Los primeros tres a?os de Gobierno socialista en Francia presentan un balance incierto y sombr¨ªo
Hoy se cumplen los tres primeros a?os de la victoria de Fran?ois Mitterrand en las elecciones presidenciales de 1981. La efem¨¦rides no se celebrar¨¢, porque aquella noche de borrachera ideol¨®gica en la hist¨®rica plaza de la Bastilla hoy se ha convertido en un chorro de n¨²meros rojos, paro, desequilibrios macroecon¨®micos, desencantos en la izquierda y sondeos desalentadores de la opini¨®n p¨²blica. Mitterrand, tres a?os despu¨¦s, es denominado el nuevo Mitterrand porque hace una pol¨ªtica contraria de la que le alz¨® al poder, ¨²nicamente aplaudida por los realistas, que pertenecen en su mayor¨ªa a la derecha. S¨®lo el tiempo, es decir, los 700 d¨ªas que le quedan por delante para afrontar las elecciones generales legislativas de 1986, constituye una baza poderosa en sus manos para darle un vuelco a la tendencia irreversible que en estos momentos hace de ¨¦l un hombre aislado frente a la oposici¨®n y frente a los comunistas y a parte de los socialistas, cuando todav¨ªa le faltan por cumplir cuatro de los siete a?os de mandato que le corresponden como presidente de la Rep¨²blica.
Los sondeos mensuales de la opini¨®n p¨²blica son testarudos desde hace m¨¢s de un a?o: el presidente Mitterrand y su primer ministro, Pierre Mauroy, por medio de los diversos bar¨®metros que establecen el estado de ¨¢nimo de los ciudadanos en la gesti¨®n del poder, se hunden de manera temeraria. La semana pasada, uno de estos sondeos dec¨ªa que el 54% de los franceses no conf¨ªa en Mitterrand para resolver los problemas del pa¨ªs, frente al 40% que se manifiestan en sentido contrario. No es ¨¦ste uno de los peores resultados conocidos ¨²ltimamente. El primer ministro, Mauroy, sufre del mismo mal, pero m¨¢s agudamente: el 65% de los consultados le ha retirado la confianza, frente al 29% que a¨²n le cree ¨²til para ejercer su cargo. Otros s¨ªntomas abundan en el mismo sentido de desafecci¨®n popular: el domingo pasado, como casi cada domingo, la izquierda volvi¨® a perder una elecci¨®n parcial.?Qu¨¦ le ha ocurrido a aquel socialismo a la francesa que hace tres a?os se ofrec¨ªa como f¨®rmula mundial destinada a liquidar todas las perversiones o fallos del comunismo, del capitalismo y de la socialdemocracia? El dato m¨¢s aplastante y que mejor responde a la pregunta precedente lo ofrece la pol¨ªtica seguida por el Gobierno de Mitterrand. En mayo de 1981 se trataba de nacionalizar, de romper con el capitalismo, de socialismo a la francesa, de cortar cabezas aunque fuese metaf¨®ricamente, de hacer lo contrario de todos los dem¨¢s pa¨ªses industrializados, realizando una pol¨ªtica econ¨®mica de relance por el consumo, de predicar y de realizar diplom¨¢ticamente el tercermundismo. En pocas palabras, para la nueva mayor¨ªa de izquierdas (comunistas y socialistas), el voluntarismo pol¨ªtico, en el interior y en el exterior, deb¨ªa terminar con todas las injusticias.
Al cabo de tres a?os, el pasado d¨ªa 4 de abril, el presidente Mitterrand, en su conferencia anual de prensa, declar¨® sentenciosamente: "O Francia es capaz de afrontar la competencia internacional y con ello asegura su independencia, o iniciar¨¢ el descenso hacia su declive". Por las mismas fechas, o un poco antes, uno de los dos o tres ministros que le inspiran modernismo al presidente, el de Industria, Laurent Fabius, recitaba la nueva doctrina que dicta la gesti¨®n actual de Francia: "El Estado no debe mezclarse en todo y reemplazar a las empresas y a los empresarios", "las nociones de riesgo, de rentabilidad, no tienen nada de vergonzoso, sino todo lo contrario". Y el mismo ministro, a?ad¨ªa: "El esfuerzo principal en t¨¦rminos de creaci¨®n de empleos, de innovaci¨®n, debe venir sin duda de las empresas medianas, e incluso de las peque?as empresas".
Este cambio radical de cultura, pol¨ªtica no ha dejado a nadie insensible en este pa¨ªs, pero por ahora los resultados son todav¨ªa m¨¢s negativos para el Gobierno. Mitterrand, con los socialistas y los comunistas, lleg¨® al poder negando la existencia de la crisis econ¨®mica mundial y, en consecuencia, ofreciendo el oro y el moro a los m¨¢s desfavorecidos. Hoy, los socialistas se escudan en la crisis mundial para justificar su dif¨ªcil gesti¨®n, y a?aden una raz¨®n hist¨®rica: la revoluci¨®n industrial, que, como fuere, debe, salvar el pa¨ªs incorpor¨¢ndolo al tren de la revoluci¨®n inform¨¢tica.
El resultado es nefasto para las ilusiones que los socialistas predicaron desde la oposici¨®n: el electorado, que entonces era apellidado cari?osamente por sus jefes el pueblo de izquierdas, ha perdido poder adquisitivo, en el mejor de los casos. Cerca de 200.000 personas perder¨¢n su puesto de trabajo debido a la reconversi¨®n industrial. Este electorado, por necesidad individual, sigue creyendo en las virtudes eternas de la izquierda: la fraternidad y generosidad que, durante casi un cuarto de siglo, hab¨ªa predicado Mitterrand desde la oposici¨®n. La derecha, a su vez, no ha sido convencida por el cambio de pol¨ªtica del presidente.
Situaci¨®n comprometida
Las cuentas en este mayo de 1984 son simples: los suyos, o una fracci¨®n importante, no le perdonan a Mitterrand su pol¨ªtica de derechas, y los otros, es decir, la oposici¨®n conservadora liberal, esperan su momento. Nadie, en efecto, dar¨ªa un centavo por la mayor¨ªa gobernante si se cerraran hoy unas elecciones legislativas, pero ese evento tendr¨¢ lugar dentro de dos a?os, en junio de 1986, y la V Rep¨²blica vivir¨¢ una efem¨¦rides hist¨®rica tanto si gana Mitterrand, porque nadie lo cree en el d¨ªa de hoy, como si pierde, porque, en ese caso, un presidente de izquierdas tendr¨ªa que gobernar, por primera vez, con una mayor¨ªa de derechas.Analistas de diversa extracci¨®n ideol¨®gica o profesional valoran aqu¨ª de manera sensiblemente similar la situaci¨®n esquematizada del socialismo a la francesa. Un antisocialista visceral, el acad¨¦mico Jean d'Ormesson, dice: "No s¨¦ cu¨¢l ser¨¢ el futuro pol¨ªtico de Mitterrand, pero su futuro moral me parece sombr¨ªo. Puede ganar, pero tendr¨¢ que abandonar todo lo que representaba, y quedar¨¢ como un pol¨ªtico simplemente habilidoso. Puede, por el contrario, mantenerse fiel al socialismo a la francesa y a la alianza con los comunistas, pero entonces se precipitar¨¢, y nos precipitar¨¢, con las manos atadas y los ojos vendados en un futuro imprevisible".
El l¨ªder sindicalista m¨¢s c¨¦lebre del pa¨ªs, Edmond Maire, cercano a Mitterrand, afirma por su parte: "La sociedad francesa est¨¢ a punto de reventar por falta de proyectos. En la derecha no hay m¨¢s que ambiciones personales, y el proyecto de la izquierda se ha agotado".
Dos economistas-soci¨®logos punteros de este pa¨ªs, Pierre Rosanvallon, cercano a la llamada segunda izquierda -encarnada por el ministro de Agricultura, Michel Rocard-, y Michel Cicurel, liberal simpatizante del ex primer ministro Raymond Barre, tambi¨¦n se pronuncian, sobre el futuro del mitterrandismo. Rosanvallon estima que "la suerte de Mitterrand de cara a 1986 consiste en que empieza a descubrirse en Francia una especie de revoluci¨®n cultural que pone en entredicho la divisi¨®n tradicional entre derecha e izquierda".
Michel Cicurel no est¨¢ lejos del an¨¢lisis de la situaci¨®n presente que hacen los hombres de la segunda izquierda, pero reacciona contra "la man¨ªa francesa de tener siempre un gran designio, una visi¨®n colectiva de nuestro porvenir. Si yo tuviese que fijar un proyecto, afirma, ¨¦ste consistir¨ªa en no tener ninguno".
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