Desconsuelo

"Esperemos que, al menos, el espect¨¢culo sea inocuo". Eso pensaba uno cuando, al entrar al teatro Mart¨ªn, coincidi¨® con un grupo muy dispuesto de turistas anglosajones acomod¨¢ndose para conocer la zarzuela espa?ola.Los m¨²sicos, pocos y mal avenidos, atacaron Luisa Fernanda. Desconsuelo. Tras los primeros intentos vocales, nuestra sensaci¨®n, pensando en los turistas, era similar a la que cualquier hispano, sin necesidad de ser un gourmet, siente cuando los ve en un chiringuito costero deglutiendo un engrudo que se les present¨® como paella. No, no era inocuo.

En un reportaje que publicaba este peri¨®dico el pasado lunes, el representante de la compa?¨ªa Artistas L¨ªricos Asociados contaba las bien conocidas dificultades para abordar la zarzuela, y la ilusi¨®n de unos locos de verano por mantener el espect¨¢culo. La ilusi¨®n, el riesgo art¨ªstico y econ¨®mico, ser¨¢n conceptos admirables, pero no son, ni de lejos, suficientes.

Se puede pasar con actitud benevolente sobre una orquesta escu¨¢lida, sobre unos decorados vetustos, o sobre la dura convenci¨®n esc¨¦nica de ver mozos y mozas encarnados por personal a?oso, pero ni con la mejor voluntad puede pasarse por alto el que los m¨²sicos no toquen y los cantantes no canten. Y el problema, aqu¨ª, era de esta magnitud.

Maravillas Losada, la ¨²nica voz colocada, y Enrique Sacrist¨¢n, con viejo oficio de cantante de zarzuela, no bastaban para mantener en pie la representaci¨®n a la que nos asomamos. El resto era voces que fueron y no son, o intentos de afinar al menos el agudo final. Poco, demasiado poco.