AImer¨ªa: luces y sombras del taranto
Tan caracter¨ªstico como poco estudiado, se dir¨ªa del taranto que las hondas tinieblas de las minas, donde se gestaron muchos de sus lamentos, han oscurecido su indagaci¨®n flamencol¨®gica. Aspira nuestro empe?o a iluminarla aqu¨ª parcialmente y con su propia luz: la de esa Almer¨ªa dorada, seg¨²n la requebr¨® Manuel Machado.Cabe situar la mayor¨ªa de edad del cante almeriense en la personalidad de Juan Mart¨ªn, El Cabogatero (1810-1880), "`de la provincia Almer¨ªa / que fue el prim¨¦ tarantero". Frasquito Segura, El Ciego de la Playa, nacido hacia 1840 y que a edad muy avanzada se vio pordioseando con su guitarra por las calles almerienses, apart¨® el cante local de los estilos de M¨¢laga y lo acerc¨® a los de Levante. Y completan el cuarteto mayor de maestros creadores el legendario cuanto hist¨®rico Pedro, El Morato, "natural de Vera"', seg¨²n cant¨® en una de sus letras, y la figura especialinente dram¨¢tica de Juan Abad D¨ªaz, Chilares, quien vio la luz en 1868 en el barrio almeriense de Zapillo y muri¨® en Madrid de un tiro a los veintisiete a?os.
Otros nombres de mucho predicamento, y de enumeraci¨®n sabrosamente popular y andaluza, fueron los de los cantaores de Almer¨ªa Jos¨¦ Luque Mart¨ªn, Joselito (o Pepe); El Marmolista; T¨ªo Enrique Hered¨ªa; La Romana; Pepe, El Alto; Dolores; Perico, El de los Billares; La Calandria; el tambi¨¦n guitarrista Mariano Morcillo, y Manolo, El de la Ribera, puente entre las antiguas generaciones y las nuevas, que abandera hoy Tomatito, artista de las cuerdas renovador y cl¨¢sico a un tiempo.
Aparte colmaos y tabernas castizas, entre el pasado siglo y el nuestro, tres caf¨¦s de cante descuellan entre los que calentaron las noches flamencas de Almer¨ªa. El del Frailito, en la plaza de Santo Domingo, funcion¨® al menos desde 1875; el Espa?a, de la calle de Sebasti¨¢n P¨¦rez (hoy, General Rada), acogi¨® en su escenario al censo grande de los a?os cumbre, y el Lyon de Oro abrocha el tr¨ªo de locales cl¨¢sicos, cuyas sustancias actualiza y conserva la ejemplar pe?a flamenca El Taranto, emplazada en los antiguos aljibes ¨¢rabes del centro de la ciudad.
Una a?eja, gustosa referencia al genuino folk almeriense es de 1863. Escribe entonces Tubino, cronista del viaje de los reyes a las provincias andaluzas, que en Almer¨ªa y "al llegar la noche, se levant¨® de aquella muchedumbre un rumor de mal contenido alborozo que se traduc¨ªa en cantares ind¨ªgenas, acompa?ados de la cl¨¢sica guitarra" , con lo que bien pod¨ªa estarse refiriendo a los vivaces fandangos almerienses. Tal arraigo alcanzaron ¨¦stos que Fernando Rodr¨ªguez ve a?os despu¨¦s, en el paseo del Pr¨ªncipe y en la anual Fiesta del Fandango de Almer¨ªa, hasta "in¨¢s de cien parejas espont¨¢neas" bail¨¢ndolo a la voz de un solo cantaor, cuando las casta?uelas de las mujeres eran "capaces de apagar a un coro"`.
En todo el contexto hist¨®rico hasta aqu¨ª citado hay que avecindar la oscura gestaci¨®n del taranto; sin duda, lenta y procedente de voces y estratos sociales mineros, m¨¢s an¨®nimos.
Levantando actas
No aparece la palabra taranto en la bibliograf¨ªa cl¨¢sica del flamenco. Don Preciso la conoce en el siglo XVIII, y en el XIX no figura en las recopilaciones y estudios de Fern¨¢n Caballero, Dem¨®filo, N¨²?ez Robles, Incenga o D¨ªaz Cassou. Tampoco la mencionar¨¢n m¨¢s tarde Pedrell, Verd¨², J. Carlos de Luna o Rafael Mar¨ªn en su M¨¦todo de guitarra (1902). Pero es de caj¨®n se?alar que los otros tres cantes mineros -taranta, minera y cartagenera- tampoco se citan sino hasta muy a finales del siglo pasado, y que ese bello desconocido que es el taranto no deja de insinuarse ni de asomar notablemente la oreja venidera en trabajos folkl¨®ricos antiguos.Por tradici¨®n oral, la expresi¨®n taranto val¨ªa para designar unas canciones "de la Andaluc¨ªa mediterr¨¢nea" a ejecutar entre dos int¨¦rpretes, con respuestas del uno al otro y una especie de sabor y talante religiosos. Nombr¨¢ndola como cante de mineros en su Cancionero popular de 1865, Lafuente Alc¨¢ntara recoge esta letra netamente almeriense: "Hermosa Virgen de G¨¢dor / que est¨¢s al pie de la sierra,/ ruega por los mineritos / que est¨¢n debajo de tierra". Y en su colecci¨®n de coplas (Leipzig, 1862) ya da Tom¨¢s Segarra, con liger¨ªsimas variantes, la letra de uno de los tarantos con m¨¢s prosapia, potenciada luego por el gran tarantero Manuel Escacena y muchos otros int¨¦rpretes: "`Si me quieres, d¨ªmelo, / y si no, dame veneno... ".
Esos visto-y-no-visto del taranto proseguir¨¢n en nuestro siglo. N¨²?ez de Prado invoca en 1904 la m¨¢s famosa letra tarantera, D¨®nde estar¨¢ mi muchacho, que su coterr¨¢neo y genial Manuel Torre grabar¨ªa bajo la desatinada designaci¨®n discogr¨¢fica de ronde?a (!). En 1915, Carmen de Burgos identifica la voz taranto con los mineros de Almer¨ªa que llegaban a trabajar a Linares, y Aleal¨¢ Venceslada atribuye el t¨¦rmino en su Vocabulario andaluz (1934) a tajo almeriense. Da como ejemplo de ello una llamativa cita popular ("Todos los que desmontan la dehesa son tarantos"") y define a la taranta como a "una canci¨®n popular de Almer¨ªa".
La pr¨¢ctica de los cantes mineros surge en el mundo flamenco alrededor de 1880, a?o en que el renombrado Rojo, El Alpargatero, y otros artistas aparecen cantando en el balneario de Archena; en 1886, la rar¨ªsima revista flamenca sevillana El Cante, que acaso seamos los primeros en mencionar, da una buena referencia a Almer¨ªa en la biograf¨ªa de la cantaora ?frica V¨¢zquez.
Esas minas ...
Las migraciones mineras, las tonalidades propias del estilo almeriense y las aportaciones de los maestros locales ir¨¢n amasando la entidad del taranto. Rasgo t¨¦cnico claramente almeriense es el de comenzar el cante por la ¨²ltima palabra del primer o el segundo verso de la copla, modalidad aplicada luego a otros estilos, como la malague?a del Canario y la cartagenera de Chac¨®n.Intercambi¨® el taranto influjos y enriquecimientos con estilos flamencos de la lim¨ªtrofe regi¨®n murciana a trav¨¦s de la vida minera y sobre todo, de Chilares y El Morato, quienes vivieron entre su Almer¨ªa natal y Cartagena, y de Rojo, El Alpargatero (Antonio Grau Mora, 1847-1907), nacido en la alicantina Callosa del Segura, pero largamente residente en Almer¨ªa, con la que siempre estuvo en contacto por cuestiones de negocios. En Ja¨¦n y sus tierras metal¨ªferas de Linares y La Carolina, los mineros y cantaores tarantos se codean con los cantaores jiennenses de nota (Basilio, El Tonto Linares, Los Heredia, El Bacalao, Luis Soriano, El Cabrerillo), y el ferrocarril minero Almer¨ªa-Linares, ultimado en 1899, act¨²a como poderoso propulsor de ese pulular laboral y folkl¨®rico. A su vez, entre Almer¨ªa y M¨¢laga mu¨¦vese un intenso trasiego flamenco por lo menos desde 1881, en que el casino almeriense contrata a la cantaora La Rubia. Hecho que acaso explique la patente influencia del cante del Ciego de la Playa en la malague?a del Canario, amante rend¨ªo de La Rubia.
Deducciones y precisiones
Tan intrincada red de causas y efectos y la falta de concreta documentaci¨®n musical han ido echando para atr¨¢s los intentos de historiar la g¨¦nesis del taranto, que es la mayor gema -no la ¨²nica- del cante almeriense, y para cuya fijaci¨®n encontramos insuficientes y precipitadas las tres l¨ªneas que a ella dedican R.Molina y A. Mairena en su excelente tratado Mundo y formas del cante flamenco. El meollo de la cuesti¨®n tal vez est¨¦ en considerar al taranto mismo:- O bien como un fandango de Almer¨ªa trascendido a cante m¨¢s denso y con acento jondo y peculiar.
- Como taranta corta.
- O, en fin, como una variante evolucionada de la primitiva taranta minera.
En cuanto a provinencias, he aqu¨ª el fen¨®meno de un matrimonio flamenco, el del taranto y la taranta, cuyos dos c¨®nyuges se funden hasta no permitir su diferenciaci¨®n ni aun sus denominaciones de origen, como se dir¨ªa de los vinos. La fusi¨®n ya se refleja en la discograf¨ªa antigua, esas placas grabadas entre 1900 y 1920, donde un mismo cante minero aparece con diferentes nombres...
De las tres opciones se?aladas, y aun sin prescindir por entero de, las dos primeras, quiz¨¢ sea la tercera la m¨¢s aceptable: el taranto es una variante de la a?eja taranta minera, prevaleciendo en aqu¨¦lla la denominaci¨®n femenina como consecuencia de la evoluci¨®n del taranto y para diferenciarlo de ¨¦ste. H. Rossy alude al taranto como a "m¨¢s viril y en¨¦rgico" que las tarantas, "m¨¢s aladas, sutiles y femeninas"`.
Tal como hoy lo o¨ªmos, el cante de taranto est¨¢ influido por su creaci¨®n como baile, que desde 1951 impulsaran, dentro y fuera de Espa?a, Rosario y Antonio, Fernanda Romero, Flora Albaic¨ªn y otros artistas de la danza. Cante, en principio, b¨¢sicamente libre, sus actuales compases y medidas deben, en efecto, proceder de una necesidad de ajuste al baile. Y tambi¨¦n cabr¨ªa adjudicar al influjo de ¨¦ste los finales a?adidos qu¨¦ o ay qu¨¦ -a nuestro juicio, ociosos y chocantes- con que hoy rematan el taranto numerosos cantaores.
Acordes finales
Del toque de taranto dice el guitarrista almeriense Jos¨¦ Richoly que su timbre m¨¢s bello y recio se logra "poniendo la cejilla al segundo traste", si as¨ª conviene a la voz del cantaor. Y muchos fueron aquellos cuyo eco de voz y sensibilidad propiciaron el auge de tan emotivo y hermoso cante. Aparte los ya citados, grandes taranteros de ayer fueron Chac¨®n (quien lo aprendi¨® en Almer¨ªa del Ciego de la Plata y lo institucionaliz¨® en el repertorio), La Ni?a de los Peines, Fernando el de Triana, El Cojo de M¨¢laga, Cayetano el de Cabra, Vallejo, Cepero, Pepe Marchena (muy cabal en ese concreto palo), El Pena, Guerrita, Jacinto Almad¨¦n, Bernardo, El de Los Lobitos (?cu¨¢nto sevillano en el palmar¨¦s!); y de nuestros d¨ªas, todo un plantel, cuya abundancia recomienda no destacar otro nombre que el de Antonio Fern¨¢ndez, Fosforito, quien, a ra¨ªz de su triunfo en el Concurso Nacional de C¨®rdoba de 1956, grab¨® y difundi¨® muy ampliamente el estilo en cuesti¨®n.Visto queda que si la g¨¦nesis del taranto se muestra confusa, sus t¨¦rminos, aqu¨ª expuestos, no lo son tanto. Y refiri¨¦ndonos por fin a la mayor dificultad, que es la de desligar la inicial conexi¨®n taranta-taranto, no hay error posible si aludimos al ¨²ltimo como cante de Almeria.
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