Buenos y malos
La misi¨®n primordial del comentarista, no me canso de insistirlo, consiste en mantener informado al lector acerca de qui¨¦nes son los buenos y los malos. Todo lo dem¨¢s es adorno;, generalmente, Adorno de Franfurt incrustrado con aforismos de Juan de Mairena y un ,sonido que se desliza de Mahler a Bruckner, que ¨¦sa es la receta oficial para comulgar todos los primeros viernes del cuadrienio.La OTAN sigue siendo mala, pero los euromisiles ya empiezan a ser buenos desde que Felipe mir¨® recientemente por encima del muro de Berl¨ªn y descubri¨® la ancha sombra de la complejidad. Los obispos norteamericanos son mucho m¨¢s buenos que los obispos espa?oles, porque est¨¢n en contra de la guerra nuclear y a favor del desarme total, mientras que nuestro episcopado todav¨ªa anda extraviado en la guerra medieval del aborto terap¨¦utico, algo que encantar¨ªa al presidente Reagan. Lo cual quiere decir que urge un intercambio de obispos con los USA a fin de adaptar los prelados al electorado mayoritario de cada pa¨ªs.
El militarismo de Reagan es intr¨ªnsecamente perverso, pero resulta que los F-18 de la McDonnell Aireraft son buenos, incluso bastante mejores y m¨¢s caros que los Tornado alemanes. El rey de Marruecos es ruin y p¨¦rfido si pronuncia los nombres de Ceuta y Melilla, aunque sea un magn¨ªfico aliado natural (sic) en todo lo dem¨¢s. La misma ambig¨¹edad ocurre con el presidente Mitterrand: es un muchacho excelente cuando promete el vago apoyo franc¨¦s al ingreso metaf¨ªsico de Espa?a en la CEE, pero es malo despu¨¦s de un atentado de la ETA; incluso lleg¨® a ser el vil de la pel¨ªcula de Semana Santa al limitar la salida de francos por turista. Se sabe que la se?ora Thatcher es detestable en general, sobre todo cuando hace maniobras o juega a las guerras coloniales, pero espera a que nos compre m¨¢s naranjas y limones...
En fin, hay d¨ªas que nos levantamos con honda vocaci¨®n africana; otros, con maternal vocaci¨®n latinoamericana, y a veces desayunamos con decidida vocaci¨®n europea, incluso occidentalista. Con tantas y tan contradictorias vocaciones nos est¨¢n poniendo muy d¨ªficil la misi¨®n del comentarista, que as¨ª no hay manera de cumplir con la sagrada misi¨®n de diferenciar a los buenos de los malos.
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