Londres, bajo los golpes de la crisis econ¨®mica
La crisis econ¨®mica que ha golpeado al Reino Unido no ha hecho una excepci¨®n con la antigua capital del imperio, Londres. Cualquier turista que pasee en invierno por los alrededores del Covent Garden a la salida de la funci¨®n de ¨®pera, puede quedarse sorprendido a la vista de una fila de cajones de cart¨®n, con pies, que se mueven lentamente frente a una oficina de empleo. Son j¨®venes parados que esperan toda la noche, refugiados en cajones, a que se abra la puerta para ser los primeros y obtener el empleo de 24 horas o de una semana que les permita completar la asignaci¨®n de la seguridad social. Y si pasea durante el d¨ªa por los alrededores del r¨ªo T¨¢mesis, ver¨¢ tambi¨¦n con sorpresa que el edificio del Greater London Council (el equivalente, con matices, del ayuntamiento) est¨¢ coronado por un inmenso cartel luminoso: "N¨²mero de parados: 320.00". En Londres reside el 10% de la poblaci¨®n desempleada del Reino Unido.
Quien interprete estos datos en el sentido de que Londres es una ciudad conflictiva, tipo Nueva York, se equivocar¨ªa. El ¨ªndice de delincuencia no es mayor que el de otras capitales europeas, y los enfrentamientos sociales son sorprendentemente escasos, aunque a veces ocurran revueltas como las del barrio de Brixton, al sur de la ciudad, en 1981. Londres es, eso s¨ª, una capital con graves problemas, que conserva muchas de sus mejores tradiciones, pero que ofrece contrastes m¨¢s sangrantes tal vez que los de cualquier otra capital europea occidental.Los problemas m¨¢s importantes, como en no importa qu¨¦ ciudad con m¨¢s de siete millones de habitantes, son la vivienda y el transporte. La contaminaci¨®n, que hizo famoso el smog londinense, ha desaparecido pr¨¢cticamente, al igual que la poluci¨®n del r¨ªo T¨¢mesis, donde ahora se pueden pescar rollizas carpas. El milagro ha sido posible gracias a una fuerte inversi¨®n y al reforzamiento de las medidas de control.
Donde los londinenses no pueden hacer ning¨²n milagro es en el problema de la vivienda. El Reino Unido tiene un especial¨ªsimo y tradicional sistema de venta por el que, en muchos casos, se vende el piso, la casa o el apartamento, pero no el solar.
El propietario de la tierra (landlord) recuperar¨¢ el solar al t¨¦rmino del lease, que suele ser de 100 a?os, y podr¨¢ volver a venderla. Sucede as¨ª que personajes como el duque de Westminster u otros familiares de la reina, propietarios del suelo de los barrios m¨¢s elegantes de Londres, Belgravia, Mayfair, Chelsea, renuevan peri¨®dicamente sus fortunas familiares.
La compra, sin embargo, es frecuentemente m¨¢s f¨¢cil que el alquiler. Un piso peque?o, de un dormitorio y sal¨®n, en el Inner London -es decir, en los 12 distritos centrales- puede costar 60.000 pesetas al mes y, adem¨¢s, estar en malas condiciones de conservaci¨®n. Como es l¨®gico, una parte importante de la poblaci¨®n no puede pagar estos precios e intenta conseguir una vivienda propiedad de las autoridades locales.
De los 2.700.000 viviendas que est¨¢n censadas en Londres, 1.200.000 aproximadamente est¨¢n ocupadas por sus propietarios, medio mill¨®n son de alquiler privado y casi 800.000, de alquiler comunal. Otras 240.000 personas esperan, en rigurosas listas, tener la oportunidad de alquilar uno de estos apartamentos o viviendas del ayuntamiento. El Greater London Council (GLC) -que coordina los 32 council en que est¨¢ dividido Londres- estimaba en 1981 que exist¨ªan 77.500 familias sin vivienda y 484.000 casas que ten¨ªan que ser reparadas urgentemente.
Recortes en el programa de viviendas
El problema de la vivienda es, en la mayor parte de los casos, competencia del GLC o de los diferentes ayuntamientos londinenses. Para atender esta necesidad cuentan con los ingresos que le proporcionan los alquileres y con el dinero procedente del Gobierno central. Los ingresos por alquileres no son elevados: la renta media oscila entre 60 y 123 libras mensuales (2.000 a 24.500 pesetas), seg¨²n se trate de una sola habitaci¨®n o de cuatro piezas. Adem¨¢s, en bastantes casos, el ayuntamiento deja de percibir el alquiler si el inquilino se encuentra en paro prolongado.El Gobierno conservador de Margaret Thatcher, con su pol¨ªtica de recortes presupuestarios, tampoco ha corrido en ayuda de los ayuntamientos. Seg¨²n el GLC, todos sus planes de inversi¨®n y promoci¨®n de nuevas viviendas han tenido que ser revisados porque el ministerio correspondiente cort¨® por la mitad las cantidades destinadas a subvencionarle.
No resulta extra?o que Londres haya tenido que moderar su ambicioso programa Thamesmead, que prev¨¦ la construcci¨®n de un nuevo barrio, con 4.000 viviendas y capacidad para 50.000 personas, en las zonas de Greenwich y Baley. El Gobierno de Margaret Thatcher no ha facilitado m¨¢s que 109 millones de libras, frente a los 204 millones que solicitaba el GLC para el programa de inversiones.
Las diferencias y enfrentamientos entre el Gobierno conservador y el Greater London Council, controlado por los laboristas, son moneda corriente.
Los transportes m¨¢s caros
Margaret Thatcher estima que el GLC suplanta indebidamente el papel de la iniciativa privada y quiere, adem¨¢s, lanzar un programa de venta de las viviendas propiedad de los ayuntamientos, a lo que se oponen los laboristas. La iniciativa de Thatcher es extraordinariamente popular (el sue?o dorado de todo brit¨¢nico que se precie es tener su propia casa), pero peligrosa a nivel municipal, o al menos as¨ª lo creen los laboristas.Las viviendas propiedad de los ayuntamientos ayudan a regular el mercado y mantener una mejor justicia distributiva. De acuerdo con esta teor¨ªa, s¨®lo se vendieron en Londres en 1981-1982 2.600 viviendas municipales.
Otra fuente permanente de discusi¨®n entre el Gobierno y el GLC la proporciona la pol¨ªtica de transportes p¨²blicos. Londres es posiblemente la ciudad con los transportes p¨²blicos m¨¢s caros del mundo. Un trayecto en metro de siete estaciones puede costar f¨¢cilmente 40 pesetas, y si el usuario vive en los barrios extremos -es decir, si pertenece a la clase trabajadora- entonces tendr¨¢ que pagar un m¨ªnimo de una libra (200 pesetas) por un solo recorrido hacia el centro de Londres. Evidentemente existen sistemas de tarjetas anuales y mensuales que abaratan los precios;, pero, aun as¨ª, la ¨²ltima subida de las tarifas ha provocado, seg¨²n el GILC, una disminuci¨®n de usuarios del 12%.
Dado que los ciudadanos londinenses no dejan de ir a trabajar, quiere decirse que las tarifas del Metro y de los autobuses les desaniman, al menos a los econ¨®micamente d¨¦biles, a la hora de ir a visitar a la familia o a los amigos, de ir al cine al centro o simplemente de realizar las compras fuera de su barrio.
El problema de las tarifas del Metro y autobuses se ha convertido en una lucha personal de Ken Livingston. Ken, conocido tambi¨¦n por El Rojo, tanto por el color de su pelo como por su combatividad, es el jefe de la mayor¨ªa laborista del GLC y, en cuanto tal, su l¨ªder pol¨ªtico, aunque a la hora de las ceremonias exista un chairman y un lord mayor of London, con casi nulas competencias. Livingston lleg¨® al Greater London Council en mayo de 1981, y en octubre del mismo a?o puso en marcha un nuevo sistema de tarifas para el transporte p¨²blico que supon¨ªa aproximadamente una reducci¨®n del 50%.
El caso lleg¨® hasta la C¨¢mara de los Lores, sobre la base de que los contribuyentes no ten¨ªan por qu¨¦ subvencionar el transporte p¨²blico londinense.
Nuevo sistema de tarifas para el transporte
El nuevo esquema de tarifas -y otros proyectos colaterales- fueron declarados ilegales y los precios subieron de nuevo el 2 de marzo de 1982 en un ciento por ciento. Los resultados parecen haber sido tan desastrosos que se ha autorizado ahora una nueva reducci¨®n del 25%.Livingston afirma que, con su plan inicial, el ¨ªndice de subsidio del transporte p¨²blico hubiera sido el 46%, lo que es un porcentaje muy aceptable en comparaci¨®n con los de otras grandes ciudades, como Nueva York (72%), Mil¨¢n (70%), Berl¨ªn (61%) o Par¨ªs (56%). La interrupci¨®n del plan y la p¨¦rdida de usuarios va a exigir ahora en Londres una subvenci¨®n p¨²blica del 96%, siempre seg¨²n datos del Greater Londond Council.
Las discusiones sobre lo que le cuesta mantener Londres al contribuyente medio brit¨¢nico son, desde el punto de vista de los miembros del partido laborista, discusiones de tipo electoral, carentes de fundamento.
El presupuesto del Greater London Council para 1982-1983 (el a?o fiscal brit¨¢nico va de primavera a primavera) fue de 2.828,9 millones de libras esterlinas, de las cuales s¨®lo un 8% (226,6 millones) proceden del presupuesto nacional. El resto llega a trav¨¦s de impuestos locales (51,8%), tarifas del transporte (20,3%), alquileres (2%) y otros ingresos diversos (7,9%).
El transporte p¨²blico tampoco supone la partida m¨¢s importante de los gastos del Greaster London Council. En el mismo a?o fiscal absorbieron un 28,2% los recursos, contra un 32,3% destinado al cap¨ªtulo de educaci¨®n y un 17% al de vivienda.
El Greater London Council es responsable de la educaci¨®n a todos los niveles en el Inner London, facilitando a los residentes en estos 12 distritos el dinero necesario para que realicen sus estudios.
Ma?ana:
Informes: Urbanismo, educaci¨®n y deporte
Reportaje: Bruselas
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