Infalible concierto en Monserrat
Mozart: Ein kleine nachtmusik:Serenata n¨²mero 13 en sol mayor, Suk 525. Turina: Oraci¨®n del torero,
Mendelffohn: Concierto para viol¨ªn y cuerdas en re menor. Suk: Serenata para cuerdas en mi bemol mayor opus. 6.
Solista: Barry Wilde. Orquesta de la Academy of Si. Martin in the Filds.
Plaza del Ayuntamiento de Montserrat
(Valencia). 6 de agosto de 1983.
Aun al aire libre e incontrolado de una noche de verano, en la plaza de un pueblo valenciano de la Vall dels Alcalans, la transparencia polif¨®nica y el perfecto estilo concertante de los 15 instrumentistas de cuerda de la Academy londinense acreditaron su merecido primer¨ªsimo rango mundial. Lo que en ellos llama la atenci¨®n, su desenfado, no es otra cosa que m¨²sica: porque la m¨²sica bien concertada es desenfado.Con un programa m¨¢s refrescante que pensativo, partiendo, eso s¨ª, de Mozart, para retornar, por gracia de los obsequios fuera de programa, a Mozart, los profesores de St. Martin comunicaban con plena naturalidad que la m¨²sica, sea cual fuere, cuando todos, incluido el contrabajo -nada m¨¢s ligero que ese pesado contrabajo-, cantan, es polifon¨ªa: juego de voces, no de sonidos, conversaci¨®n infalible, concierto. Para el que ha escuchado -?y qui¨¦n no?- los arrebatadores innumerables discos de la Academy es un placer inaudito, porque no se oye, contemplar y participar en el cruce de miradas de estos 15 virtuosos, que intercambian mensajes que el papel pautado s¨®lo apunta.
Se trata de un ejercicio l¨²dico en el cual el int¨¦rprete individuo sirve a sus colegas secretos que ellos reciben y contin¨²an. Y el placer que de ello resulta no se da en solitario y es puro concierto, que proviene del desenfado y desenfada -como enfadan, en cambio, los desconciertos de algunos de nuestros m¨²sicos pendientes s¨®lo del papel, solitarios.
Es verdad que el oyente espa?ol no hubiera apetecido un programa tan ligero, en parte, y acad¨¦mico. Se comprende que para el que habita a diario con Bach, H?endel y otras inmensidades, Suk, el ep¨ªgono dvorakiano, permita una grata vacaci¨®n. Pero un londinense no sabe, ni imagina, que Bach, H?endel, como no sea en conserva, apenas nos visitan. El admirable gusto de un pueblo a veintitantos kil¨®metros de Valencia capital se vio justamente correspondido por un p¨²blico api?ado y fervoroso que hubiera alargado indefinidamente la noche, como ciertos h¨¦roes wagnerianos, superando incomodidades, compensadas con creces por ese inefable desenfado que desenfada a fondo.
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