'La carga', una visi¨®n del poder
Ramon Casas es el pintor del despertar de las masas en la Catalu?a industrial. Su imagen de la procesi¨®n del Corpus y el retrato estremecedor de una ejecuci¨®n sorprenden a esta nueva bestia que habita las ciudades en dos momentos de coagulaci¨®n psicol¨®gica: la hipnosis procesionaria y la expiaci¨®n colectiva en el reo de muerte. Este nuevo ser, a quien precisamente en el arranque del siglo se le empieza intuir un alma -el alma colectiva-, oscilaba entre la cultura del viejo r¨¦gimen y la opci¨®n por una nueva sociedad.En la direcci¨®n de esta nueva sociedad pinta y dibuja el cartelista extraordinario que fue Casas. Y en una parecida direcci¨®n retrata a la masa en el momento feroz de la estampida, cuando la multitud agrupada en el acoso, en el esfuerzo por la inversi¨®n del poder -es terminolog¨ªa del Nobel de Literatura Elias Canetti-, se convierte en presa del p¨¢nico. La peligrosidad de Barcelona 1902, como de la otra carga a pie en una plaza porticada, queda expresada por su propio ocultamiento. En ellas aparece un nuevo personaje iconogr¨¢fico, m¨¢s l¨²gubre todav¨ªa que la propia masa en fuga: el vac¨ªo.
Lo que sobrecoge de ese momento que tan bien sabe captar el pintor, que es el repliege de la masa ante la irrupci¨®n en escena de las figuras verticales, anguladas y oscuras de la represi¨®n, no es ni tan s¨®lo el obrero ca¨ªdo bajo las patas del caballo, ni el desmoche de manifestantes que presuponen los sables. Ese vac¨ªo que se crea entre los guardias civiles y las espaldas de los ¨²ltimos en replegarse es la verdadera bestia que Casas representa en su faz m¨¢s expresiva y tenebrosa. Es un efecto del poder, que no se percibe ¨²nicamente,en t¨¦rminos f¨ªsicos, puesto que atiende sobre todo a una cuesti¨®n psicol¨®gica: a la distancia, a la jerarqu¨ªa y finalmente a la posibilidad de aniquilaci¨®n.
La intervenci¨®n de las armas en la sociedad civil crea un vac¨ªo que pict¨®ricamente est¨¢ expresado en La carga. La anomia que la violencia produce en la colectividad, el entumecimiento profundo de los m¨²sculos y tejidos sociales, que resulta de la acci¨®n armada, fue captado en toda su intensidad en esta estampa de la huelga general de 1902. Los trabajadores ped¨ªan la semana de ocho horas. Seg¨²n reflexi¨®n posterior de Malatesta, el error principal fue no saber reconocer en el poder pol¨ªtico al enemigo m¨¢s importante. Casas seguramente ni tan s¨®lo pens¨® en ello, pero lo vi¨® y lo pint¨®.
Babelia
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