Manuel Torre , el 'cantaor' de leyenda, 50 a?os despu¨¦s
Parece indudable que Manuel Torre -que muri¨® hace medio siglo, el 21 de julio de 1933- posey¨®, en m¨¢s alto grado que nadie, ese tir¨®n emotivo sin el cual el arte flamenco se queda como vac¨ªo y sin sustancia. Juan Talegas me lo dec¨ªa, que Manuel Torre era el cantaor que m¨¢s le hab¨ªa impresionado en su vida. "El cante bueno duele, no alegra, sino duele. Yo no he o¨ªdo, que me duela a m¨ª fuerte, a nadie en el mundo m¨¢s. Manuel hac¨ªa unas cosas, Manuel Torre hac¨ªa unas cosas que no tienen explicaci¨®n. Todo lo que diga la gente es mentira. Hac¨ªa una cosa tan propia, que no se parec¨ªa a nada ni a nadie.Manuel barajaba cuatro o cinco cantes por soleares, ina m¨¢s!, cuatro o cinco cantes, ?chiquillo, pero los dec¨ªa de una manera que te volv¨ªas loco! Lo o¨ªas una vez y no se te quitaba de la cabeza. Un eco, un ?ay! tan raro, una cosa, no se parec¨ªa a nadie... Un sonido, un sonido...".
"Torre era un cantador de leyenda, y eso que la leyenda no favorece nada a los artistas del cante y del baile", ha escrito Fernando de Triana, quien puntualiza sobre el arte del genial jerezano: "Desde hace 40 a?os a la fecha, el mejor cantador fue Chac¨®n, pero el que m¨¢s ga?afones le tiraba al alma a uno era Manuel Torre".
Pero las noches negras de Torre se hicieron famosas, pues entonces era incapaz de cantar mejor que cualquier fandanguero de perra chica. La gente le gritaba, ped¨ªa que le metieran preso. Pero de pronto una noche estaba otra vez portentoso, y todo lo anterior se olvidaba, Manuel volv¨ªa a ser el mejor del mundo. "Se te met¨ªa el sonio suyo en el o¨ªdo y ya no lo perd¨ªas en tres semanas", contaba Peric¨®n de C¨¢diz. Aurelio Sell¨¦s, el de C¨¢diz, dec¨ªa de Torre que su estilo era desigual, como su voz, muy profundo y hondo. "Su cante llegaba al alma, y puede decirse que hac¨ªa cosas con el cante que ni ¨¦l mismo se daba cuenta. Era ver torear a Rafael el Gallo esas tardes que le eran propicias. A Manuel Torre hab¨ªa que decirle, cuando estaba bien, que dejara de cantar un momento, porque la emoci¨®n llegaba al m¨¢ximo".
Pepe el de la Matrona se manifestaba en parecidos t¨¦rminos. Relataba una de las noches negras de Torre en Madrid:
Como un temblor largo
"Manuel no pudo dar una, no estaba el hombre en condiciones. Y ya a las claras del d¨ªa, cuando nos ¨ªbamos, salimos all¨ª a la terraza a tomar caf¨¦, nos sentamos, y le dice Manuel al guitarrista: 'Oye, coge la baja?¨ª, que voy a cantar dos veces ahora que me ha cog¨ªo bien".
"Puso el pie encima de uno de los veladores aquellos, el otro toc¨¢ndole, y cant¨® tres coplas por seguiriyas que el suelo temblaba. Yo no he visto otra cosa igual. Lo tengo met¨ªo en la cabeza y no se me olv¨ªa, no se me pu¨¦ olvidar" Alguien ha dicho que el cante de Manuel Torre era "como un temblor largo y hondo, que empez¨® hace muchos siglos", lo que puede ser cierto pese a la relativa juventud del arte flamenco. En todos los g¨¦neros que toc¨® -incluso los m¨¢s ajenos, como la farruca y el garrot¨ªn- puso un acento genial e irrepetible. Su saeta, por ejemplo fue adjetivada por Ricardo Molina de espeluznante, y "hay quien dice que la costumbre sevillana de mecer r¨ªtmicamente los pasos, pero sin avanzar, procede de una saeta del gran cantaor jerezano-sevillano.
Cu¨¦ntase que el capataz de los costaleros dio orden de seguir marchando en el momento en que Manuel Torre comenzaba a cantar una saeta. Los costaleros, obedeciendo el mandato, alzaron sobre sus hombros el paso, pero no avanzaron, limit¨¢ndose a moverlo r¨ªtmicamente hasta que Manuel Torre cant¨® lo que quiso".
Tarantos y cartageneras, tientos, soleares incluso, fandangos, campanilleros... Manuel abord¨® todos los palos del arte flamenco con originalidad y genio, hasta el punto de que a muchos de ellos les dio una impronta de la que ya no se pudo prescindir.
Aun siendo grande en todas las cosas, en la seguiriya fue enorme colosal, el m¨¢s grande siguiriyero de todos los tiempos. "El cante por siguiriyas de Manuel me parece Machado en la poes¨ªa", me dijo Jos¨¦ Menese. Molina y Mairena establecieron c¨®mo el arte de Manuel culmin¨® en la siguiriya, "una revoluci¨®n, porque nadie antes de ¨¦l la cant¨® con voz natural (voz de pecho)", ni con su grandeza y pasi¨®n. Siguiriyas de Curro Dulce y Joaqu¨ªn la Serna, de Francisco la Perla y el Viejo la Isla, que ¨¦l les rob¨® porque las engrandeci¨® de tal manera que hoy no podemos reintegrar a su primera versi¨®n originar¨ªa tales creaciones, "porque entre ellos y nosotros se interpone la m¨¢gica y gigantesca personalidad de Manuel Torre".
Manuel Torre, que no sab¨ªa leer ni escribir -el hombre, sin embargo, "con mayor cultura en la sangre", como dec¨ªa Garc¨ªa Lorca-, ten¨ªa su propia filosof¨ªa sobre el cante. En una ocasi¨®n le dijo a uno que cantaba: "T¨² tienes voz, t¨² sabes los estilos, pero no triunfar¨¢s nunca, porque t¨² no tienes duende". Y Rafael Alberti cuenta que una noche, en una reuni¨®n, expres¨®: "En el cante jondo, lo que hay que buscar siempre, hasta encontrarlo, es el tronco negro del Fara¨®n". Y otra noche, en fin, oyendo a Falla tocar al piano un pasaje de las Noches de los jardines de Espana, cuando le preguntaron su opini¨®n sobre lo que o¨ªa, sentenci¨®: " T¨® lo que tiene son¨ªos negros tiene duende... ".
La servidumbre del duende
Si ha habido un cantaor Implacablemente sometido a la servidumbre del duende, ¨¦ste fue Manuel Torre. Cuando ¨¦l iba a cantar nunca se sab¨ªa lo que pod¨ªa ocurrir; y tras los primeros y reiterados intentos fallidos suced¨ªa que ca¨ªa en un profundo ensimismamiento y ya no cantaba. Y esto pod¨ªa ocurrir no una noche o dos, sino siete noches seguidas. Como era gitano por los cuatro costados, ten¨ªa acaso la superstici¨®n de que si no encontraba el camino hacia los sonidos negros, nada de lo que hiciera tendr¨ªa valor, e incapaz de cualquier suerte de mistificaci¨®n se quedaba efectivamente sin ¨¢ngel y sin duende, como perdido y desamparado, sin ideas, sin inspiraci¨®n. Ahora bien, cuando acertaba...
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