nombre de Espa?a, gracias por vuestra compa?¨ªa".
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