El caos
Si Espa?a estuviera bien organizada, ser¨ªa inhabitable. Nos salva el caos. En este pa¨ªs hay melones, pimientos, cochinillos asados, sardinas en escabeche y jam¨®n serrano, todo de primera calidad. Luce un sol espl¨¦ndido, y la gente ha perdido la costumbre de matarse entre s¨ª. Como en cualquier lugar moderno, aqu¨ª tambi¨¦n se cometen asesinatos de alta escuela, llenos de sofisticaci¨®n industrial, pero los ind¨ªgenas de este territorio ya no se deg¨¹ellan alineados en dos grandes bloques, igual que anta?o, sino uno a uno, seg¨²n el vadem¨¦cum del perfecto homicida. ?Qu¨¦ raz¨®n existe para que todo el mundo no venga a vivir aqu¨ª?Ahora se ha puesto de moda entre progresistas de colmillo retorcido decir que Espa?a es un gran pa¨ªs. Antes eso s¨®lo lo pregonaba el personal de derechas, ese que siempre confunde la patria con el vino de Rioja y el orgullo nacional por el jam¨®n de pata negra. Hoy, hasta los intelectuales resabiados, los estetas malvados y los poetas resentidos afirman que aqu¨ª no se est¨¢ nada mal. Este asunto comienza a ser grave, y nos puede causar muchos disgustos. Por ejemplo, el Reino Unido tiene en la comida y en el clima dos armas poderosas para ahuyentar a sus enemigos. Invadir esa isla y verse obligado de por vida a comer un puding repugnante bajo la niebla es un porvenir tan siniestro, que desanima a cualquiera. Italia se defiende con una multitud de rateros que esquilma a los turistas en la calle. En Francia hay que soportar el mal humor hortera del contribuyente con mostacho. Cada pa¨ªs genera la propia defensa contra sus hu¨¦spedes. Si cunde el rumor de que Espa?a es una tierra amable, hospitalaria, risue?a, donde no hay un solo peligro, pronto ser¨¢ inhabitable, porque todo el mundo tendr¨¢ a vivir aqu¨ª.
Me encanta que nuestras playas est¨¦n hechas una pocilga, que sea dif¨ªcil morir envenenado por un men¨² tur¨ªstico, que la Administraci¨®n no funcione y que los extranjeros crean que una guerra civil les puede sorprender por la espalda mientras comen paella con sangr¨ªa. El caos es nuestro anticuerpo; s¨®lo eso puede evitar que un ej¨¦rcito de tr¨¦mulos jubilados, de turistas salvajes y pobres, de burgueses de tripa rubia, se aposente definitivamente en nuestro solar y nos robe los melones.
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