Aute y Joan Manuel Serrat hablan de la amistad y de la m¨²sica tras el concierto colectivo de Madrid
Luis Eduardo Ante y sus amigos Joan Manuel Serrat, Teddy Bautista, Silvio Rodr¨ªguez y Pablo Milan¨¦s protagonizaron en la noche del viernes en el teatro Salamanca, de Madrid, un concierto colectivo durante el cual se grab¨® un doble elep¨¦.
Daba gozo verles a todos, tan distintos, y tan cerca los unos de los otros. Aute, titular del recital, con su aspecto de ap¨®stol algo vapuleado por los caminos, m¨¢s bien t¨ªmido y, desde luego, serio; Milan¨¦s, exuberante como una planta ex¨®tica, c¨¢lido como un oso de peluche; Silvio Rodr¨ªguez, que canta como si se lanzara en triple salto mortal, pero sin moverse; Teddy Bautista, tan rockero de raza, y Serrat, con tablas de chansonnier y gui?os de verdadero disfrutador del p¨²blico. Daba gozo verles todav¨ªa ah¨ª, cada cual en. su rollo, cada uno cabalgando en su historia."Convoqu¨¦ a estos cuatro amigos porque tengo una relaci¨®n afectiva con cada uno de ellos, y en cada caso por un motivo muy concreto. Ya el a?o pasado de un recital con Pepa Flores y Luis Pastor, y funcion¨® muy bien. Me ilusionaba montar ahora algo con amigos, un recital entre hombres". A Serrat le present¨® Aute diciendo que es dif¨ªcil escribir obras maestras, y todav¨ªa m¨¢s hacerlo en dos idiomas. "Ello ha conseguido", dijo en el escenario. Horas antes, en el angosto camerino, en medio de un ensayo, me contaba que su amistad con Juanito arranca de hace catorce a?os:
"Yo hab¨ªa sido invitado para cantar en Radio Barcelona, en el programa que ten¨ªa Salvador Escamilla, al que acud¨ªan todos los de la can?¨®. Iba sin guitarra, y Serrat, que hab¨ªa interpretado unas canciones antes que yo, me prest¨® la suya. Desde entonces hemos mantenido una extra?a relaci¨®n afectiva, siempre que est¨¢ en Madrid nos vemos y..., bueno, la verdad es que le admiro mucho. Me hubiera gustado firmar por lo menos quince o veinte de sus canciones. Y me fascina su evoluci¨®n, su ¨²ltimo disco es estupendo y, adem¨¢s, ha conseguido tener un mundo tan propio, todo lo que hace es tan serratiano, que le entre por donde le entre me gusta igual".
En t¨¦rminos parecidos se expresa Joan Manuel: "A Aute le quiero, seguramente, porque le admiro. Es muy dificil querer a alguien si no sientes admiraci¨®n por ¨¦l. Cuando Luis Eduardo empez¨®, que era en los tiempos en que, casi coincidiendo con el auge de la nova can?¨®, brotaba en Madrid una nueva canci¨®n castellana, lo hizo con mucho arranque. M¨¢s adelante, este movimiento se meti¨® en crisis, y Aute tuvo la suerte de poder elegir pintar y volcar toda su creatividad en eso y en escribir poes¨ªa. Ahora estoy contento de que vuelva a enrollarse tan bien cantando para el p¨²blico".
A Aute deben quererle mucho los otros, porque bordaron literalmente los temas de su amigo que hab¨ªan elegido para esa noche, hasta el punto de que el p¨²blico descubri¨® a un nuevo autor en las voces de Milan¨¦s, Bautista, Rodr¨ªguez y el propio Serrat, que cant¨® De alguna manera como si acabara de inventarla. Pablo Milan¨¦s estuvo espl¨¦ndido cuando cant¨® su propia composici¨®n Para vivir, que previamente Aute hab¨ªa calificado como una de las tres mejores canciones de amor que conoce: las otras eran Ne me quitte pas, de Brel, y Yesterday, de Paul McCartney.
Fue, pese a las emociones, un recital tranquilo, con algunos gritos de fans cada vez que se iniciaba un tema conocido -y lo eran todos-, y un silencio recogido el resto del tiempo, producto tal vez de la identificaci¨®n del espectador con los cantantes. Porque, a pesar de que hab¨ªa muchos j¨®venes, el peso principal era generacional. Un p¨²blico del que Aute dice:
"Fuimos una generaci¨®n de gente solitaria, descolocada, que en los recitales aprendimos a saber que hab¨ªa otros que sent¨ªan lo mismo, que nos hicimos amigos escuchando a los cantantes. Tal vez por eso fuimos, somos, unos sentimentables incurables, unos derretidos, que no tenemos la mala leche de guerras directamente perdidas, pero tampoco el mundo que se les propone a las nuevas generaciones, que son mucho m¨¢s duras".
Les pregunto a los dos qu¨¦ sitio ocupa hoy el cantautor en este pa¨ªs. Dice Aute, "desde hace un par de a?os van diciendo que estamos muertos, pero cada vez que damos un recital se agotan las localidades". Para Serrat, no se puede hablar de cantautores en general, sino de casos particulares: "Depende de las circunstancias de cada uno, de c¨®mo se lo monte".
Si a Aute los a?os le han acentuado el car¨¢cter melanc¨®lico, si no ha abandonado el pesimismo que asoma en casi todas sus canciones, Serrat parece haber ganado en dominio de la vida y establece una relaci¨®n perfectamente ambivalente con el p¨²blico y sus dos m¨²sicos, Ricard Miralles -al piano- y Bardaj¨ª -a la guitarra-. En el caso de Aute, en cambio, la relaci¨®n con el p¨²blico es casi temerosa, sobria, mientras que de los m¨²sicos -los estupendos Suburbanos, m¨¢s una voz femenina y un piano y teclados, en esta ocasi¨®n- parece recibir ox¨ªgeno a trav¨¦s de un tubillo invisible: muy especialmente de Luis Mendo.
Al final del recital Aute dedic¨® una canci¨®n a sus cuatro amigos. Y dijo as¨ª: "Necesito confesaros,/ antes de decir adi¨®s,/que mi voz quiere ser vuestra/ como es m¨ªa vuestra voz,/ compartiendo sentimientos/ de alegr¨ªa y de dolor,/ todas las contradicciones/ que padece la raz¨®n/. Permitidme unos instantes/ s¨®lo siete versos m¨¢s:/ no quisiera despedirme/ ni poner punto final/ sin deciros, que esta noche/ toco la felicidad/ por cantar con mis hermanos/ Silvio, Teddy, Pablo y Joan".
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