Un aficionado a la apuesta permanente frente a su partido
En v¨ªsperas del 28 de febrero de 1980, mientras los andaluces preparaban sus votos para el refer¨¦ndum auton¨®mico, Rafael Escuredo estaba convencido de que tendr¨ªa que preparar sus maletas y marcharse a casa. Su apuesta hab¨ªa sido demasiado fuerte, huelga de hambre incluida: nada menos que enfrentarse al dise?o del Estado de las autonom¨ªas en el que Andaluc¨ªa quedaba entremetida en el pelot¨®n de las comunidades que llegar¨ªan al autogobierno lentamente y con cuentagotas.En ese dise?o participaba la UCD como promotora -aun con el coste de la dimisi¨®n de un ministro y el principio del fin como partido-, pero tambi¨¦n el aparato del PSOE comulgaba con ese planteamiento. Sin encomendarse a Dios ni al diablo, Escuredo hizo una de sus jugadas al filo de la navaja, acab¨® embarcando al PSOE en el carro de la autonom¨ªa plena con el se?uelo de desgastar a los centristas y hasta forz¨® un cambio en la ley sobre modalidades de refer¨¦ndum. Millones de votos le secundaron y Andaluc¨ªa lleg¨® a la autonom¨ªa por la v¨ªa del art¨ªculo 151 de la Constituci¨®n (la v¨ªa m¨¢s r¨¢pida).
El suceso del 28-F es bastante indicativo del talante de Rafael Escuredo, que siempre ha ido por libre dentro de su partido, seg¨²n algunos por la fuerza de su enorme popularidad y, seg¨²n otros, con una t¨¢ctica de chantaje permanente a la organizaci¨®n, ampar¨¢ndose en su situaci¨®n de presidente. Cuando los socialistas andaluces se reunieron m¨¢s tarde en congrego, Escuredo quiso pasar factura al aparato y convertirse en presidente del PSOE regional. No lo consigui¨®. El puesto, fue para su adversario pol¨ªtico, Luis Y¨¢?ez, un hombre muy cercano a Alfonso Guerra.
Entre Escuredo y Guerra hab¨ªa, y hay, una vieja querella, nacida en los tiempos de la clandestinidad. El ahora vicepresidente del Gobierno no ha olvidado algunas dudas temporales de Rafael Escuredo durante la lucha antifranquista -lleg¨® a abandonar el PSOE en una ocasi¨®n dif¨ªcil- ni ha perdonado sus veleidades socialdem¨®cratas, su pragmatismo en las relaciones con la derecha, su desapego de las directrices del partido y, en general, un talante muy alejado de la ortodoxia socialista y, en ocasiones, malabarista.
Con el voto popular detr¨¢s una vez m¨¢s, Escuredo vuelve a la carga y consigue en el oto?o de 1982 un pacto con el que hasta entonces era el hombre de Alfonso Guerra en Andaluc¨ªa: Jos¨¦ Rodr¨ªguez de la Borbolla, secretario general del PSOE andaluz. Logra meter en la ejecutiva regional a varios de sus leales y ¨¦l mismo se integra en la direcci¨®n. Ya en el poder auton¨®mico, nombra a Rodr¨ªguez de la Borbolla su vicepresidente y, en opini¨®n de muchos observadores, le hace asimilar sus posiciones, aunque esta afirmaci¨®n debe matizarse.
El desenlace se aproxima conforme pasan las semanas de 1984 y el Gobierno aut¨®nomo no recibe las competencias sobre IRYDA (Instituto de Reforma y Desarrollo Agrario) e Icona (Instituto para la Conservaci¨®n de la Naturaleza), lo que deja en entredicho la llamada reforma agraria, una nueva apuesta de Escuredo frente al Gobierno socialista y en provecho de su imagen. El Ministerio de Agricultura no cede a las pretensiones de la Junta, y personas muy pr¨®ximas a Escuredo creen que detr¨¢s del tap¨®n est¨¢ una vez m¨¢s Alfonso Guerra. El problema se plantea con una gravedad ins¨®lita por una raz¨®n: Rafael Escuredo quiere pasar a la historia como el hombre que hizo la reforma agraria en Andaluc¨ªa, con toda la carga hist¨®rica, sentimental y pol¨ªtica que el tema tiene a¨²n hoy.
En una de las fugas adelante que le son tan propias, el presidente se planta en Madrid el 27 de enero y visita a Felipe Gonz¨¢lez, su antiguo compa?ero de fatigas laboralistas en Sevilla. Vuelve triunfante: ha parado de momento el nombramiento del catal¨¢n Ricardo Bofill como comisario de la Exposici¨®n Universal de 1992, que se celebrar¨¢ en Sevilla, y asegura que el jefe de Gobierno se comprometi¨® a que las transferencias de Icona e IRYDA estar¨ªan en Andaluc¨ªa antes del 21 de febrero, cuando empiece el debate de la reforma agraria en el Parlamento andaluz. Ahora, su propio partido precisa que el compromiso no llevaba fecha concreta, que lo importante es que los servicios est¨¦n transferidos cuando la reforma vaya a ejecutarse. Rafael Escuredo se lanza de nuevo en picado, susurra a sus allegados que Alfonso Guerra le persigue y ve campa?as de prensa en su contra. Tal vez ha entrado en su ¨²ltima apuesta, con la dimisi¨®n aceptada como tel¨®n de fondo.
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