Castro quiere convertir a Cuba en una fortaleza inexpugnable
El presidente de Cuba, Fidel Castro, afirma que no descansar¨¢ hasta que cada cubano en edad de combatir (m¨¢s de seis millones, seg¨²n sus propias cifras), tenga una granada o una mina para hacerla explotar ante los invasores y que el titular de las Fuerzas Armadas quiera convertir a la isla en una enorme fortificaci¨®n inexpugnable a los aviones y a los bombardeos navales.En esta doble direcci¨®n se canaliza el esfuerzo militar de Cuba: m¨¢s hombres armados con entrenamiento para la guerra y m¨¢s refugios antia¨¦reos para sobrellevar con el menor da?o posible un primer ataque que sin duda vendr¨ªa desde el aire. "Ser¨¢ as¨ª como los obligaremos", dijo Ra¨²l Castro, "a desembarcar y chocar de cerca con nosotros. Ah¨ª s¨ª les ganamos".
El propio ministro de Defensa a?adi¨® que con el coste de un solo refugio para un avi¨®n, del estilo de los que se han construido en la base a¨¦rea de Holgu¨ªn, podr¨ªa construirse un edificio de 24 apartamentos, lo que contribuir¨ªa a aliviar el grave d¨¦ficit de vivienda que padece la isla.
Pese a su alt¨ªsimo costo, el Gobierno est¨¢ decidido a sacrificar otras parcelas de la econom¨ªa nacional en aras de la defensa. "Evitar la guerra", a?ade el n¨²mero dos del sistema cubano, "equivale a ganarla y para evitarla tenemos que hacer esas grandes y costosas inversiones, por muchas que sean otras necesidades que tenemos".
Convertir toda la isla en un inmenso fort¨ªn parece haberse constituido en la prioridad nacional. Las guerras modernas les han ense?ado que la capacidad de movilizar combatientes puede no ser un factor decisivo ante los bombarderos y la artiller¨ªa naval. Incluso el min¨²sculo ensayo de Granada fue una lecci¨®n en este sentido. El Pent¨¢gono sabe, sin embargo, que si decide intervenir en Cuba no se encontrar¨¢ con un aparato militar vulnerable ni con una poblaci¨®n desarmada.
Medio mill¨®n de milicianos recientemente incorporados se est¨¢n entrenando de forma intensiva, sum¨¢ndose a otro contingente id¨¦ntico que recibi¨® instrucci¨®n militar en los ¨²ltimos dos a?os. No se trata de obreros voluntariosos, que han disparado una docena de tiros y han realizado unos ejercicios apresurados de pr¨¢ctica militar.
La mayor¨ªa son soldados de la reserva cuya preparaci¨®n poco tiene que envidiar a la de un ej¨¦rcito profesional.
Las recientes maniobras Basti¨®n 83, que movilizaron a 160.000 combatientes del Ej¨¦rcito y las milicias, han puesto en evidencia que cada cubano conoce exactamente su misi¨®n en caso de guerra. En menos de 24 horas, cada cual estar¨ªa en su puesto. M¨¢s de 50.000 cuadros est¨¢n siendo entrenados para tareas auxiliares (sanidad, comunicaciones, intendencia) y otros 45.000 reciben cursos para graduarse como oficiales de las milicias.
Dentro de una econom¨ªa en crisis, que tiene grandes dificultades para pagar su deuda externa, que s¨®lo en el ¨¢rea capitalista supera los 4.000 millones de d¨®lares, este redoblado esfuerzo de guerra tendr¨¢ un impacto negativo inevitable sobre la capacidad de compra de los cubanos.
En los ¨²ltimos dos a?os, el Gobierno decidi¨® entreabrir las puertas del consumo con las tiendas por la libre, que proliferan en toda La Habana vieja. En este tipo de establecimientos, que son tambi¨¦n propiedad del Estado, los cubanos pueden adquirir a precios exorbitantes (17.000 pesetas por unos vaqueros) art¨ªculos que nunca antes estuvieron en el mercado o que se incluyen en la cartilla de racionamiento en cantidad escasa.
A pesar de sus precios (un paquete de cigarrillos puede valer hasta 200 pesetas), largu¨ªsimas colas se forman cada d¨ªa ante algunos de estos comercios. En circunstancias normales, un descenso dr¨¢stico de sus mercanc¨ªas podr¨ªa traducirse en descontento popular. En este sentido, la crisis de Granada parece haber jugado un papel exactamente opuesto al que deseaba Washington.
Igual que ocurri¨® en otros momentos de peligro, se dir¨ªa que los cubanos aceptan tambi¨¦n hoy sin objeciones notorias la necesidad de nuevos sacrificios en aras de la seguridad del sistema. Cada vez que Washington levanta la mano da nuevos argumentos al Gobierno de Castro para aumentar su parque militar, aunque sea a costa del nivel de vida de los cubanos. Esto mismo aumenta el costo de una eventual intervenci¨®n americana y, en ¨²ltima instancia, contribuye a prolongar la vida del r¨¦gimen castrista.
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