Corrientes, 348
Me lo hab¨ªan dicho, lo hab¨ªa le¨ªdo, est¨¢ escrito; pero, a pesar de todo, nada m¨¢s llegar a Buenos Aires me fui a Corrientes, 348, por si a¨²n estaba all¨ª el ascensor que llevaba al segundo piso y a ese discreto perro de porcelana que no ladraba al amor. La piedad nost¨¢lgica ha pintado de crema y dibujado cenefas l¨ªricas sobre las puertas del Shangri-la del tango y escrito los dos primeros versos con su trocito de pentagrama para que transe¨²ntes y peregrinos no se desencanten del todo. Corrientes, 348, hoy es un edificio de oficinas y por la puerta de la calle se penetra a un parking con portero electr¨®nico: los dos ojos, rojo y verde, de un sem¨¢foro que ni ladra ni deja de ladrar al amor. Me dicen que el edificio merecedor de aquel tango era lo que en Espa?a llamamos o llam¨¢bamos un picadero. Peque?os apartamentos sin portero para ad¨²lteros necesitados de madriguera particular. Torpeza humana la que ha permitido la demolici¨®n de un edificio capaz de inspirar una pieza maestra de la cultura popular. Los pol¨ªticos culturales del pasado, y me temo que tambi¨¦n los del presente, fueron muy poco sensibles a la subcultura y no reconocieron la magia que inspira canciones escritas en estado de gracia, como Tatuaje, Milord, L'huomo in frac, El humo ciega tus ojos y tantas otras peque?as obras maestras que abastecieron la sensibilidad de las masas, les proporcionaron el tabl¨®n de salvaci¨®n de una identificaci¨®n so?ada con mayor eficacia cuantitativa y cualitativa que la l¨ªrica con may¨²scula.
Pero mientras Buenos Aires exista y nos quede peque?a memoria para los sentimientos m¨¢s ingenuos, Corrientes, 348 seguir¨¢ siendo un lugar de peregrinaci¨®n, y esa fachada oficinesca, desconocedora de crep¨²sculos interiores, ser¨¢ imaginativamente sustituida por la enso?aci¨®n de aquel edificio picadero en el que centenares de argentinos hicieron el amor con el correlato distante de la guitarra que, c¨®mo no, lloraba, y de un tel¨¦fono que, sin duda, propon¨ªa nuevas citas para la avidez sexual de gentes menos maleadas por la prisa y la sinceridad brutal de los muebles, pertenecientes a sociedades an¨®nimas, con juntas de accionistas y ejecutivos agresivos y por agredir. Sin duda alguna, este mundo ha perdido mucho desde la guerra de Corea.
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