Hay que hacer balance / y 2
A la transici¨®n espa?ola se ha llegado con la herencia de una parte de su estructura econ¨®mica, afortunadamente no toda, obsoleta, descapitalizada, no competitiva y, llamando a las cosas por su nombre, de quiebra encubierta, pero de quiebra delictiva y fraudulenta, con culpables y delincuentes con nombres y apellidos, de una muy concreta y determinada ¨¢rea de mercaderes, de especuladores pol¨ªticos, no de aut¨¦nticos empresarios. Hay que preguntarse si la recuperaci¨®n de la tasa de ganancia o de beneficio de este muy determinado grupo financiero e industrial, su posibilidad de reconstrucci¨®n, es un problema coyuntural o estructural. Hay que cuestionarse seriamente si cierto y selectivo modelo empresarial tutelado desde ¨¦l presupuesto pol¨ªtico es el acertado o est¨¢ ya desfasado, y, en consecuencia, si se ha de ir a f¨®rmulas mucho m¨¢s garantizadas avanzadas, imaginativas, participativas -en suma, m¨¢s planificadas y democr¨¢ticas-, o seguimos insistiendo en la protecci¨®n de la econom¨ªa patriarcal-dominical y siempre a costa da los salarios, aunque s¨®lo sea porque no es justo que el esfuerzo de la sociedad-Estado -y dentro de ella, de la peque?a y mediana empresa- se colectivice y el posible despegue se privatice y sirva a los intereses ego¨ªstas y particulares de los culpables de la estafa nacional que poco a poco se va revelando.
Y hay que preguntarse por qu¨¦ se deja caer a determinado empresario, sin ayuda a la mediana empresa y al cooperativismo, y se vuelca el presupuesto en la concentraci¨®n capitalista descarnada.
Hace falta una reconversi¨®n capitalizadora, cierto, no capitalista, y una adecuaci¨®n l¨®gica indispensable entre sacrificio p¨²blico y control p¨²blico, entre el inter¨¦s general y la intervenci¨®n de la sociedad.
Si se argumenta con la funci¨®n social de la empresa y con su racionalizaci¨®n para recabar el esfuerzo solidario tanto para la financiaci¨®n estatal como para hacer soportar al movimiento obrero los costes de la eufem¨ªstica reconversi¨®n, costos bien graves, esa tarea no puede quedar luego en manos de esos fracasados empresarios y corriendo los fondos p¨²blicos el riesgo de su muy particular gesti¨®n y directriz, de cuya efectividad, por lo ya ocurrido, tiene que dudarse serenamente y de cuya honradez casi no hay vestigios.
Doble lenguaje
No se puede mantener un doble lenguaje y una doble actitud, dejando la programaci¨®n, la planificaci¨®n, la participaci¨®n obrera, la llamada a la corresponsabilidad de organizaciones c¨ªvicas y sindicales para los discursos y los m¨ªtines, y, llegado el momento de dar trigo, d¨¢rselo sin condiciones ni controles a las 200 familias de siempre, con sus estructuras m¨¢s que desgastadas e inmorales.Diez millones de votos, doscientos dos diputados, ciento sesenta y tantos senadores, el Gobierno de la naci¨®n, la responsabilidad de 12 comunidades aut¨®nomas y cerca de 40.000 cargos p¨²blicos institucionales no amparar¨ªan ni justificar¨ªan una pol¨ªtica de rodillo, de elefante en cacharrer¨ªa, o el desprecio de los leg¨ªtimos intereses de todo signo de este variopinto pa¨ªs, por lo que es plausible y exigible un sentido del tacto, de la medida y de la ponderaci¨®n de toda clase de derechos, siempre y cuando ¨¦stos sean derechos respetables y cohonestables con el bien com¨²n y no privilegios injustamente adquiridos y p¨¦simamente usados, pero tampoco pueden servir para retroceder, desde los derechos conquistados por los trabajadores a lo largo de centenares de a?os, en seguridad y fijeza de su empleo, en su derecho a la participaci¨®n y corresponsabilidad, en el derecho de huelga y de presi¨®n, regresando al despido libre, al trabajo flexibilizado a gusto del patr¨®n; en suma, a la edad de piedra del liberalismo laboral.
Toda esa responsabilidad pol¨ªtica, cifrada en votos y cargos, es tambi¨¦n un no despreciable potencial para hacer cosas y para aclarar y explicar situaciones, para cumplir un programa, y ello permite al elector, al militante, al ciudadano y al opositor decirle al Gobierno que cumpla y que explique, que de verdad haga realidad el cambio, pues ya s¨®lo el explicar es un cambio bien estimable.
En algunos temas, las dificultades que se intu¨ªan han tomado ciertamente cuerpo con- mucha m¨¢s fuerza de lo que era de presumir, y l¨®gicamente obligan a ralentizar. Pues bien, eso tambi¨¦n hay que explic¨¢rselo al pa¨ªs con nombres y apellidos. Qui¨¦nes son los que est¨¢n detr¨¢s de esas actitudes de defensa, a veces mafiosa, de sus derechos adquiridos bajo el palio del Movimiento Nacional. Si no sepuede avanzar, lo menos que el pueblo tiene derecho a saber es qui¨¦n se lo impide, por muchos que sean los kilovatios, cajas fuertes, estrellas, legajos, c¨¢tedras, sacramentos y misiles tras de los que se parapetan sus sabrosos intereses econ¨®micos y caciquiles.
Y saber qui¨¦nes son los enemigos de la democracia -cuando ¨¦sta se llena de contenido hacia la equidad y la justicia- y hace peligrar su tinglado es la primera forma de consolidarla y defenderla.
Prudencia pol¨ªtica
Es verdad que la prudencia pol¨ªtica impone el no pisar todos los callos al mismo tiempo, pero hasta en la selecci¨®n de callos a pisar tiene que haber prioridades, y no es muy justificable que, como siempre, los callos paganos que se est¨¦n pisando sean los del personal de a pie, y, como siempre tambi¨¦n, tengan los pies bien a cubierto los que a¨²n no se han bajado del Mercedes, del presupuesto oficial o del cr¨¦dito oficial, y que no son precisamente tantos como los trabajadores amenazados con la p¨¦rdida de su puesto de trabajo, los que ya lo han perdido o no pueden ni perderlo porque nunca lo han tenido, y que, por descontado, no han votado al PSOE, y digan ahora lo que digan, reciban lo que reciban, sue?an con ver a Fraga en la Moncloa porque ya no pueden tener de nuevo, hecho el milagro, al habitual inquilino de El Pardo, que les facilitaba sus saneados negocios y la evasi¨®n c¨®moda de capitales hacia m¨¢s prometedoras y seguras dictaduras militares.Si la reconversi¨®n pol¨ªtica se ha hecho con el pueblo y con exquisito cuidado y consideraci¨®n hacia todos, con respeto a cosas a veces muy poco respetables, y si la reconversi¨®n social se hace con la mirada puesta en ir convenciendo, con tolerancia y con comprensi¨®n, hasta a los sostenedores de ideas enemigas del progreso, que la reconversi¨®n econ¨®mica e industrial se haga tambi¨¦n con la participaci¨®n m¨¢s general de la sociedad, partidos, sindicatos, instituciones locales, y con el control p¨²blico que garantice la solidaridad de la que nace. Esto a algunos les parece intervencionismo y es, sencillamente, responsabilidad colectiva a trav¨¦s del Estado-sociedad frente a los que del Estado no quieren m¨¢s que su dinero sin rendir cuentas ni hacer jam¨¢s balance.
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