La nueva pol¨ªtica econ¨®mica a medio plazo
Ocurri¨® primero con la tasa prevista de "crecimiento del pr6ducto interior bruto". Felipe Gonz¨¢lez anunci¨® en diciembre, en su discurso de investidura, un objetivo del 2,5% como ¨ªndice de crecimiento del PIB para 1983, objetivo que fue rebajado al 2% sin m¨¢s explicaciones a principios del a?o por el ministro de Econom¨ªa en su comparecencia ante el Congreso de los Diputados, y ahora, este objetivo ha sido revisado de nuevo por el propio presidente del Gobierno con ocasi¨®n de su intervenci¨®n en el simposio organizado por el Herald Tribune y el Consejo Superior de C¨¢maras, y habla ya de un 2% para 1984 en lugar de 1983.Como no pod¨ªa ser menos, otro tanto ha pasado con el famoso compromiso electoral de los 800.000 puestos de trabajo netos". Este compromiso fue la principal bandera que enarbol¨® el PSOE en la campa?a de las generales, y, seg¨²n todas las encuestas, constituy¨® un elemento decisivo para alcanzar los 10 millones de votos. Sin embargo, a la vista de que el paro sigue creciendo, se diluy¨® primero el compromiso en los cuatro a?os de legislatura, y en el simposio aludido, el presidente Gonz¨¢lez se ha preparado para abandonarlo diciendo ya que "querr¨ªamos alcanzar" ese objetivo. M¨¢s claro todav¨ªa ha sido el ministro Solchaga, que, aunque fue uno de los que reiteradamente anunciaron en la campa?a electoral la creaci¨®n de los 800.000 empleos netos, acaba de reconocer que es "casi imposible" que esta cifra la alcancen en esta legislatura, a?adiendo a continuaci¨®n para cubrirse m¨¢s y como quien no quiere la cosa, que no le parece importante si el objetivo de los 800.000 puestos de trabajo se logra en 1986 o en 1987.
Para que no falte nada en la "ceremonia de la confusi¨®n", al hablar del programa econ¨®mico a medio plazo -y tambi¨¦n en el mismo simposio-, el presidente del Gobierno anunciaba un objetivo del 4% como tasa de inflaci¨®n para 1986 y, a continuaci¨®n, el propio Boyer descalificaba esta previsi¨®n consider¨¢ndola demasiado optimista.
Todo este conjunto de contradicciones deja claro que, a un lado los estudios t¨¦cnicos de previsiones que pueda tener hechos la Secretaria de Estado de Planificaci¨®n, el Gobierno como tal no tiene todav¨ªa dise?ada y asumida una "pol¨ªtica econ¨®mica a medio plazo" para presentar como marco en la tanda de conversaciones que se anuncian para la concertaci¨®n social y que deben ir acompa?adas de un amplio debate pol¨ªtico.
Un debate en el que las conclusiones previsibles no est¨¢n en absoluto predeterminadas por el llamado "escaso margen de maniobra que permite la situaci¨®n", pero s¨ª probablemente por la "posici¨®n hegem¨®nica del partido en el Gobierno" y la escasa flexibilidad que hasta ahora parece mostrar hacia otras posiciones.
Me parece, en todo caso, que a los pol¨ªticos nos corresponde la responsabilidad de contribuir a ese debate.
Hay una primera cuesti¨®n de enfoque que me gustar¨ªa aclarar. Creo que en la vida econ¨®mica espa?ola, tanto a la hora de los an¨¢lisis como de las estrategias de acci¨®n, se adolece de falta de perspectiva y se, olvida con frecuencia que "con unos mismos datos macroecon¨®micos pueden coexistir situaciones sectoriales y empresariales totalmente diferentes".
Por ello considero imprescindible que el debate tenga lugar -para resultar ¨²til de verdad-. Adem¨¢s de ser coherente en t¨¦rminos macroecon¨®micos debe proyectar ¨¦stos al ¨¢mbito microecon¨®mico ya que "es al mundo de las empresas y a las pol¨ªticas sectoriales donde acaba transfiri¨¦ndose la necesidad del ajuste". De ah¨ª la exigencia de definir cu¨¢l va a ser "la filosof¨ªa de la nueva intervenci¨®n administrativa", el dise?o de "la nueva pol¨ªtica industrial" y el marco de las "reglas de juego" precisas para disminuir la incertidumbre de los pr¨®ximos a?os.
Personalmente, aunque tengo intenci¨®n de abordar en art¨ªculos sucesivos estas tres ¨²ltimas cuestiones y de forma fundamental el enfoque y criterios de la pol¨ªtica industrial, hoy me limitar¨¦ a referirme al aspecto macroecon¨®mico ya que los planteamientos del presidente Gonz¨¢lez me han parecido poco coherentes en algunas cosas, excesivamente ut¨®picos en otras y demasiado conservadores y escasamente ambiciosos en su visi¨®n de conjunto y a la hora de crear empleo, donde si el resto de sus previsiones se cumplen (especialmente las del crecimiento del PIB de un 2% en 1984 y 3% en 1985) no habr¨¢ en ning¨²n caso los puestos de trabajo prometidos.
La incoherencia est¨¢ en que con esos objetivos de crecimiento, cualquiera sabe que es imposible aumentar el empleo en los niveles previstos. La utop¨ªa est¨¢ en hablar de una tasa del 4% de inflaci¨®n sin especificar los medios por los que espera conseguirla -aunque ya el se?or Boyer ha amenazado que si suben los salarios est¨¢ dispuesto a "reajustes brutales"- y es ut¨®pica tambi¨¦n su referencia a la salud de la peseta. Y es un planteamiento excesivamente conservador y poco ambicioso a la hora de enfocar la pol¨ªtica de inversiones y de reasignaci¨®n del gasto.
Una pol¨ªtica econ¨®mica a medio plazo debe estar orientada a conseguir "m¨¢s bienes y servicios para la cobertura de las necesidades sociales y el mejor reparto de los mismos entre los diferentes grupos", poniendo el acento en uno u otro de los aspectos en cada momento en funci¨®n de las circunstancias que se den.
Ello implica pronunciarse. sobre los siguientes puntos:
-El reparto del PIB entre consumo e inversi¨®n.
-El nivel de crecimiento y el de ocupaci¨®n.
El equilibrio exterior e interior.
-La pol¨ªtica de rentas.
-El nivel de bienestar que se desea alcanzar no s¨®lo en los t¨¦rminos cuantitativos sino de otros que tienen qu¨¦ ver con la calidad de vida, como: cultura, educaci¨®n, sanidad, urbanismo, medio ambiente, justicia, etc¨¦tera.
Las dos alternativas
Dejando a un lado la consideraci¨®n de posibles posturas intermedias, se pueden configurar en un horizonte de medio plazo "dos alternativas b¨¢sicas,"
La primera, fuertemente condicionada por los presentes desequilibrios, supondr¨ªa optar por un ritmo bajo de crecimiento "a la espera de tiempos mejores", estableciendo un objetivo de aumento del PIB en torno al 2% a partir de 1984 y con un comportamiento paralelo de las restantes magnitudes. Esta alternativa supone renunciar a afrontar el problema del paro, centr¨¢ndose exclusivamente en la contenci¨®n de la inflaci¨®n.
La alternativa b¨¢sica del otro extremo estar¨ªa a partir de una "utilizaci¨®n intensiva del potencial de desarrollo existente", aprovechando la ventaja que supone la actual coyuntura energ¨¦tica y la mejora de expectativas internacionales, y apoy¨¢ndose en un s¨®lido pacto social que permita una adecuada pol¨ªtica de rentas y una moderaci¨®n del consumo p¨²blico y privado, de forma que se pueda desacelerar la importaci¨®n y liberar capacidad de producci¨®n en los sectores no infraut¨ªlizados para atender al reto exportador, as¨ª como aumentar la formaci¨®n bruta del capital fijo hasta cifras superiores al 25% del PIB.
Esta alternativa debe permitir aproximar nuestros ritmos inflacionistas a niveles m¨¢s pr¨®ximos al contexto econ¨®mico en que nos movemos para mejorar nuestra competitividad, al tiempo que se produce un crecimiento m¨¢s intenso del PIB (no creo descabelladas tasas del 4% y superiores a partir del a?o 1984/1985), basado en la inversi¨®n, la mejora de la productividad y el mayor n¨²mero de trabajadores.
Entre estas alternativas se encontrar¨¢, previsiblemente, el resultado de los pr¨®ximos a?os, en funci¨®n de las decisiones que adopte el Gobierno, el contenido del pacto social, el comportamiento de los agentes econ¨®micos y la evoluci¨®n del entorno en que nos movemos.
Ambas alternativas b¨¢sicas cuentan con la previsible recuperaci¨®n de las econom¨ªas occidentales y el consiguiente tir¨®n de EE UU, pero mientras la primera todo lo f¨ªa a las decisiones de Washington -y eso es lo que parece ocurrirle al actual Gobierno-, la segunda trata de "sacar partido tambi¨¦n de las bolsas de crecimiento potencial encubiertas" que tenemos en nuestra estructura: infrautilizaci¨®n productiva, nivel de ocupaci¨®n, retraso tecnol¨®gico, renta de situaci¨®n, mejoras organizativas, reasignaci¨®n de recursos en un contexto econ¨®mico m¨¢s amplio, etc¨¦tera.
Nadie podr¨ªa, decir que una u otra pol¨ªtica tenga m¨¢s posibilidades de ¨¦xito, de cara a subirnos al tren de la, recuperaci¨®n, pues dichas posibilidades van a depender fundamentalmente, como antes se?al¨¢bamos, del "aJuste que se haga en el ¨¢mbito empresarial y sectorial" y de la capacidad para reasignar gastos y para asumir esfuerzos comunes.
Lo que s¨ª es evidente es que la disciplina tendr¨ªa que ser posiblemente mayor en la segunda alternativa, que exigir¨ªa en su aplicaci¨®n una pol¨ªtica econ¨®mica que, sin abandonar el control de las magnitudes monetarias, se diera cuenta de que no acaban ah¨ª todos los problemas. Pero crecer a ritmos m¨¢s altos y abordar de verdad el desempleo bien vale la pena el esfuerzo solidario que supone una pol¨ªtica de rentas y aumentar los niveles de ahorro e inversi¨®n. De ah¨ª la necesidad del pacto como condici¨®n indispensable.
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