La amargura de los Coquilla
Cuando todo parec¨ªa que estaba preparado para asistir a una tarde amable, con un cartel de novilleros hijos de antiguos matadores de toros, el genio, la dureza y los pitones tremendamente astifinos en cada uno de los cinco novillos del antiguo hierro de Coquilla, devolvieron a la plaza el rancio aroma de las tardes solanescas.Toros con peligro, duros de patas y esperando, desbordaba la l¨®gica falta de t¨¦cnica de los novilleros y que igualmente se le hubieran subido a las basbas de la mayor¨ªa de matadores de toros que torean hoy en las ferias.
Jaime Malaber estuvo toda la tarde arrestoso y tratando de poner orden en una lidia, que tambi¨¦n hay que decirlo, trascurr¨ªa en muchas ocasiones por los senderos de la falta de profesionalidad y puesta a punto de algunos subaltemos que no est¨¢n acostumbrados a estos encierros. El sevillano tuvo detalles de buen torero, quedando para el recuerdo unos doblones a su primero que fue lo ¨²nico que se dej¨® hacer.
Plaza de Valencia
26 de julio. Tercera de feria.Cinco novillos de Daniel Ruiz procedencia y hierro de Coquilla, dif¨ªciles y uno, el tercero, de Francisco Rubio, manejable. Jaime Malaber, ovaci¨®n, aviso, ovaci¨®n. Enrique Vera, tres avisos y el toro, al corral, ovaci¨®n. Y ovaci¨®n. Diego del Real, petici¨®n ovaci¨®n y vuelta, y cerrada ovaci¨®n cuando ingresaba en la enfermer¨ªa.
Enrique Vera hijo de aquel protagonista de El ¨²ltimo cupl¨¦, menudito ¨¦l, con buenas maneras, habr¨¢ que verlo otra vez.
En cuanto a Diego del Real, el menos conocido de la tema, caus¨® una grata impresi¨®n. Con el novillo de Francisco Rubio, se qued¨® quieto y llev¨® la embestida larga. En el que cerr¨® plaza, al entrar con decisi¨®n a matar, sali¨® cogido llegando la explosi¨®n del miedo a los tendidos. Pas¨¦ a la enfermer¨ªa y examinado result¨® con un varetazo en la axila de pron¨®stico reservado.
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