Invitar a beber cerveza a dos muchachas, un 'grave delito' para la polic¨ªa guineana
Dos tripulantes del pesquero Elobey espa?oles, perteneciente a la Empresa Guinea de Pesca, mixta guineano-espa?ola, fueron apaleados por la polic¨ªa guineana el pasado 17 de julio, en Luba -en tiempos coloniales, San Carlos-, una peque?a poblaci¨®n situada a 45 kms. al norte de Malabo, la capital guineana, en la isla de Bioko, la antigua Fernando Poo (v¨¦ase El Pa¨ªs del 24 de julio). Hab¨ªan tenido el atrevimiento de invitar a tomar una cerveza a dos nativas, una de ellas empleada de la propia compa?a Guinea de Pesca.La historia de los marineros del Elobey comenz¨® sobre las 12.30 horas o la 1.00 de la tarde del 17 de julio pasado. A esa hora, Enrique Bartolom¨¦ Rodr¨ªguez, capit¨¢n del buque, y Joaqu¨ªn Enrique Maestre, segundo jefe de m¨¢quinas, estaban tomando una cerveza en la terraza del Hotel Jones. Al poco, se present¨® a ellos una empleada negra de Guinea de Pesca, conocida por Otilia, acompa?ada por la que parec¨ªa ser una amiga suya. Enrique y Joaqu¨ªn decidieron invitar a las reci¨¦n llegadas a un refresco, cosa a la que ambas accedieron.
En esas estaban cuando, de improviso, llegan dos hombres, morenos. Uno de ellos se dirige al capit¨¢n, le da la mano y le pregunta qui¨¦n es. Enrique le responde que ¨¦l es el patr¨®n del Elobey. Sin mediar palabra, el hombre en cuesti¨®n le pega un pu?etazo que le hace sangrar abundantemento por la nariz. Los dos hombres se van y Enrique y Joaqu¨ªn quedan aturdidos y sin saber qu¨¦ hacer.
A la comisar¨ªa
Tras limpiarse la herida, los dos compa?eros deciden denunciar el hecho en la comisar¨ªa. Pero cuando iban camino de ella, el agresor les corta el paso y tras amenazarles con que les iba a matar, empu?a un garrote que hab¨ªa en el suelo, de unos seis o siete cent¨ªmetros de di¨¢metro, con obvias intenciones. Enrique comienza a correr, a la vez que grita "corre, Joaqu¨ªn". Joaqu¨ªn, sin embargo, no tiene tiempo de reaccionar y comienza a recibir los estacazos del guineano, hasta que en un momento determinado el garrote se rompe sobre su espalda, momento que aprovecha para huir.Ya frente al barco, el perseguidor alcanza a Joaqu¨ªn a quien sigue golpeando con lo que le resta de garrote. En el alboroto consiguiente, aparecen un polic¨ªa de segundad y un alf¨¦rez de la marina guineana, quienes tras una agria discusi¨®n entre ellos, deciden trasladar al herido, en vez de a un hospital, de regreso al Hotel Jones. Para all¨¢ se va toda la tripulaci¨®n que, al llegar, no consigue otra cosa m¨¢s que que les despojen de sus cartillas de navegaci¨®n.
Pistolas, porras y sogas
Mientras tanto, el jefe de m¨¢quinas del buque, Antonio Hern¨¢ndez, ha conseguido zafarse de la vigilancia de la polic¨ªa, so pretexto de que ten¨ªa las m¨¢quinas del Elobey en marcha. Sin embargo, lo que Antonio Hernandez hace es dirigirse directamente a la casa del gobernador civil de Luba de quien solicita mediaci¨®n y ayuda.El interrogatorio a Enrique, Joaqu¨ªn y otros dos tripulantes del Elobey, dirigido por el polic¨ªa de seguridad, comienza con una amplia demostraci¨®n por parte de ¨¦ste de pistola, porras y sogas. Enrique responde a la pregunta de que desde cuando conoce a Otilia diciendo que desde el mes de noviembre, como empleada de la Compa?¨ªa. El turno le llega a Joaqu¨ªn de una forma mucho m¨¢s dura: "?T¨² eres c¨®mplice de adulterio? Tendr¨¢s que pagarlo." La respuesta de que ¨¦l hab¨ªa salido por la ma?ana del barco con el capit¨¢n, a tomar una cerveza, no le sirve m¨¢s que para recibir unos cuantos porrazos en la cabeza y la orden de que tumbara en el suelo.
A partir de este momento, comienza su apaleamiento, iniciado por el polic¨ªa de seguridad y seguido por otro polic¨ªa que recib¨ªa del primero la orden del n¨²mero de golpes que deb¨ªa propinar a Joaqu¨ªn: 20 en una primera tanda; 10, en la segunda, y 5 en la tercera, propinados todos ellos de la cintura hacia abajo, principalmente en las nalgas. En la ¨²ltima tanda de porrazos, Joaqu¨ªn perdi¨® el conocimiento. Enrique, el capit¨¢n, intent¨® socorrerle, pero solo le vali¨® para recibir un golpe y un empuj¨®n que dio con ¨¦l en tierra, donde comenz¨® su tanda de gomazos.
Fue en ese momento cuando el gobernador civil de Luba, acompa?ado por el jefe de m¨¢quinas, lleg¨® a la comisar¨ªa haciendo sonar el cl¨¢xon de su coche. Ante la presencia gubernativa, el castigo se interrumpi¨® y Joaqu¨ªn y Enrique, el primero inconsciente fueron trasladados al hospital donde, a falta de asistencia m¨¦dica recibieron seguridad personal a cargo de la escolta del propio gobernador.
Tras un nuevo interrogatorio, a las nueve de la noche, ya en presencia de un representante de la empresa, conocido como Don Mariano, Enrique y Joaqu¨ªn fueron liberados a las siete de la ma?ana del d¨ªa siguiente y trasladados, en el coche del gobernador, al barco, donde volvieron a ponerse en contacto con la empresa, que les dijo que hicieran lo que quisieran, inclu¨ªdo acudir a la embajada, aunque con la advertencia de "que sepan que all¨ª no les van a solucionar nada".
Cooperaci¨®n de la embajada
Ya en la embajada, fueron recibidos, tras contarle su peripecia al sargento Carrillo, de la polic¨ªa nacional espa?ola, por el segundo secretario y encargado de asuntos consulares, Jos¨¦ Mar¨ªa Bosch, quien les ofreci¨® protecci¨®n policial espa?ola, tramitaci¨®n de sus dificultades con las autoridades guineanas y repatriaci¨®n inmediata, siempre y cuando se hiciera cargo de ella Guinea de Pesca.A¨²n les quedaba a los tripulantes del Elobey pasar los tr¨¢mites del juzgado de Malabo, donde les obligaron a permanecer en Guinea cinco d¨ªas m¨¢s -con el pretexto de ratificar por la v¨ªa del tiempo su declaraci¨®n- antes de conseguir volar en Iberia camino de Espa?a.
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