Nuevo clima entre El Cairo y Mosc¨²

EL PROCESO de mejoramiento de las relaciones entre la URSS y Egipto, que va a desembocar en fecha pr¨®xima en el env¨ªo de embajadores a las capitales respectivas, es un acontecimiento llamado a ejercer una influencia en el futuro desarrollo de la situaci¨®n en el, Mediterr¨¢neo oriental y en el Pr¨®ximo Oriente. No se puede olvidar que Egipto es el pa¨ªs ¨¢rabe de mayor poblaci¨®n; su posici¨®n geoestrat¨¦gica es obviamente decisiva; que Egipto se incline en un sentido o en otro representa siempre un factor de suma importancia para el curso de los acontecimientos en esa parte del mundo. Por a?adidura, el tema de las relaciones con Mosc¨² no es un hecho aislado; se inscribe en una trayectoria que el presidente egipcio, Mubarak, viene siguiendo para devolver a Egipto una mayor autonom¨ªa y capacidad de juego diplom¨¢tico en la escena internacional.Las relaciones entre Mosc¨² y El Cairo han sido particularmente agitadas en las dos ¨²ltimas d¨¦cadas: la estrecha amistad tejida en tiempos de Nasser se basaba en la ayuda esencial de la URSS para hacer frente a Israel; pero pronto se convirti¨® en otra cosa, en una pesada presencia de consejeros militares e incluso bases sovi¨¦ticas. En la primera etapa de la presidencia de Sadat, ¨¦ste continu¨® la l¨ªnea anterior; incluso firm¨® en 1971 un tratado de amistad y cooperaci¨®n de 15 a?os con la URSS. Pero al a?o siguiente expuls¨® de Egipto a los consejeros militares sovi¨¦ticos, unos 20.000, y cancel¨® los acuerdos defensivos con Mosc¨². Era el inicio de un viraje radical para intentar resolver el conflicto con Israel por v¨ªas de negociaci¨®n. La ¨²nica potencia que pod¨ªa influir sobre Israel era EE UU. En 1978, Sadat firmaba los acuerdos de,Camp David con Beguin y Carter, a consecuencia de lo que Egipto recuper¨® el Sina¨ª, perdido en la guerra de 1967. Al mismo tiempo, Egipto fue expulsado de la Liga ¨¢rabe, y su pol¨ªtica exterior qued¨® supeditada a la de Washington.

Ahora bien, Camp David respond¨ªa a una visi¨®n estrat¨¦gica de EE UU, que se cre¨ªa capaz de resolver el conflicto del Pr¨®ximo Oriente, gracias a sus relaciones con Israel y con los pa¨ªses ¨¢rabes m¨¢s conservadores, aunque al precio de la marginaci¨®n de las Naciones Unidas y aislando a los pa¨ªses ¨¢rabes radicales o revolucionarios, y naturalmente a la Organizaci¨®n para la Liberaci¨®n de Palestina (OLP). Esa estrategia norteamericana, iniciada en Camp David, ha fracasado, y sin tener eso en cuenta es dif¨ªcil entender lo que est¨¢ ocurriendo en la regi¨®n. Ese fracaso ha sido debido en buena parte al extremismo e intransigencia de Beguin, y a que EE UU le consinti¨® una pol¨ªtica que con los asentamientos en Cisjordania y con la agresi¨®n a L¨ªbano cerraba toda posibilidad de entendimiento incluso con los sectores del mundo ¨¢rabe m¨¢s dispuestos a aceptar los consejos de Washington. El env¨ªo, y luego la retirada de la llamada fuerza multinacional a L¨ªbano, aport¨® una nueva demostraci¨®n de la inexistencia de una pol¨ªtica norteamericana susceptible de contribuir a resolver los problemas y dar un m¨ªnimo de estabilidad a la zona.

En ese proceso, Egipto necesitaba revisar algunas de las l¨ªneas de la pol¨ªtica que ven¨ªa siguiendo. La llegada de Mubarak a la presidencia, despu¨¦s del asesinato de Sadat, contribuy¨® a esa flexibilizaci¨®n. Ha logrado colocar de nuevo a Egipto en su lugar l¨®gico, tradicional, dentro de la Liga ¨¢rabe, sin romper por ello -caso totalmente excepcional- sus relaciones con Israel. En relaci¨®n con el problema palestino, tan decisivo pol¨ªtica e incluso sentimentalmente en todo el mundo ¨¢rabe, Mubarak ha modificado la posici¨®n de Sadat dando p¨²blicamente su apoyo a la OLP y a Yasir Arafat. Lo que Egipto est¨¢ haciendo no tiene nada que ver con una especie de cambio de campo; no se trata de eso; tiene fuertes relaciones con EE UU que no piensa modificar; recibe incluso de Washington una ayuda econ¨®mica imprescindible para su equilibrio interior. Pero s¨ª necesita una mayor apertura, un mayor pluralismo en sus relaciones exteriores; mientras estrecha sus relaciones con Europa occidental, es natural que se esfuerce a la vez por restablecer sus relaciones diplom¨¢ticas con la URSS. De otro lado, es obvio que Mosc¨² alberga hoy aspiraciones muy diferentes a las del pasado. En la presente coyuntura, esta normalizaci¨®n de las relaciones entre El Cairo y Mosc¨² establecer¨¢ canales de comunicac,i¨®n que pueden ser ¨²tiles para buscar v¨ªas de negociaci¨®n ante algunos de los problemas tan complejos de la regi¨®n. Se est¨¢ abriendo paso la idea de que la ONU deber¨ªa preparar una conferencia internacional sobre el Pr¨®ximo Oriente en la que participen los diversos Estados interesados sin exclusi¨®n. Espa?a apoya acertadamente ese proyecto, lo mismo que otros pa¨ªses europeos. Un obst¨¢culo reside, sin embargo, en la imposibilidad de sentar en una misma mesa a israel¨ªes y ¨¢rabes. En ese orden, precisamente, Egipto es un ejemplo, un puente. Su papel moderador puede ser positivo asimismo en otras cuestiones.