La Staatsoper de Berlin estrena la ¨®pera 'Baal', de Friedrich Cerha
Adaptaci¨®n de la Drimera obra dram¨¢tica de Brecht
Baal, de Friedrich Cerha, basada en un texto de Brecht, es una de las composiciones oper¨ªsticas m¨¢s importantes de los ¨²ltimos a?os. Fue estrenada en 1981 en Salzburgo (agosto) y Viena (octubre) bajo la direcci¨®n de Christoph von Dohnanyi. Despu¨¦s de estas premieres en la patria del compositor, la Staatsoper de Berl¨ªn acoge la puesta en escena que Otto Schenk realiz¨® de la partitura de Cerlui, apunt¨¢ndose el tanto de darla a conocer fuera de Austria. Baal consagr¨® a Cerha como uno de los mejores compositores contempor¨¢neos.
Baal, la primera obra dram¨¢tica de Bertolt Brecht (Augsburgo, 1898-Berl¨ªn, 1956), sufri¨® diversas modificaciones a manos del esp¨ªritu siempre inquieto del genial creador de Madre Coraje. El escandaloso estreno de la obra en Leipzig (1923) consagr¨® socialmente la figura inconoclasta, de enfant terrible, de este cr¨ªtico de provincias que pronto saltar¨ªa a Berl¨ªn y participar¨ªa en la efervescencia pol¨ªtica y cultural de aquella ¨¦poca irrepetible en la Alemania de Weimar.Ligado a la tradici¨®n expresionista puramente germ¨¢nica, la figura de Baal, un bardo de la sociedad industrial al fin y al cabo, no puede negar su parentesco con las figuras malditas de la poes¨ªa francesa del siglo XIX, los Baudelaire y los Rimbaud, que sentaron las bases de la poes¨ªa contempor¨¢nea y arremetieron contra una sociedad que acaso no quer¨ªan cambiar, sino s¨®lo ver desaparecer.
EL joven Brecht, a base de una pr¨¢ctica pol¨ªtica teatral especialmente intensa, con obras como Tambores en la noche (la actitud de unos ciudadanos ante la frustrada revoluci¨®n spartakista) o En la selva de las ciudades (el enfrentamiento agonal entre dos seres sumidos en la brutalidad y soledad de la sociedad capitalista) y con las famosas Opera de perra gorda y Magagonny, pronto llegar¨ªa a su propia conclusi¨®n a trav¨¦s del compromiso moral y pol¨ªtico. El s¨ª quer¨ªa cambiar la sociedad.
'Baal' y el joven Brecht
En toda la obra de Brecht la psicolog¨ªa desempe?a un cometido escaso o sumiso. Lo que importa en su obra es la situaci¨®n, trasunto o reflejo de situaciones sociales que expresa el autor, ya sea mediante la manera estilizada, exagerada, selectiva, del expresionismo heredado y que pronto le pare ci¨® estrecho y limitado, ya a trav¨¦s de la est¨¦tica ¨¦pica y distanciadora que nunca dej¨® de elaborar hasta el fin de sus d¨ªas. Baal, lo mismo que las obras juveniles que hemos citado, es buen ejemplo de esa ausencia de psicologismo y de esa prioridad de la situaci¨®n dram¨¢tica.La evoluci¨®n de Brecht potenci¨® la figura de su tremendo personaje hacia las esferas de la par¨¢bola ¨¦pica pero, en los comienzos de su est¨¦tica, Baal es, sobre todo, un elemento de provocaci¨®n a la moral y la pr¨¢ctica burguesas sofocantes, impedimento a la realizaci¨®n humana de los que le rodean. Baal despierta acaso lo mejor de cada uno, pero aquello que cada cual lleva dentro conduce ese despertar a lo degradante y a la destrucci¨®n.
Es el caso de Emilie, esposa del comerciante y editor Mech, lejos de su ¨¢mbito de dulces mentiras, o el de Johanna, que tras la voluntaria seducci¨®n no puede soportar sus remordimientos, e incluso el de las dos adolescentes hermanas que acuden a esta especie de demonio terrestre -tan demonio como la Lulu de Wedekind, llamada precisamente Erdgeist, y que es antecedente expresionista de Baal-, tal vez en busca de una iniciaci¨®n imposible para la moral vigente; o el de la misma Sophie, que Baal rechaza con brutalidad tras su relaci¨®n itinerante muy profunda, temeroso de la posesi¨®n que ello implica.
Pese a las intenciones de su autor, Baal queda como un tipo ambiguo entre el narcisismo est¨¦ril y la irreductibilidad al compromiso con lo existente. Ah¨ª habr¨¢ que buscar el sentido de la relaci¨®n duradera e intensa con el enigm¨¢tico Ekart, el ¨²ltimo gran enlace del Baal-buscador-de-plenitudes, antes de su ¨²ltimo retiro al bosque y a la muerte.
Baal, descarnada, provocadora, grosera incluso en su ¨¦poca, es una obra juvenil, con grandes afanes deniostrativos, coja vida, pero con m¨¢s ideas que vida, en la que el Brecht pol¨ªtico se da tan s¨®lo en el rechazo de una moral, y para ello crea una especie de contrafigura ejemplar que subvierte precisamente en lo ¨¦tico, que provoca lo destrucci¨®n y que, a su vez, es insoslayablemente degradado y destruido.
Brecht introdujo mucho de s¨ª mismo en la figura de Baal, ya que tambi¨¦n ¨¦l provoc¨®, sedujo y cant¨® baladas de ejemplar groser¨ªa. Una de sus dimensiones, la independencia rabiosa e irreductible del personaje, parece haber sido fundamental para que el compositor austr¨ªaco Friedich Cerha se haya ocupado activamente de esta pieza desde principios de los a?os sesenta. Desde luego, ni Brecht ni Cerha aceptan la cr¨ªtica que muchos burgueses y ciertos marxistas hicieron de la figura inquietante de Baal cuando lo redujeron a la simple descalificaci¨®n de nihilista.
Cerba y la composici¨®n de 'Baal'
Friedrich Cerha (Viena, 1926) es un m¨²sico en el m¨¢s amplio sentido de la palabra. Su actividad va desde la funci¨®n pedag¨®gica en la escuela superior de M¨²sica de Viena hasta la divulgaci¨®n de la m¨²sica contempor¨¢nea con su conjunto Die Reihe, fundado en 1958 con Kurt Schwetsik, pasando por la direcci¨®n de orquesta. Pero su m¨¢s alta vocaci¨®n es la de compositor. Autor de obras heterodoxas y ambiciosas -Spiegel, para orquesta, cinta magnetof¨®nica y grupo, objetos y luz en movimiento (1961); una Sinfon¨ªa (1975); Netzwerk, pieza esc¨¦nica para bar¨ªtono, seis recitadores, conjunto de c¨¢mara, grupo y mimos en movimiento (1980)-, hasta hace poco s¨®lo era conocido por los aficionados a la m¨²sica de nuestro tiempo. Pero al encargarse de orquestar el tercer acto de la inconclusa Lulu, de Alban Berg, mientras compon¨ªa su propio Baal, su figura t¨ªmida y recoleta alcanz¨® una proyecci¨®n masiva acaso nunca buscada por ¨¦l. El estreno de Baal en 1981 le ha supuesto la consagraci¨®n internacional y la inclusi¨®n de su nombre entre los grandes compositores de la generaci¨®n posb¨¦lica, inclusi¨®n que no hace sino reconocer lo que los fieles aficionados sab¨ªan ya.Se trata de una obra dividida en m¨²ltiples cuadros, La continuidad musical asegura la continuidad y progresi¨®n dram¨¢ticas y obliga a una escenograf¨ªa circular o giratoria que respond¨ªa a tal propuesta sonora. El m¨¦todo es el mismo que el del Wozzeek de Alban Berg: en ambas obras -con libretos de caracter¨ªsticas expresionistas- las diversas escenas quedan unidas mediante interludios orquestales que potencian, subrayan o matizan aspectos de la acci¨®n.
Por otra parte, el mundo musical del Baal de Cerha recuerda mucho el de su admirado Alban Berg, pero s¨®lo lo recuerda. Cerha ha huido de la est¨¦ril necesidad de originalidad a cualquier precio -muy propia de la composici¨®n actual- y ha entroncado con una tradici¨®n que desde el punto de vista sonoro se emparenta directamente con la escuela de Viena -Sch¨®nberg, Berg y Webern-, pero su utilizaci¨®n de la orquesta -por ejemplo, los metales- recuerda otras tradiciones austriacas anteriores, como Mahler y Bruckner. El recurso a la voz humana recoge y ampl¨ªa esa tradici¨®n del recitado cantabile, que tiene su origen en Wagner; en efecto, en Baal se da el canto hablado (Sprechgesang), el recitado con pLcompa?amiento musical (Sprechstimme, la lecci¨®n de, Sch5nberg a partir del Pierrot Lunar de 1912), el recitado dram¨¢tido desnudo (la ¨²ltima escena entre los dos le?adores, sin una sola nota musical) y la combinaci¨®n de todos estos elementos en una deliberada b¨²squeda del matiz en el tr¨¢nsito de la parte hablada a la cantada. Baal es una obra estrictamente serial, m¨¢s cercana al serialismo arraigado en la tradici¨®n de Berg que en el rupturismo esencialista de Webern.
'Baal', en la Staatsoper de Berl¨ªn
La puesta en escena de Baal en la Staatsoper de Berl¨ªn sigue las propuestas del montaje de Otto Schenk, que pudo verse en Salzburgo y Viena mediante una adaptaci¨®n de Helga SchIusche.Como en dichas representaciones, la escenograf¨ªa es de Rolf Langenfass. Se repiten tambi¨¦n las voces. de Theo Adam (Baal), Harald Neukirch (Johannes), ambos en relaci¨®n permanente con el repertorio de la Staatsoper de Berl¨ªn, y Helmut Berger-Tuna (Ekart). La direcci¨®n de orquesta corri¨® a cargo del veterano Heinz Fricke, ligado al foso de este teatro. La producci¨®n se realiza en colaboraci¨®n con la Staatsoper de Viena.
La representaci¨®n es impecable: multitud de decorados giratorios en constante variaci¨®n, personajes movidos seg¨²n la tradicional estilizaci¨®n expresionista, humanizaci¨®n anticar¨¢cter en la direcci¨®n de actores, mantenimiento de la tensi¨®n y vida dram¨¢ticas en las escenas de conjunto. La alternancia entre di¨¢logos (intimidad, transici¨®n, desenlace de acciones) y escenas de grupo (a menudo n¨²cleos de conflicto o apunte de otros nuevos) supone una suerte de contraste musical no sonoro a lo largo de toda la obra. La puesta en escena visualiza esos contrastes y los resuelve con eficacia, de manera que la larga representaci¨®n, con s¨®lo un entreacto, consigue mantener el inter¨¦s de la peripecia.
La teatralidad del Baal de Cerha exige para su montaje unos aut¨¦nticos profesionales del teatro. El Baal de Theo Adam es excelente en lo vocal -pese a los problemas que la voz de Adam ha tenido en otros medios- y muy digno en la interpretaci¨®n. Acaso hubiera sido deseable el concurso de un joven con semejante tesitura que Adam a fin de conseguir una adecuada verosimilitud esc¨¦nica. La crisis de voces de baritonos-bajos puede ser una excusa aceptable en esta ocasi¨®n, adem¨¢s de que la biso?ez de una voz joven no conseguir¨ªa tal vez las prestaciones de Adam. Helmut Berger-Tuna compone un impresionante Ekart que tambi¨¦n hubiera sido deseable m¨¢s joven, mientras que Harald Neukirch consigue un adecuado Johannes, en su vana ilusi¨®n y desdicha. Magdalena Falewicz, como Sophie, encabeza el grupo estimable de int¨¦rpretes de las mujeres de Baal, a quien hay que a?adir la Emilie de Uta Priew, la Johanna de Carola Nossek- e incluso la breve intervenci¨®n de Annelies Burmeister en la madre.
La direcci¨®n de la excelente orquesta de la Staatsoper corri¨® a cargo de Heinz Fricke, m¨¢s inspirado de lo que tuvimos ocasi¨®n de ver en Madrid hace un par de temporadas, aunque en ocasiones r¨ªgido y seco. La diversidad de propuestas en las gamas din¨¢micas y la riqueza de matices de esta obra densa y compleja encontr¨® en ¨¦l una batuta m¨¢s eficaz que sublime, pero a menudo flexible y de gran altura.
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