Las crisis economicas
La larga crisis econ¨®mica en la que se debate el mundo desde 1973 ha dado lugar, como era natural, a un alud de art¨ªculos, ensayos y obras sobre este fen¨®meno econ¨®mico. No faltan teor¨ªas explicativas, no todas muy ajustadas a la verdad, y a menudo se tiende tambi¨¦n a efectuar extrapolaciones aventuradas o gratuitas para identificar nuestra actual crisis con la de 1929.
En EL PA?S SEMANAL del 20 de marzo ¨²ltimo, junto con una extensa informaci¨®n sobre el economista Keynes, se aborda una teor¨ªa muy sugestiva sobre las crisis c¨ªclicas del sistema capitalista. Se supone que cada oleada de adelantos t¨¦cnicos rompe, por decirlo as¨ª, unos sistemas dados de producci¨®n, promoviendo una crisis que se resuelve cuando las innovaciones t¨¦cnicas o industriales producen sus frutos. Se analizan, as¨ª, cuatro ciclos hist¨®ricos, seg¨²n clasificaci¨®n del economista sovi¨¦tico Kondratieff, con sus cumbres de prosperidad y sus subsiguientes depresiones. Estos ciclos se sit¨²an en los a?os 1790, 1874, 1914/16 y 1973, y se corresponden con la aparici¨®n, respectivamente, de la m¨¢quina de vapor, el ferrocarril, la electricidad y el veh¨ªculo a motor y la era del petr¨®leo y la qu¨ªmica.Si bien estos hitos econ¨®micos son reales, resulta m¨¢s aventurado el ligar la existencia de las crisis a esta especie de proceso de destrucci¨®n creadora, como dice textualmente el art¨ªculo citado. La realidad es m¨¢s sencilla. Toda ¨¦poca de boom econ¨®mico lleva en su seno la semilla de la crisis, y ello, por un proceso muy simple en el que juegan papel preponderante el sistema crediticio y la pol¨ªtica monetaria. En los momentos de gran euforia econ¨®mica, la expansi¨®n productora se ve acelerada por la baratura del dinero y la facilidad de obtener cr¨¦dito. La sucesiva y casi simult¨¢nea utilizaci¨®n de un mismo dinero -se presta y se reembolsa r¨¢pidamente para ser de nuevo prestado y reembolsado- produce el mismo efecto inflacionista que si se estuviera recurriendo a la m¨¢quina de fabricar papel moneda. El ahorro, por tanto, pasa a ser un medio secundario de financiaci¨®n. Esta situaci¨®n de inflaci¨®n, cuyos efectos negativos, aunque sobrevalorados a menudo, son indudables, produce una elevaci¨®n de precios que arrastra a los salarios y que sit¨²a al pa¨ªs en desventaja competitivad. No hay m¨¢s remedio, entonces, que meter la marcha atr¨¢s en esta maquinaria econ¨®mica desbocada, y la primera palanca que se utiliza es la del cr¨¦dito. Los bancos cierran los cordones de sus bolsas, institucionalmente se eleva la tasa de inter¨¦s y se desemboca en una defiaci¨®n. La inversi¨®n se ve frenada, y hay que reducir personal. Esto contrae la demanda de bienes de consumo, lo que repercute negativamente sobre la producci¨®n.
?ste es el mecanismo de las crisis c¨ªclicas del sistema capitalista. Esto no quiere decir que estos ciclos sean siempre iguales. En cada una de las ondas depresivas de la econom¨ªa concurren circunstancias particulares. En la actual, por ejemplo, la defiaci¨®n subsiguiente al extraordinario auge econ¨®mico de la d¨¦cada de los sesenta se ha visto complicada por la simult¨¢nea crisis del petr¨®leo. Y en 1929 fue tan alta la subida de la especulaci¨®n y la superproducci¨®n que, como pasa en la vida, m¨¢s durafue la ca¨ªda.
En cuanto a la gran depresi¨®n de 1929, mucha bibliograf¨ªa existe sobre ella, pero hay un texto, con lenguaje sencillo e ingenioso, debido a la pluma del escritor franc¨¦s Bertrand de Jouvenel, La crise du capitalism¨¦ americain, que en los primeros a?os de la depresi¨®n explicaba la desaforada especulaci¨®n burs¨¢til de Wall Street y el se?uelo de los plazos para forzar el consumo, a trav¨¦s del gracioso periplo econ¨®mico de Jones, s¨ªmbolo del americano medio.
Jones ten¨ªa en 1921 2.000 d¨®lares ahorrados. No sabiendo qu¨¦ hacer con ellos, compr¨® acciones de la RCA y de la Goodyear a precios entre dos y cinco d¨®lares la acci¨®n. En 1924 se felicit¨® por su ingenio. Sus acciones hab¨ªan subido y val¨ªan ya 10.000 d¨®lares. Hab¨ªa multiplicado su capital por cinco. Animado, decidi¨® no venderlas y tratar de adquirir otro buen paquete. No ten¨ªa dinero, pero, depositando sus acciones como garant¨ªa, pudo f¨¢cilmente obtener un cr¨¦dito de 6.000 d¨®lares, y as¨ª volver a comprar acciones en bolsa. En 1927 sus t¨ªtulos val¨ªan 36.000 d¨®lares. Lleno de confianza en el porvenir, decide no vender m¨¢s que lo indispensable para pagar los intereses de sus cr¨¦ditos. ?Para qu¨¦ reembolsarlos? Basta con comprar nuevas acciones. Tampoco ahora ni un d¨®lar, ya que las subidas de la bolsa le enriquecen d¨ªa a d¨ªa. Entonces decide comprarse un coche y una buena casa, a plazos ambos, m¨¢s una hipoteca sobre ¨¦sta. Y sigue sus inversiones, siempre a cr¨¦dito, naturalmente. Va a todas las ampliaciones que se le ofrecen. En 1928 posee ya un capital en acciones de 136.000 d¨®lares, pero como dan muy poco beneficio, tiene que echar mano de su sueldo para amortizar sus crecientes cargas financieras. Impone en la casa una dr¨¢stica reducci¨®n de gastos. ?Vender acciones? S¨®lo en ¨²ltimo momento. Son un valor seguro y en alza. Al inicio de 1929 posee ya 285.000 d¨®lares, pero necesita dinero efectivo de forma ineludible y urgente. Las letras del coche, los plazos de la hipoteca y los intereses de los pr¨¦stamos se comen ya todos sus ingresos. Hay que vender acciones. Pero todos los Jones del pa¨ªs tienen que vender.
Los grandes especuladores hace ya tiempo que se pusieron a salvo, liquidando sus ganancias y tomando posici¨®n a la baja. En un mes las acciones de Jones s¨®lo valen 39.000 d¨®lares. Su capital en t¨ªtulos no cubre lo que debe, e innumerables Jones son apremiados por sus vendedores de coches, sus prestamistas y sus banqueros. Hay que vender el coche, la casa y parte de las acciones. Pierde dinero en todas las ventas, pero a¨²n con ria en que el resto de sus acciones vuelvan a subir. En 1930 no valen ya nada pr¨¢cticamente. En el mis mo a?o pierde su empleo por electos de la crisis.
Esta es la historia de Jones; en definitiva, la historia del pueblo americano. En ella se ilustran todos los componentes de una crisis. La org¨ªa de la bolsa -el ¨ªndice de cotizaci¨®n pas¨® de 79, en 1921, a 448, en 1929-. Los pr¨¦stamos para especulaci¨®n, de 774 millones de d¨®lares, a 6.800 en el mismo per¨ªodo. Las compras a plazos de Jones representan el desenfreno consumista, atizado constantemente por la necesidad de dar salida al exceso de producci¨®n. Es una prosperidad basada en el cr¨¦dito y no en la solidez econ¨®mica.
Comparaciones
No es dificil hacer aventuradas comparaciones entre la actual crisis mundial y la de 1929; al fin y al cabo, hay una serie de fen¨®menos que concurren en todas ellas en mayor o menor medida. De todos modos, hay que tener en cuenta que la organizaci¨®n econ¨®mica mundial posee hoy unos mecanismos de cooperaci¨®n internacional -Mercado Com¨²n, EFTA, Comecon, etc¨¦tera- de los que carec¨ªa entonces. El control bancario es m¨¢s estricto, y ya a ning¨²n pa¨ªs se le ocurre la nefasta idea de mantener a toda costa el patr¨®n oro, ni siquiera la moneda normal. Realmente, si la actual crisis se parece en alg¨²n pa¨ªs a la americana de entonces, es en el nuestro.
Posiblemente estemos ya saliendo del l¨®brego t¨²nel de la depresi¨®n. Hay signos alentadores. Y no vamos a necesitar una guerra para acabar de salir de ella, como en 1939. Y eso es ya bastante. Si se pudiera invocar a los economistas como a los santos patronos, tendr¨ªamos que hacer rogativas para que Kondratieff no se equivoque y con la inform¨¢tica nos introduzca en un nuevo ciclo de prosperidad.
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