Tesoros para jornaleros sin tajo
Agricultores sevillanos en paro sobreviven con la b¨²squeda y venta de restos arqueol¨®gicos
La b¨²squeda de restos arqueol¨®gicos se ha constituido en una actividad generalizada en muchos puntos de Andaluc¨ªa, pero tiene una importancia verdaderamente excepcional en los valles del Genil y Corbones, en la campi?a sevillana. El romboide que forman Carmona, ?cija, Estepa y Mor¨®n, cuyos habitantes son hoy, en gran medida, jornaleros sin trabajo, fue a principios de nuestra era una zona pr¨®spera. Aqu¨ª se cruzaban las rutas Hispalis-Anticaria y Gades Corduba, importantes poblaciones. Aqu¨ª hab¨ªa abundantes lagunas, hoy desecadas en su mayor¨ªa, y ricos bosques, de los que ya s¨®lo quedan escasas manchas.Un pueblo cualquiera, casi en el centro geom¨¦trico del romboide. A las 11 de la ma?ana, los hombres y mujeres est¨¢n sentados en el suelo, con la espalda en la fachada de las casas, a la sombra. Para cobrar el paro comunitario, 1.200 pesetas diarias, cuatro d¨ªas por semana, s¨®lo se les pide una cosa, que no formen grupos demasiado grandes. No hay tajos que encargarles. Los 500 beneficiarios del pueblo, casi toda su poblaci¨®n activa, dejan correr las horas. M¨¢s tarde, al anochecer, salen poco a poco, disimuladamente, en grupos de dos o tres. Cada uno lleva su detector de metales, y suelen cargar tambi¨¦n un pico y una pala.
"No ataque usted a la clase obrera", ruega sin amenazas un jornalero, el ¨²nico que accede a explicar algo sobre el asunto. "Mire usted, en este pueblo s¨®lo tiene trabajo el que ha heredado una tiendecita o el que ha regresado de la emigraci¨®n y ha puesto un taller". ?Y la tierra? "La tierra cada vez da menos peonajes". Y te lleva pocos kil¨®metros fuera, donde se ven los olivos reci¨¦n arrancados. "Aqu¨ª van a sembrar trigo o girasol, que no da mano de obra. Hay que busc¨¢rselas".
Hace unos cinco a?os que empez¨® la cosa. Fernando Amores, profesor de Arqueolog¨ªa de la Universidad de Sevilla, estima que en este tiempo es considerable el da?o sufrido por la arqueolog¨ªa andaluza en lo que se refiere a las ¨¦pocas del per¨ªodo turdetano, rep¨²blica y alto imperio romano. "En cinco a?os, estos detectores han hecho mucho m¨¢s da?o que 20 siglos de olvido y de guerras".
Los aparatos
?Cu¨¢ntos detectores puede haber en funcionamiento? Recorrer los pueblos y recoger confidencias puede ser un sistema poco cient¨ªfico de hacer recuento, pero no hay otro. Sin duda no bajan d¨¦, 1.000. Cada d¨ªa, un alto porcentaje de ellos est¨¢n en funcionami ento. Cada semana, los grandes intermediarios que operan en la zona se dejan caer por los bares de las plazas, y los buscadores de tesoros se acercan a ellos, a ofrecerles lo que han cogido. Hay peque?os regateos, que no duran mucho, porque el buscador no entiende, y el intermediario puede marearle con argumentos. "Eso no me vale, no le doy salida. ?No ves que no es plata, sino peltre? ?sta s¨ª, es de oro, pero no se ve bien el dibujo. Aqu¨ª es escasa, pero en otras zonas hay mucho, y se vende mal".A pesar de todo, resulta una actividad econ¨®mica rentable. El detector se puede comprar a un intermediario de Marchena por 25.000 pesetas. Son detectores sofisticados, con un discriminador que elimina la se?al cuando el metal que hay bajo tierra no es noble. Algunos, que detectan hasta mayor profundidad, 60 o 70 cent¨ªmetros, digamos, son m¨¢s caros. Los normales no devuelven se?al para objetos m¨¢s profundos de 40 cent¨ªmetros. Los hay que pueden detectar hasta los cuatro metros de profundidad, pero eso ya son palabras mayores. Cuestan en torno al medio mill¨®n, y hasta ah¨ª no llegan estos buscadores de tesoros.
Este ¨¢rea fue centro log¨ªstico de los cartaginenses en la segunda guerra p¨²nica, y por eso, y si hay suerte, pueden salir algunas monedas muy caras, como las que llevan la efigie de los caudillos Barquidas, An¨ªbal o Asdr¨²bal: el "cartagin¨¦s flamenco", le llaman por aqu¨ª. En una subasta en Londres pueden alcanzar el mill¨®n de pesetas. El intermediario lo comprar¨¢, en la plaza del pueblo, en 50.000 pesetas. Los ¨¢ureos romanos no son tan caros, pero hay m¨¢s. Tres hombres encontraron, no hace mucho, cerca de un centenar. Supieron venderlos y reunieron una peque?a fortuna. Aparecen muchos denarios de plata, pero de escaso valor. Es dif¨ªcil sacar por uno de ellos m¨¢s de 10.000 pesetas, y eso s¨®lo si est¨¢ bien conservado. Los sarc¨®fagos de plomo son simplemente vendidos al peso, a 50 pesetas el kilo.
Monedas aparte, el inter¨¦s principal est¨¢, por supuesto, en las joyas funerarias. Hace un par de a?os apareci¨® un impresionante tesoro turdetano en Mairena. Su propietario pas¨® verdadero miedo a que le asaltaran mientras lo tuvo en casa, y finalmente se lo entreg¨® al Museo arqueol¨®gico sevillano. Otro hallazgo impresionante en esta zona fueron unas tablas de leyes de una ciudad roinana. Ocho tablas colocadas a la entrada de la ciudad, donde estaba escrita la ley de la misma. Se dispersaron en la venta, pero entre los museos arqueol¨®gicos de Huelva, Sevilla y Madrid han conseguido recuperar seis de ellas.
Corre, incluso, el rumor, al parecer no infundado, de que por alg¨²n sitio tiene que andar escondido el tesoro de los siete ni?os de ?cija. En la Luisiana, Juan Palomo y sus seis secuaces asaltaron la diligencia de la Casa de la Moneda, entonces situada en Sevilla, que llevaba oro de Madrid. No les dio tiempo a gastarlo.
Los intermediarios, enriquecidos
La riqueza de la zona en restos arqueol¨®gicos es tal, que hasta hace pocas semanas las mulas de El Arahal abrevaban en un sarc¨®fago romano, reducido a las funciones de pil¨®n. El alcalde lo acaba de rescatar para instalarlo en un parque en construcci¨®n, en el que ha colocado otros elementos arquitect¨®nicos rescatados.Los intermediarios. que sacuden la zona, dos de M¨¢laga, dos de Murcia, uno de Antequera y uno de la comarca, se han enriquecido a ojos vista. Empezaban con un seita, y ahora viajan con coches imponentes. Pagan algo menos, porque dicen que el mercado se est¨¢ saturando, y quiz¨¢ tengan raz¨®n, porque en Sevilla han cerrado no hace mucho dos tiendas de monedas. Pero aseguran que el intermediario de la comarca viaja cada semana a Londres.
El director del Patrimonio Art¨ªstico de la Junta, Bartolom¨¦ Ruiz, no sabe c¨®mo acabar con el problema. Los propietarios de las fincas donde entran los buscadores lo han intentado a veces. Han soltado perros, y en alguna ocasi¨®n han disparado, pero no se pueden poner puertas al campo ni convencer a nadie de que se resigne al hambre cuando sabe que bajo la tierra hay oro. Un arque¨®logo aficionado, Fernando Romero, buscador de la sierra norte, pero que entrega sus hallazgos a las autoridades, le ha hecho el ofrecimiento de formar parte de una especie de polic¨ªa arqueol¨®gica. Bartolom¨¦ Ruiz entiende dif¨ªcil esta salida, y piensa que en la realizaci¨®n de una ley, copia casi exacta de la actual ley de caza, en la que se sustituir¨ªa escopeta por detector, y coto de caza por yacimiento arqueol¨®gico. Admite el estado de necesidad de estas gentes, pero argumenta: "?Qu¨¦ culpa tiene la pobre arqueolog¨ªa?".
La zona no resistir¨¢ mucho tiempo el esquilmamiento, seg¨²n opinan los expertos. Lo peor no es s¨®lo que la gran riqueza arqueol¨®gica acaba en Londres, para¨ªso de los coleccionistas, sino que ni siquiera queda registro de d¨®nde se van produciendo los hallazgos.
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