El maullido
Plaza de Las Ventas. 29 de mayo. Decimocuarta corrida de feria.Toros de Ram¨®n S¨¢nchez, mal presentados, desiguales (algunos, anovillados), escasos de casta e inv¨¢lidos.
D¨¢maso Gonz¨¢lez. Estocada baja (petici¨®n, ovaci¨®n y saludos). Pinchazo y estocada corta (oreja). Julio Robles. Tres pinchazos y estocada ca¨ªda (silencio). Tres pinchazos bajos y estocada corta baja (aplausos y saludos). Tom¨¢s Campuzano. Bajonazo descarado y rueda de peones (silencio). Estocada baja (divisi¨®n).
Parte facultarivo. El picador Pimpi de Albacete fue asistido en la enfermer¨ªa de contusi¨®n en r¨®tula y distensi¨®n de ligamentos. Pron¨®stico reservado.
Ha surgido una nueva voz en el vocabulario autorizado de la tauromaquia: Mial¨¦. Se aplica al torero que pega pases a un toro que parece gato. Cuando un torero le pega pases a un toro que parece gato, la afici¨®n corea "miau' y la no afici¨®n corea "ol¨¦". El resultado del coro a 25.000 voces mixtas es en las resonancias del coso, ?miaaal¨¦!. Estas novedades y otras que vendr¨¢n, se producen en las corridas que, por su escaso trap¨ªo y su descastada condici¨®n, como la de ayer, quedan convertidas en un inmenso maullido.
El sexto era animalito anovillado y, adem¨¢s, inv¨¢lido. En realidad, los toros de Ram¨®n S¨¢nchez, por su casta -que se menciona aqu¨ª en la acepci¨®n referida al linaje- no requieren abultadas anatom¨ªas. Por ejemplo, el que se lidi¨® en cuarto lugar estaba fuera de tipo porque ten¨ªa demasiado corpach¨®n. El problema de la corrida no era el tama?o reducido de los toros, sino la invalidez, perniciosa e intolerable invalidez, que es necesario erradicar de las plazas, sea con auxilio de la ciencia, sea con intervenci¨®n de guardias.
Ahora bien, a¨²n aceptando la presentaci¨®n terciada de las reses, con el sexto se pasaron porque, como queda dicho, era anovillado de tipo y de cara. A Tom¨¢s Campuzano le correspondi¨® lidiar ese novillucho que no ten¨ªa nada que lidiar, y pese a que la plaza lo hab¨ªa rechazado, tuvo la infeliz ocurrencia de querer brindarlo al p¨²blico. No se lo consintieron, y reaccion¨® de mal modo, tirando la montera al callej¨®n con gesto de violento despecho.
Otros dir¨¢n que es casta torera, pero la casta torera no se demuestra tirando monteras sino toreando toros ¨ªntegros, y convenciendo a los aficionados con un toreo hondo y puro (o, por lo menos, as¨ª era antes). Tom¨¢s Campuzano, en cambio, demostr¨® su pintoresca casta torera llev¨¢ndose el novillito a zonas de sol, donde los espectadores parec¨ªan serle propicios, para pegar pases all¨ª, al abrigo de que el toro era un gato y a la vecindad le daba lo mismo. Y entonces ?mial¨¦! Tambi¨¦n hubo mial¨¦ en su anterior borrego lampante, al que zarande¨® con fogosidad pegapasista, encima con el pico. Pobre toro. ?Qu¨¦ le habr¨ªa hecho a Campuzano, para semejante paliz¨®n?.
El maullido se ven¨ªa gestando desde el principio. Toda la corrida transcurri¨® pl¨²mbea porque, adem¨¢s de desbaratada, ven¨ªa morcillona y escasita de casta; voz que se emplea ahora en su otra acepci¨®n, la que designa el comportamiento caracter¨ªstico del toro de lidia. Los aficionados protestaban y el presidente no les hac¨ªa ni caso, porque en el palco estaban de curritos. Vaya tarde, don Ram¨®n -que dijo uno de la andanada.
Julio Robles se desesper¨® un poco con su primer gato, pues no se ten¨ªa en pie, y estaba ansioso de darle derechazos, como todos, lo cual era imposible. Afortunadamente para ¨¦l, esos derech azos pudo d¨¢rselos al quinto, que tambi¨¦n se ca¨ªa, pero pod¨ªa renquear un poco de aqu¨ª all¨¢; lo suficiente para tomar raci¨®n de trapo, siempre que fuera en parvas dosis. Le salieron buenos los derechazos a Robles, pero no a?ad¨ªa arte, ni hab¨ªa emoci¨®n, de manera que no procede inscribirlos como hito en la historia de la tauromaquia.
Resultados m¨¢s mollares obtuvo D¨¢maso Gonz¨¢lez -por ejemplo, la oreja-, el cual posee recursos sobrados para darle pases a un macetero puesto por el ayuntamiento. En su primer toro, esos pases le salieron largos y ligados, aunque algo ¨¢ridos. Pero en el cuarto le salieron fluidos; o m¨¢s que fluidos, en catarata. Los derramaba tambi¨¦n en parajes de la solanera, levantando a los entusiasmados morenos de sus asientos, y dejando sentados, de puro at¨®nitos, a los p¨¢lidos, que contemplaban sus alardes desde la lejana umbr¨ªa.
Ligaba derechazos, naturales, pases de pecho, de costadillo, trincheras, zamarras, ropas cama; circulares por delante y por detr¨¢s, por arriba y por abajo; lo que le ven¨ªa en gana. El toro pasaba por donde dijera el, hombrecito de Albacete, cuyo cuello de la camisa se le sal¨ªa en burda gola y la pa?oleta le decoraba el cogote para mayor inspiraci¨®n y gloria de su peculiar artificio. Por todas partes se pas¨¦ el toro, menos por debajo de la pierna, y no por falta de ganas. Este torero, torea; a su modo, pero torea. Y no hay quien le maulle, como no hay quien le tosa, porque embruja a los toros y a los gatos y a los maceteros puestos por el ayuntamiento con el mando y el temple de su mu?eca, y con un valor sereno que para s¨ª quisieran los toreros de la imp¨¢vida verticalidad o los de la vertical impavidez. De los cuales, por cierto, es precursor y modelo; en bajito pero con mayor m¨¦rito.
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