Lavilla asumi¨® la presidencia consciente de que ser¨ªa su tumba pol¨ªtica
Hasta el 13 de julio de 1982, Landelino Lavilla Alsina, 47 a?os, letrado del Consejo de Estado: ex directivo de Banesto, ex subsecretario de Industria con el franquismo, ex ministro de Justicia, ex presidente del Congreso de los Diputados, era un triunfador, la eterna esperanza, el delfin, la alternativa. Pero, hace exactamente siete meses y siete d¨ªas, Lavilla asumi¨® voluntariamente un calvario que ¨¦l sab¨ªa que ser¨ªa su tumba pol¨ªtica: acept¨® la presidencia de Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico.Hasta aquel momento, Lavilla hab¨ªa sido un hombre de escasa resoluci¨®n: sus titubeos frente a Su¨¢rez, en la reuni¨®n de la Casa de la Pradera, verano de 1980, le costaron la presidencia del Gobierno; sus nuevos titubeos en el segundo congreso del partido, celebrado en Palma de Mallorca, le configuran como el dudoso l¨ªder de la alternativa cr¨ªtica a los llamados suaristas. Su instinto pol¨ªtico le hace ser el ¨²nico en abstenerse cuando salta el nombre de Leopoldo Calvo Sotelo como sucesor de Su¨¢rez al frente del Gobierno, en el fat¨ªdico mes de febrero de 1981. El ascenso de Calvo Sotelo deb¨ªa configurar el destino de Lavilla, entonces un¨¢nimemente elogiado presidente de la C¨¢mara Baja, en los meses siguientes.
Al presentar Calvo Sotelo, en julio de 1982, la dimisi¨®n de una presidencia de UCD que hab¨ªa asumido en noviembre, Lavilla es conminado a aceptar la jefatura del partido, como el ¨²nico medio posible de frenar la descomposici¨®n de una UCD a la que todos barruntaban un desastre en la pr¨®xima confrontaci¨®n electoral, para la que a¨²n no hab¨ªa fecha decidida. El ex presidente Su¨¢rez amenaza constantemente con abandonar el partido para crear una nueva formaci¨®n pol¨ªtica de centro, y exige, como condici¨®n indispensable para no cumplir esta amenaza, la presidencia de UCD, que Calvo Sotelo le niega aludiendo vagamente a presiones de los poderes f¨¢cticos. En estas condiciones, s¨®lo el tercer hombre descollante en UCD, Landelino Lavilla, parece capacitado para tomar las riendas.
Pero Lavilla se niega una y otra vez. La marcha de Su¨¢rez y sus populistas parece imparable, tras la huida de la fracci¨®n democristiana que encabeza Oscar Alzaga; la labor del Gobierno Calvo Sotelo tiene perfiles cada vez m¨¢s negativos y todos los sondeos indican que UCD repetir¨¢ el desastre registrado en mayo en Andaluc¨ªa. Para cualquiera hubiese resultado evidente el riesgo pol¨ªtico que entra?aba conducir el partido ante las inminentes elecciones generales.
Es entonces cuando Calvo Sotelo plantea lo que un dirigente centrista llamar¨ªa despu¨¦s "el gran chantaje': o Lavilla asum¨ªa la presidencia del partido, o ¨¦l abandonaba la jefatura del Gobierno. Asustado ante la amenazas -no se sabe con cuanta seriedad fue formulada- Lavilla acepta en una tormentosa reuni¨®n del consejo pol¨ªtico centrista, ante el que trata de guardarse las espaldas apelando a la cl¨¢usula devolutiva: si se mantienen las indisciplinas, las traiciones y las guerras internas, la presidencia ser¨¢ devuelta a Calvo Sotelo. Jam¨¢s llegar¨ªa a emplear la cl¨¢usula, aunque haya tenido ocasiones de desearlo en los 217 d¨ªas m¨¢s amargos de su vida.
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