Las culpas de los que protestan

Las protestas contra los toros renqueantes son habituales en Las Ventas, pero algunos sectores del p¨²blico las oyen con desagrado. Dicen ¨¦stos, de quienes manifiestan de viva voz su rechazo del toro in¨²til para la lidia, que s¨®lo van a la plaza a protestar. No es cierto y, en cambio, s¨ª podr¨ªa serlo que otros s¨®lo van a la plaza a aplaudir.A veces, en el toro de la protesta se produce una cogida, como ocurri¨® el pasado viernes con la de Paco Ojeda, y entonces las facciones contrarias a la afici¨®n exigente se vuelven contra ella, culp¨¢ndola de la desgracia del torero. Incurren en demagogia supina, naturalmente, lo cual, por otra parte, es muy frecuente en una plaza de toros.

Se suele dar otro caso parecido: cuando el p¨²blico -normalmente el triunfalista antes aludido- protesta un toro manso (jam¨¢s har¨¢ tal disparate un aficionado) y el presidente no accede, con buen criterio, a devolverlo al corral. Si ese toro voltea a un torero, los que hab¨ªan protestado se vuelven hacia el palco, acus¨¢ndole, asimismo, de culpable del infortunio, y menudean los gritos de "?Asesino!". Es evidente que, tambi¨¦n en este caso, la demagogia se desata.

Quienes a grito pelado protestan toros mansos y quienes, con no menores voces, protestan de que se protesten los toros inv¨¢lidos seguramente no se dan cuenta de que hacen el rid¨ªculo en una plaza como Las Ventas. Bueno, la ignorancia siempre ha sido audaz.