La ocasion perdida de Felipe Gonz¨¢lez
No me parece riguroso lanzar unos cuantos mensajes gen¨¦ricos sobre la reconversi¨®n industrial como hizo el presidente del Gobierno en su reciente intervenci¨®n televisada, deslig¨¢ndolos de la situaci¨®n y de la pol¨ªtica econ¨®mica concreta, pues de esa manera se escamotea ante los espa?oles el problema de fondo. Porque la cuesti¨®n es que el Gobierno no tiene como eje de su pol¨ªtica la creaci¨®n de empleo -ya ni tan siquiera se menciona el compromiso de los 800.000 o de los 690.000 puestos de trabajo-. Si la pol¨ªtica del Gobierno tuviese ese objetivo no podr¨ªa afirmarse en verdad, como hizo Felipe Gonz¨¢lez, que en el a?o 1983 se ha mejorado, cuando se han perdido m¨¢s de 200.000 puestos de trabajo y hemos empezado el a?o 1984 con 90.000 parados m¨¢s.Nadie niega que las reservas de divisas y la balanza de pagos mejoren, que la inflaci¨®n descienda. Pero ?a qu¨¦ precio? ?Se puedejuzgar una pol¨ªtica econ¨®mica, desde una ¨®ptica de progreso, yo dir¨ªa, incluso humana, por el resultado de la balanza de pagos, por importante que ¨¦ste sea, o m¨¢s bien por su capacidad para ir resolviendo el paro? En este sentido, que es el que m¨¢s importa a los espa?oles, las medidas del Gobierno est¨¢n fracasando.
El a?o 1983 no ha sido mejor para la mayor¨ªa de los espa?oles, entre otras razones porque no es cierto que los sacrificios se est¨¦n repartiendo con equidad. Los sueldos, salarios y pensiones han sido fijados por el Gobierno en un 6,5% para este a?o, mientras la inflaci¨®n cabalga sobre el 12% y nadie cree en estos momentos que para finales de 1984 vaya a quedar en un 8%. ?ste ha sido, entre par¨¦ntesis, uno de los m¨¢s graves errores del Gobierno, pues ha dificultado un acuerdo entre las fuerzas sociales y ha endurecido, in¨²tilmente, la negociaci¨®n de los convenios colectivos.
De otro lado, todo el mundo ha podido comprobar que los grandes bancos han obtenido este a?o los beneficios m¨¢s altos de la ¨²ltima d¨¦cada. ?Puede decirse realmente que los sacrificios se est¨¢n repartiendo equitativamente entre los trabaadojares, los pensionistas y los grandes patronos y los banqueros? No puede haber reparto de sacrificios mientras -como reconoce el secretario de Estado de Hacienda- el impuesto de la renta de las personas f¨ªsicas (IRPF) lo paguen sobre todo los asalariados y subsistan insondables bolsas de fraude fiscal.
Mensaje maniqueo
Es dif¨ªcil creer que el Gobierno est¨¢ dispuesto a practicar una pol¨ªtica de solidaridad, mientras la esencia de su pol¨ªtica econ¨®mica sea la recuperaci¨®n del excedente o beneficio empresarial sin m¨¢s. Los grandes empresarios no invierten en crear empleo sino, entre otras cosas, en pagar 100.000 millones de pesetas en 1983 en indemnizaciones por despido; las pymes, por el contrario, que deber¨ªan convertirse en la gran fuente de creaci¨®n de empleo no encuentran apoyo, agarrotadas por los altos tipos de inter¨¦s de la banca. La solidaridad no puede consistir en el sacrificio de los asalariados con los parados y de ¨¦stos entre s¨ª.
Nadie discute que Espa?a necesita reconvertir su industria -y no s¨®lo su industria-, para no perder el tren de la revoluci¨®n tecnol¨®gica. Pero de ah¨ª a lanzar el mensaje maniqueo de que aquellos que se est¨¢n oponiendo a esta pol¨ªtica se niegan a la modernizaci¨®n de Espa?a va un abismo. Precisamente porque no queremos perder ese tren es por lo que nos oponemos a esta pol¨ªtica econ¨®mica. En Espa?a no se est¨¢ reconvirtiendo la industria y mucho menos reindustrializando el pa¨ªs sobre bases m¨¢s modernas. Se est¨¢ simplemente ajustando las plantillas a la baja, sin tocar el aparato productivo obsoleto. Con lo cual, dentro de poco tiempo, sobrar¨¢ de nuevo gente en las empresas "reconvertidas". Sanear no es dejar gente en la calle, simplemente, sin mayor esfuerzo de imaginaci¨®n empresarial o de gesti¨®n. Sanear supone renovar el utillaje, modificar los m¨¦todos de gesti¨®n, sacar nuevos modelos y productos, abrir nuevos mercados. Significa, en una palabra, aumentar la productividad, desarrollar las fuerzas productivas. Y eso no se est¨¢ haciendo. Entre otras razones, porque la experiencia de otros pa¨ªses y del nuestro indican que no es posible hacerlo sin el acuerdo de los sindicatos.
No creo que sea necesario recordar que Espa?a perdi¨® el tren de la revoluci¨®n industrial por la incapacidad de su burgues¨ªa para hacer las transformaciones que Espa?a necesitaba en aquel momento. Y ¨¦sta es una r¨¦mora que seguimos arrastrando. Mas ahora podemos volver a perder el reto de la nueva revoluci¨®n de la ciencia y de la t¨¦cnica si desde un Gobierno de la izquierda se hace la pol¨ªtica de la derecha, integrada, como un hecho natural, en las coordenadas del monetarismo; si no comprendemos que para que Espa?a enganche de una vez con dicha revoluci¨®n hay que abordar reformas de fondo de nuestras estructuras anticuadas, en la agricultura, en el sistema tributario y en el financiero, en las administraciones p¨²blicas. Y todo ello en el marco de una planificac¨ª¨®n democr¨¢tica que contempla nuestra Constituci¨®n y que de momento permanece in¨¦dita.
Una salida de progreso
A fin de cuentas lo que est¨¢ en juego es si, desde un Gobierno de izquierda, se camina hacia una recomposici¨®n del sistema a costa de los trabajadores y dem¨¢s capas populares, sin modificar en nada sus bases. O, por el contrario, si se abre paso una salida de progreso a la crisis, lo que supone abordar reformas de estructura, la transformaci¨®n y el desarrollo del sector p¨²blico, as¨ª como un mayor protagonismo de los trabajadores y de sus organizaciones sindicales. Es impensable enganchar con la nueva revoluci¨®n de la ciencia y de la t¨¦cnica favoreciendo a las fuerzas sociales m¨¢s viejas y conservadoras de la sociedad y marginando a las m¨¢s din¨¢micas y emprendedoras que se encuentran entre los trabajadores, las fuerzas de la cultura y algunos sectores empresariales. Por el camino que vamos es de temer que al final de la legislatura los trabajadores y sindicatos sean m¨¢s d¨¦biles, mientras terratenientes, banqueros, rentistas, multinacionales y monopolios hayan acrecentado su poder. No creo que ¨¦stas sean las fuerzas sobre las que haya que apoyarse para dar a Espa?a un futuro de progreso, de democracia y de modernidad.
En el mensaje televisado, el presidente habl¨® de di¨¢logo y de negociaci¨®n con todos. No otra cosa venirnos solicitando desde hace tiempo los comunistas. Mas nos preocupa sobremanera que los l¨ªmites de dicho di¨¢logo y negociaci¨®n los condicionara una vez m¨¢s a la afirmaci¨®n de no querer modificar su actual pol¨ªtica econ¨®mica. Democracia significa tambi¨¦n transacci¨®n y consensos amplios para gobernar. Y esto hay que hacerlo a trav¨¦s de los cauces de participaci¨®n que los ciudadanos tienen en la democracia, es decir los partidos, los sindicatos, las Cortes y dem¨¢s instituciones representativas. No ser¨ªa bueno caer en el v¨¦rtigo de tantos gobernantes espa?oles y extranjeros que, ante las dificultades, pretenden establecer un di¨¢logo o relaci¨®n directa con la "mayor¨ªa silenciosa", operaci¨®n que tiene el riesgo de deslizar a los Gobiernos, a veces inconscientemente, hacia posturas presidencialistas o autoritarias.
El PCE est¨¢ abierta y claramente por la negociaci¨®n de los grandes problemas que aquejan a nuestro pa¨ªs, contribuyendo, dentro de sus posibilidades, a que ¨¦sta pueda darse en las mejores condiciones. Negociaci¨®n en t¨¦rminos claros y precisos, sin imposiciones previas y con el fin de sacar a Espa?a de la crisis econ¨®mica. De la aparici¨®n televisiva de Felipe Gonz¨¢lez no se desprende en qu¨¦ t¨¦rminos, ni con qui¨¦n ni sobre qu¨¦ est¨¢ dispuesto el Gobierno a dialogar o negociar. Ser¨ªa interesante que se clarificasen lo antes posible estos aspectos.
Gerardo Iglesias Arg¨¹elles es secretario general del Partido Comunista de Espa?a.
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