Semblanza de un filol¨®go
En la tarde de hoy, 30 de mayo, los amigos y disc¨ªpulos del profesor Fernando L¨¢zaro vamos a reunirnos en tomo a ¨¦l para hacerle entrega de los vol¨²menes que con motivo de su sesenta cumplea?os se han preparado. Tomando pie en ese acto, tenemos gusto en trazar ahora una semblanza suya.Fernando L¨¢zaro naci¨® en Zaragoza en 1923, y fue pronto alumno y colaborador de D¨¢maso Alonso. Con ¨¦l hizo la tesis de doctorado (Las ideas ling¨¹¨ªsticas en Espa?a durante el siglo XVIII), que es quiz¨¢ su trabajo de tema idiom¨¢tico m¨¢s veces citado como fuente de autoridad; L¨¢zaro tuvo la capacidad -concedida a bien pocos- de haber sabido hacer justo a los 24 a?os un estudio s¨®lido y acabado, y en este sentido hay que decir que toda su obra presenta un nivel uniforme de calidad envidiable para todos a los que nos ha tocado -y somos quiz¨¢ los m¨¢s- tener que mejorar con el tiempo.
A los dos a?os de leer la tesis, en junio de 1949, L¨¢zaro obtuvo la c¨¢tedra de Gram¨¢tica General y Cr¨ªtica Literaria de la universidad de Salamanca, de donde pasar¨ªa luego a la Aut¨®noma de Madrid (1970-1978) y a la Complutense. En junio, tambi¨¦n de 1972, ingres¨® en la Academia de la Lengua, con un discurso sobre la composici¨®n del Diccionario de autoridades.
Las investigaciones literarias de ministro autor le han llevado a todas las ¨¦pocas de las letras espa?olas, y se ha ocupado as¨ª del teatro medieval, de la picaresca, de Lope y del Barroco, Morat¨ªn, Men¨¦ndez Pelayo, Antonio Machado, Guill¨¦n, Lorca...
Tampoco ha dejado de ocuparse -como se sabe- de la literatura que actualmente se est¨¢ haciendo, y en este sentido ha escrito muchas cr¨®nicas sobre el teatro contempor¨¢neo, o ha insistido en la imaginaci¨®n idiom¨¢tica de un autor como Francisco Umbral (testimonio de ello, digamos por nuestra cuenta, su bell¨ªsimo Mortal y rosa)
Calidades intelectuales
Varios hechos acaban de perfilar la personalidad profesional del fil¨®logo Fernando L¨¢zaro. En primer t¨¦rmino podemos referirnos a su designio de pulcritud, de claridad conceptual y de expresi¨®n, h¨¢bito que ¨¦l confiesa haber aprendido de su maestro D¨¢maso Alonso. Para nadie es un secreto que, en efecto, el profesor L¨¢zaro tiene una capacidad de escritura como casi nadie en la materia; sus hallazgos verbales no son a veces menos notorios que los de algunos de los autores literarios a los que admira.
En segundo lugar, puede aludirse a su af¨¢n did¨¢ctico, que late indudablemente, en los manuales pedag¨®gicos que ha escrito, las colaboraciones period¨ªsticas sobre temas de lengua... Hoy, adem¨¢s, cabe se?alar que cuatro o cinco catedr¨¢ticos universitarios espa?oles, y un cierto n¨²mero de otros profesores tambi¨¦n numerarios, han sido alumnos suyos o han colaborado con ¨¦l. Y esto sin contar a otros profesionales excelentes dedicados a la ense?anza media, a. los que est¨¢n fuera, etc¨¦tera.
Actualmente el profesor L¨¢zaro prepara estudios renovadores sobre teor¨ªa e historia de la lengua literaria, de los que ya ha publicado algunas muestras. Para los que hemos tenido la satisfacci¨®n de encontrarlo en el camino de nuestra vida, esos estudios constituir¨¢n un motivo m¨¢s de alegr¨ªa y una nueva ocasi¨®n de sentirnos leales a ¨¦l. Y sabido es -se ha dicho- que el disc¨ªpulo que de verdad quiere y contin¨²a a su maestro es aquel que le permanece relativamente infiel.
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