Sobre el proyecto de ley de Bases de R¨¦gimen Local
El proyecto de ley de Bases de R¨¦gimen Local es aceptable para el autor de este trabajo, que lo considera superior a toda la normativa precedente. Pero ello no obsta -a su juicio- para que deban matizarse algunas de sus normas e incluso cambiar la filosof¨ªa que inspira otras.El municipio es el primer paso en la institucionalizaci¨®n de nuestra vida en com¨²n. As¨ª lo establece el art¨ªculo 137 de nuestra Constituci¨®n y as¨ª aparece en el pasado. As¨ª lo ha forjado nuestra historia.
Cuando Espa?a estaba a¨²n muy distante de su cristalizaci¨®n como Estado, cuando en ella conviv¨ªan varias monarqu¨ªas -y luego varios reinos bajo una monarqu¨ªa escasamente unificadora-, cuando la naci¨®n espa?ola como patria com¨²n estaba muy lejos de la realidad y a¨²n del deseo, ya entonces florec¨ªa en nuestras tierras el municipio como instituci¨®n integradora de hombres laboriosos y libres.
No era, no pod¨ªa ser, ese concejo igualitario y democr¨¢tico que en ocasiones se nos ha descrito con tonos id¨ªlicos y, lamentablemente, m¨ªticos., Pero ha sido, con sus irremediables limitaciones hist¨®ricas, el m¨¢s antiguo, el m¨¢s persistente de nuestros ¨¢mbitos de convivencia.
Hoy, con su larga y noble tradici¨®n, es un marco privilegiado para la construcci¨®n de una aut¨¦ntica ciudadan¨ªa. Es el punto de arranque de toda pol¨ªtica general y el lugar fundamental para apreciar sus resultados.
Detonante de los cambios
A lo largo de toda nuestra historia, cada vez que nuestro pueblo ha vislumbrado la posibilidad de ser due?o de sus destinos su primer impulso ha sido el de acudir a nuestras casas consistoriales para iniciar desde ellas la renovaci¨®n de las envejecidas o decadentes estructuras. En 1981, para prolongar la vida de lo que ya virtualmente estaba muerto, los cansados y ab¨²licos pol¨ªticos del viejo sistema convocaron unas elecciones municipales, como primera etapa de las provinciales y generales que habr¨ªan de seguir, con la esperanza de que en un largo proceso electoral hallar¨ªan el tiempo necesario para encontrar la f¨®rmula salvadora. Ignoraron que, al incidir en la vida local, activaban el detonante de todos nuestros cambios, y los comicios locales fueron la causa inmediata del hundimiento del sistema.
Nuestra transici¨®n pol¨ªtica ha sido, en su conjunto, ejemplar. Allende nuestras fronteras, y no digamos allende los mares, son m¨¢s conscientes que nosotros mismos de esta ejemplaridad. A nosotros nos cuesta mucho trabajo reconocer que por una vez hemos sabido hacer bien las cosas.
Reconozcamos, sin embargo, que la aton¨ªa perceptible en muchos de nuestros pueblos, villas y ciudades desde 1976 hasta 1979 se debi¨®, en gran parte, a que contemplaban su vida local ?y todo segu¨ªa igual!
Cuando clam¨¢bamos por la renovaci¨®n de los gobiernos locales se nos preguntaba invariablemente con qu¨¦ criterios pol¨ªticos ¨ªbamos a proceder a su nombramiento. Pero en las elecciones generales de 1977 cada uno de nuestros municipios se hab¨ªa pronunciado sobre las opciones pol¨ªticas de su preferencia. Era, pues, f¨¢cil proceder a la renovaci¨®n de las corporaciones locales haciendo los nombramientos en relaci¨®n directa con los votos obtenidos por cada opci¨®n pol¨ªtica. Esfuerzo in¨²til: en determinadas esferas, el continuismo primaba sobre la transformaci¨®n democr¨¢tica.
Adem¨¢s de las consecuencias de la pol¨ªtica continuista, se produjeron otras en el ¨¢mbito de la gesti¨®n, cuyos efectos estamos sufriendo todav¨ªa:
- Los rectores de aquellas corporaciones locales, seguros de que sus d¨ªas estaban contados, se lanzaron a una pol¨ªtica demag¨®gica de gastos indiscriminados, produciendo endeudamientos que pesan y pesar¨¢n todav¨ªa durante bastante tiempo sobre nuestras espaldas. Con evidente falta de rigor, pero con exceso de mala fe, se olvida este hecho por nuestros actuales detractores.
- Como la autoridad no soporta el vac¨ªo, los propios funcionarios tuvieron que asumir de hecho, en muchas corporaciones, facultades inherentes al poder pol¨ªtico, cre¨¢ndose h¨¢bitos que dificultaron despu¨¦s el normal funcionamiento de nuestros munic¨ª pios y diputaciones. Como dif¨ªcilmente se renuncia a lo que se tiene, la representaci¨®n popular tuvo que batallar para recuperar com petencias que le eran propias. No se trata de un reproche a nuestro funcionariado, sino de la simple constataci¨®n de un hecho.
Autonom¨ªa operante
El trabajo de nuestros mandatarios se desarroll¨® en medio de un f¨¢rrago, de un verdadero caos le gislativo, y durante varios a?os la voces que clamaban por una ley b¨¢sica de nuestro r¨¦gimen local fueron deso¨ªdas. Afortunadamen te, el proyecto de ley de Bases de R¨¦gimen Local es una realidad. Este proyecto, en su conjunto, nos satisface y lo consideramos supe rior a toda la normativa precedente. Sin embargo, desde el punto de vista de la autonom¨ªa municipal consideramos que habr¨ªa que matizar algunas de sus normas e in ¨¦lulo cambiar la propia filosof¨ªa inspiradora de otras.
Olvidamos con frecuencia que el primer sentimiento que surge de lo m¨¢s hondo de nuestro pueblo es el del autogobiemo de sus municipios, en lucha contra los poderes se?oriales: toda nuestra geograf¨ªa est¨¢ cubierta de villas francas que as¨ª nos lo recuerdan.
No confundimos autonom¨ªa con soberan¨ªa; sabemos que "la soberan¨ªa nacional reside en el pueblo espa?ol, del que emanan los poderes del Estado", es decir, del pueblo espa?ol en su conjunto, sin que una parte del mismo, ubicada en municipio, provincia, regi¨®n o nacionalidad determinada, pueda usurparla. Es conveniente e incluso necesario enmarcar esta autonom¨ªa; pero no es deseable que, a fuerza de frenos y contrafrenos, la hagamos inoperante.
El exceso de cortapisas nos lleva, en ocasiones, a situaciones absurdas. En el ¨¢mbito nacional, un mal entendimiento de este problema nos ha llevado a que el derecho de veto -justamente regateado durante toda la historia al poder moderador, a la jefatura del Estado- lo puedan ejercer hoy a su antojo y capricho, sin limitaci¨®n alguna, 50 parlamentarios, entablando el recurso previo de inconstitucionalidad, no contemplado en nuestra Constituci¨®n, bloqueando un tribunal y paralizando, en parte, la labor legislativa. Si no modificamos ciertos aspectos del proyecto de ley de Bases de R¨¦gimen Local podr¨ªamos llegar a los mismos resultados, no deseados por nadie; por nadie empe?ado en que nuestra democracia funcione. Dejamos el an¨¢lisis detallado para una pr¨®xima ocasi¨®n.
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