Los dos 'hombres de Orce'
El importante hallazgo paleontol¨®gico en un pueblo de Granada une a dos vecinos: uno muy viejo, hasta la petrificaci¨®n, y el otro muy din¨¢mico, a pesar de sus 69 a?os
El pasado fin de semana, en la localidad granadina de Orce, la Junta de Andaluc¨ªa y paleont¨®logos andaluces y catalanes anunciaron lo que podr¨ªa ser uno de los descubrimientos cient¨ªficos m¨¢s importantes de los ¨²ltimos a?os. Dicen que el trozo de cr¨¢neo fosilizado que encontraron en la vecina aldea de Venta Micena tiene entre 900.000 y 1.600.000 a?os, lo que lo convierte en el resto humano m¨¢s viejo jam¨¢s encontrado en Eurasia. Si sucesivas investigaciones nacionales y extranjeras lo confirman, habr¨¢ que adelantar radicalmente la fecha de la presencia humana en el continente. En gran parte, el descubrimiento de este hombre de Orce se puede atribuir a otro vecino de la localidad, Tom¨¢s Serrano, un humilde campesino. Es el segundo hombre de Orce.
Los dos hombres de Orce son vecinos; del cementerio natural del primero a la casa del actual apenas hay 35 metros. Y tuvieron mucho en com¨²n: una vida dura, en ¨ªntimo contacto con la naturaleza y en constante lucha contra los elementos. Ahora hasta comparten la fama. Pero no se conocieron: les separa un mill¨®n y medio de a?os.El primero de los dos hombres fue descubierto por un equipo del Instituto de Paleontolog¨ªa de Sabadell (Barcelona), tras varios a?os de trabajo en colaboraci¨®n con cient¨ªficos de la universidad y Museo Arqueol¨®gico de Granada. O, mejor dicho, fue encontrado un peque?o trozo fosilizado de su cr¨¢neo. Fue a base de minuciosas investigaciones de este trozo y tras consultas con expertos de otros pa¨ªses como los cient¨ªficos pudieron asignar su sorprendente dataci¨®n. Seg¨²n explica Josep Gibert, jefe del equipo catal¨¢n, seguir¨¢n las investigaciones en Venta Micena, mientras su hallazgo ser¨¢ sometido a la comunidad internacional cient¨ªfica.
Tambi¨¦n se espera determinar con m¨¢s exactitud s¨ª este hombre de Orce era uno de los ¨²ltimos de lo que se ha denominado homo habilis o, por el contrario, era de, los primeros seres llamados homo erectus.
Seg¨²n Gibert, ese primer hombre de Orce ten¨ªa una vida dura. "En aquellos tiempos la zona estaba al borde de un extenso lago, parte de un aut¨¦ntico paisaje africano que se extend¨ªa por toda Europa", dice. Al lado de este lago y en zonas de varios centenares de kil¨®metros de ancho, se supone que deambulaban peque?os grupos de hombres y mujeres, parando en asentamientos temporales y luchando contra enemigos como hienas, linces y hasta osos de la ¨¦poca.
El hombre de Orce -en realidad tendr¨ªa unos 17 a?os- apenas medir¨ªa m¨¢s de metro y medio, y pocos de estos seres vivir¨ªan m¨¢s de 40 a?os. Andaban erguidos, y ten¨ªan m¨¢s pelo que nosotros; tambi¨¦n tendr¨ªan un hueso que sobresal¨ªa de la frente y poca barbilla. Los cient¨ªficos suponen que las diferencias f¨ªsicas entre los sexos estaban m¨¢s acentuadas que las actuales.
Aunque Gibert precisa que es dif¨ªcil saber muchos detalles de su vida cotidiana, se piensa tambi¨¦n que estos seres utilizaban rudas herramientas de piedra. Comer¨ªan frutas, cereales, bayas e insectos Otras veces se asomar¨ªan despu¨¦s de que las hienas hubieran matado a alg¨²n animal, las asustar¨ªan y se quedar¨ªan con los restos. Se cree que en ocasiones se juntar¨ªan para la caza, por lo cual tendr¨ªan alguna organizaci¨®n social.
?En qu¨¦ pensaban esos seres? "Esto es m¨¢s dif¨ªcil a¨²n de precisar", se?ala Gibert. Observa que en algunos aspectos estaban en un punto medio entre los chimpanc¨¦s y el ser humano actual, pero defi nir exactamente en qu¨¦ punto ser¨ªa especular: hace notar que los chimpanc¨¦s -igual que el hombre moderno- pueden reconocer a sus abuelos, reconocerse a s¨ª mismos en un espejo, comunicarse entre s¨ª, usar herramientas y sentir pena ante la muerte. De pol¨ªtica lo m¨¢s probable es que estos hombres de Orce no supieran nada.
Otro vecino de la Venta
Unos 14.000 siglos m¨¢s tarde -5.000 siglos m¨¢s, 5.000 siglos menos- naci¨® en Venta Micena el segundo hombre de Orce. Tom¨¢s Serrano, hijo y nieto de lugare?os, conoci¨® una Venta muy cambiada desde los tiempos de su antecesor Ya no era un verdoso y c¨¢lido lago tropical, sino rocosas fanegas de secano mal repartidas entre 400 humildes campesinos y unos cuain. tos ausentes hacendados. Como su antecesor, Tom¨¢s se dedic¨® a ara?ar una existencia de la tierra ahora tan parca por las recurrentes sequ¨ªas. Por lo menos no tuvo que defenderse contra osos.
S¨ª luchar¨ªa Tom¨¢s en otros fren tes: era de la quinta del 35, la primera a la que toc¨® intervenir en la guerra civil. A pesar de un disgusto con la Guardia de Asalto, que le llam¨® fascista, Tom¨¢s combati¨® con valor en las filas republicanas en Brunete y Jarama, estuvo con El Campesino y conocer¨ªa a Lit Pasionaria. "Nos dijo que el buer soldado no es necesariamente el que ataca y mata, sino el que defiende con honor su posici¨®n", recuerda Tom¨¢s. Despu¨¦s de la guerra volvi¨® a la Venta para casarse: con Mar¨ªana, tambi¨¦n del lugar, y tener un hijo, tambi¨¦n llamado Tom¨¢s. Y pasar hambre. "En aquellos a?os hab¨ªa hambre para todos", dice ahora Tom¨¢s, todav¨ªa tan apol¨ªtico como su antecesor.
Tom¨¢s se interesaba por otras cosas. Cuando cuidaba las ovejas en su docena de hect¨¢reas, encontraba extra?os huesos fosilizados en la tierra. Pero cuando lo dec¨ªa en el pueblo la gente no le hac¨ªa caso, alg¨²n indocumentado hasta le acus¨¦ de ense?ar huesos de burros. Tom¨¢s llev¨® algunos de sus huesos a especialistas en Granada, hasta indag¨® en Madrid, pero tampoco fue expresado ning¨²n inter¨¦s.
Luego, un d¨ªa de septiembre de 1976, vinieron el profesor Gibert y sus colegas, y casi instintivamente empezaron a picar en la tierra de Tom¨¢s. Mariana sali¨® de la casa-cueva para preguntarles qu¨¦ quer¨ªan. Le dijeron que eran paleont¨®logos, que buscaban f¨®siles y huesos. Mariana les invit¨® a entrar a comer algo hasta que volviera Tom¨¢s, les dijo que a su marido le interesaba esto de los huesos. Era el comienzo de una estrecha colaboraci¨®n entre este segundo hombre de Orce y los cient¨ªficos. Algo como predestinado... hace m¨¢s de un mill¨®n de a?os.
La ciencia
"Desde que vimos las caracter¨ªsticas geol¨®gicas de la zona, nos quedamos maravillados por sus riquezas y posibilidades", manifest¨® Gibert. "Era una serie geol¨®gica casi continua, y luego Tom¨¢s nos ense?aba los lugares m¨¢s interesantes, los huesos que ¨¦l conoc¨ªa. Cuando empezamos a excavar, encontramos una enorme concentraci¨®n de f¨®siles, tal vez la mayor concentraci¨®n del Cuaternario inferior en Europa". Gibert precisa que este per¨ªodo va desde hace 1.600.000 a?os hasta el d¨ªa presente; en paleontolog¨ªa, el tiempo pasa despacio.
Los paleont¨®logos empezaron a picar la tierra. Descubrieron restos de los antecesores de caballos, ciervos, bisontes, hienas, osos e hipop¨®tamos. Todo estaba bajo una capa de fango y limo, lo que hab¨ªa permitido su fosilizaci¨®n y conservaci¨®n. Los cient¨ªficos sacar¨ªan peque?os bloques de tierra, a veces muy dura, que luego examinar¨ªan con m¨¢s detenimiento en su laboratorio de Sabadell.
Y en uno de estos bloques se encontraron algo extra?o, un trozo de unos ocho cent¨ªmetros de lo que parec¨ªa ser un cr¨¢neo humano. Si fuera as¨ª, ser¨ªa un hallazgo extraordinario: el resto humano m¨¢s antiguo jam¨¢s encontrado en Eurasia, un hueso que forzosamente tendr¨ªa que cambiar las hip¨®tes¨ªs sobre la apancion en este continente de los colonizadores africanos.
?Pero c¨®mo asignar a este trozo una dataci¨®n exacta? Como era tan antiguo, no serv¨ªa el m¨¦todo del carbono 14. En su ausencia, hab¨ªa que guiarse por los restos ya encontrados a su alrededor, y ¨¦stos apuntaban a una dataci¨®n de entre 900.000 y 1.600.000 a?os -por lo menos 200.000 a?os antes que el hueso humano m¨¢s antiguo anteriormente encontrado en Europa.
"Lo examinamos los cient¨ªficos de Sabadell y despu¨¦s consultamos con expertos del Museo Brit¨¢nico y la Universidad de Lyon, en Francia", dice Gibert. "El examen, durante cinco meses, fue realizado desde dos puntos de vista. Primero en un sentido positivo, compar¨¢ndolo con moldes de los pocos cr¨¢neos de hom¨ªnidos existentes de este per¨ªodo. La aproximaci¨®n era muy clara. Y tambi¨¦n en sentido negativo, un repaso exhaustivo para asegurarnos que no era el resto de ning¨²n otro mam¨ªfero -el embri¨®n de un hipop¨®tamo, por ejemplo".
Gibert dijo que no deben parecer extra?as a los profanos las conclusiones sacadas de tan peque?o trozo de material, que son normales en esta disciplina. Tambi¨¦n dijo que es normal haber encontrado s¨®lo este trozo tan peque?o: a lo largo de tantos siglos, infinidad de animales bebieron en este lago, removieron las tierras, murieron y mezclaron sus huesos.
Los an¨¢lisis fueron positivos, y el equipo elabor¨® una publicaci¨®n monogr¨¢fica que fue presentada el pasado fin de semana en Orce. Actualmente se est¨¢ preparando un art¨ªculo m¨¢s en profundidad para publicar en una revista especializada, probablemente Nature, del Reino Unido. Especialistas extranjeros ya han expresado inter¨¦s
Los dos 'hombres de Orce'
en conocer el descubrimiento, y en los pr¨®ximos meses el equipo dar¨¢ conferencias para expertos. Tambi¨¦n en los pr¨®ximos meses y a?os, un equipo multidisciplinar -patrocinado por la Junta de Andaluc¨ªa y la Diputaci¨®n de Barcelona- volver¨¢ a Venta Micena para buscar m¨¢s restos y asentamientos humanos y instrumentos de piedra y hueso. Ser¨¢n analizados por los procesos de bioestratigraf¨ªa y paleomagnetismo. El primer proceso fija dataci¨®n a trav¨¦s de la evoluci¨®n de la fauna; el segundo, bastante riguroso, con an¨¢lisis de sedimentos.La pol¨ªtica
Pero si el m¨¦todo cient¨ªfico es puro, no siempre lo es su contorno. Pronto empez¨® un proceso alrededor de los dos hombres de Orce que ellos mismos no compartir¨ªan. En muy poco tiempo, este hallazgo ha sido politizado.
Fuentes fidedignas se?alan que desde hace a?os existen ciertos rencores entre distintos equipos de paleont¨®logos que investigan en diferentes partes de Espa?a -envidias sobre presupuestos, recursos y apoyos oficiales- Y mientras Gibert invita a otros investigadores y equipos a tomar parte en la excavaciones sucesivas, dice que "han de estar de acuerdo con los sistemas de prospecci¨®n, excavaci¨®n y gastos que se establezcan".
Tambi¨¦n es significativo que el anuncio oficial del hallazgo fuera aplazado hasta despu¨¦s de las elecciones auton¨®micas, te¨®ricamente para no influir de una manera electoralista. Y se ha detectado alguna leve muestra de competici¨®n regional en torno al descubrimiento supuestamente apol¨ªtico.
El hallazgo ya ha levantado cierta pol¨¦mica en c¨ªrculos cient¨ªficos, donde tradicionalmente distintas escuelas defienden teor¨ªas opuestas. De hecho, el paleantrop¨®logo granadino Miguel Botella, ajeno al descubrimiento de Orce, ha expresado su extra?eza ante la curvatura y grosor del cr¨¢neo de Orce y su falta de similitud con restos conocidos de Kenia, Tanzania y Etiop¨ªa. Gibert se?ala que son normales las contestaciones por parte de otros cient¨ªficos que podr¨ªan no estar de acuerdo con las conclusiones de los descubridores del hombre de Orce. "Esto es com¨²n en la ciencia y hasta saludable", afirma.
Otra cosa parecen ser "determinados rumores que ponen en duda la autenticidad de los restos del llamado hombre de Orce", seg¨²n un comunicado de la Junta de Andaluc¨ªa. Pero luego, el mismo comunicado -en una frase que algunos observadores estiman de dudoso rigor cient¨ªfico- afirma tajantemente que "esta consejer¨ªa informa que los restos son aut¨¦nticos".
Los huesos -y la pol¨ªtica- han llegado hasta Oree. De momento, en un castillo ¨¢rabe del pueblo, los restos son exhibidos en un peque?o museo de corte na?f, con una graciosa cuerda que rodea una peque?a caja que contiene la pieza de m¨¢xima, atracci¨®n. Pero el castillo es de propiedad particular, hay que pedir permiso para su utilizaci¨®n para cualquier acto cultural, como se?ala Amador Ca?abate, el joven concejal de Cultura del ayuntamiento. Ca?abate afirma que los huesos han despertado cierto inter¨¦s cultural en el pueblo, y espera que la Junta cumpla su promesa de establecer un museo arqueol¨®gico permanente en Orce. Dice que podr¨ªa ser una fuente de ingresos para un pueblo que casi est¨¢ agonizando ante la prolongada sequ¨ªa y, la emigraci¨®n forzada de los m¨¢s j¨®venes. O una fuente de conflictos: seg¨²n Nicol¨¢s, el joven guardia urbano de Orce que est¨¢ encargado de vigilar los huesos, los concejales luchan sobre casi todo.
Incluso Tom¨¢s se ha visto afectado por la pol¨ªtica. Hace tres meses, justo antes del anuncio del hallazgo, firm¨® un contrato por 10 a?os para cuidar sus propios terrenos y entregar todos los huesos all¨ª encontrados a cambio de 300.000 pesetas anuales. Tom¨¢s entiende que los cient¨ªficos no anunciasen su descubrimiento hasta que fuese cient¨ªficamente confirmado, pero a la vez ¨¦l se pregunta si hubiera aceptado las condiciones actuales si hubiera sabido la importancia del descubrimiento. Tambi¨¦n hace notar que entre 1976 y 1983 colabor¨® con los cient¨ªficos sin ning¨²n contrato; mientras ellos dicen que le pagaron bien sus servicios, ¨¦l se pregunta si ha sido adecuadamente compensado. "Todos somos hombres de la Patria", dice, refiri¨¦ndose a s¨ª mismo y al otro hombre de Orce. "?Qui¨¦n pone un valor a esto?" Tom¨¢s dice que si llega a cobrar, emplear¨ªa el dinero en mantener la peque?a iglesia en Venta Micena y el cementerio donde est¨¢n enterrados sus familiares.
Entre tanto, Tom¨¢s recuerda. Parece ver con asombro casi infantil el funcionamiento del mundo y, sin embargo, acepta ese funcionamiento con una estoica resignaci¨®n. Sentado en la peque?a cueva que excav¨® hace a?os para criar champi?ones -hasta que ya no hab¨ªa demanda para champi?ones- evoca con cari?o la vida en Venta Micena antes de la guerra: los bailes en d¨ªas de fiesta, un esp¨ªritu de colaboraci¨®n y verdadero amor entre los vecinos. "Incluso cuando ven¨ªan los hacendados", dice Tom¨¢s, "eran recibidos con afecto". Ahora s¨®lo viven tres personas en Venta Micena.
Y todo lo relaciona con la tierra. Recuerda la noche en que desaparecieron los pavos que ten¨ªa su madre, que luego fueron encontrados, muertos por zorros: desde entonces el sitio se llamar¨ªa el barranco de los Pavos. Piensa en los d¨ªas h¨²medos, cuando su hijo gustaba de subir a uno de los altozanos a gritar, y c¨®mo el eco se repet¨ªa tres, cuatro, hasta cinco veces en los barrancos de alrededor. A?os m¨¢s tarde, cuando vinieron los cient¨ªficos, Tom¨¢s les ense?¨® el sitio donde estudiaba las estrellas.
Estos investigadores le dieron a Tom¨¢s libros sobre evoluci¨®n y arqueolog¨ªa, le aportaron una cultura. "Algunos de los libros los entend¨ªa y otros no", dice ahora, soltando nombres como hombre de Pek¨ªn o Carlos Darwin. De los cient¨ªficos tambi¨¦n aprendi¨® a lavar tierras: pasar trozos de tierra por sucesivas capas de tejido para quedarse con restos muy peque?os de milenarios dientes de ratones y min¨ªsculas caracolillas; es una afici¨®n que ahora cultiva por su cuenta. Gibert afirma que Tom¨¢s tambi¨¦n "formul¨® ingeniosas hip¨®tesis sobre la formaci¨®n del yacimiento".
"En aquellos tiempos hab¨ªa tierra y hab¨ªa gente, pero ahora no queda ni eso", dice Tom¨¢s. "Los campos est¨¢n secos y la gente se ha rnarchado a Barcelona o a Francia". Pero, aunque no goza de buena salud, Tom¨¢s quiere quedarse aqu¨ª, y dice que cuando se muera quiere ser enterrado en Venta Micena, junto a sus abuelos y padres y amigos. Junto a lo que quede del otro hombre de Orce.
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