El Gobierno socialista asumi¨® la herencia del Banco de Espa?a en la crisis de Banca Catalana
El 28 de agosto de 1982, Leopoldo Calvo Sotelo, presidente del Gobierno durante el bienio negro de UCD, disolvi¨® las Cortes y convoc¨® elecciones generales. A los pocos d¨ªas, Eusebio D¨ªaz-Morera, presidente de Banca Catalana, por deseo de sus accionistas, pero con el visto bueno del Banco de Espa?a, se present¨® en Madrid portando varias copias de un informe explosivo: el primer plan de saneamiento, aprobado por la junta que le nombr¨® presidente hac¨ªa mes y medio, resultaba irrisorio a la vista de sus investigaciones.Alarmados por la envergadura de aquella quiebra t¨¦cnica y por el efecto que su soluci¨®n legal e inmediata podr¨ªa tener sobre el resultado electoral, tanto Leopoldo Calvo Sotelo como Felipe Gonz¨¢lez insuflaron apaciguamiento y prudencia al banco emisor quien aplaz¨® la soluci¨®n y, por tanto, agrav¨® la crisis. Al triunfar en las elecciones, el l¨ªder del PSOE, desoyendo los consejos de algunos miembros de la ejecutiva de su partido, asumi¨® la responsabilidad del Banco de Espa?a -inhibici¨®n en la crisis de Catalana, bien por negligencia o por desconocimiento- y mantuvo reservada la presumible complicidad de UCD y Converg¨¨ncia i Uni¨® con el banco emisor al asistir impasibles, durante dos meses, a una hemorragia de dep¨®sitos sin precedentes en la historia de Espa?a.
El quebranto patrimonial de Banca Catalana no pod¨ªa sanearse, en septiembre de 1982, con la prevista emisi¨®n de bonos por 5.700 millones de pesetas, a todas luces insignificante, ya que las p¨¦rdidas acumuladas por el grupo superaban, en esa fecha, los 130.000 millones de pesetas. D¨ªaz-Morera, representante del grupo de notables encargado de mantener la catalanidad e independencia del holding bancario, entreg¨® una copia del informe-bomba al entonces l¨ªder de la oposici¨®n, Felipe Gonz¨¢lez, y otra al vicepresidente del Gobierno, Juan Antonio Garc¨ªa Diez, en ese orden.
Desde el momento en que el secretario general del PSOE, presumible ganador de las elecciones anunciadas, conoci¨® la envergadura del problema de aquella banca -impulsada, desde 1959, por su competidor electoral Jordi Pujol, l¨ªder de Converg¨¨ncia i Uni¨® y presidente de la Generalitat- las manos del subgobernador del Banco de Espa?a, Mariano Rubio, quedaron privadas de su tradicional discrecionalidad para resolver en la sombra las distintas crisis bancarias. Hasta que no se conociera el nuevo Gobierno salido de las urnas, nadie se atrever¨ªa a aplicar m¨¢s terap¨¦utica que la prevista escrupulosamente en las leyes.
En plena interinidad, ni el vicepresidente econ¨®mico del Gobierno, Juan Antonio Garc¨ªa Diez, ni el presidente, Leopoldo Calvo Sotelo, llegaron a estudiar el plan de salvaci¨®n propuesto por los notables catalanes con cargo al erario p¨²blico. El futuro Gobierno podr¨ªa exigirles responsabilidades por una eventual manga ancha en el tratamiento pol¨ªtico de aquella crisis financiera.
Calvo Sotelo y Pujol ganan tiempo
A partir de ah¨ª, la catalanidad y la premiosidad fueron causa com¨²n para que las tres partes interesadas en el conflicto -cada una de las cuales acusa ahora a las otras dos- decidieran ganar tiempo hasta llegar al 28 de octubre. Jordi Pujol, Lepoldo Calvo Sotelo y Felipe Gonz¨¢lez estuvieron impl¨ªcitamente de acuerdo en insuflar cierto apaciguamiento a la crisis de Banca Catalana para, en un arranque de honestidad pol¨ªtica de alt¨ªsimo coste econ¨®mico, no desvirtuar la campa?a electoral.
Sin embargo, a principios de septiembre de 1982, el Gobierno Calvo Sotelo, con su proverbial indecisi¨®n, el Banco de Espa?a, alarmado por la envergadura de una crisis que detect¨® mal y con sumo retraso, y el partido socialista, temeroso de desvirtuar su eventual triunfo con un esc¨¢ndalo pol¨ªtico-financiero, decidieron aplazar la soluci¨®n de la crisis hasta despu¨¦s del 28 de octubre. La presi¨®n de los pujolistas, insistiendo, desde el mes de mayo, en la b¨²squeda de una soluci¨®n pol¨ªtica no traum¨¢tica y espec¨ªficamente catalana, por un lado, y la persistente negativa de los consejeros a reconocer p¨²blicamente la reducci¨®n a cer¨® de su capital -condici¨®n legal necesaria para que el Fondo de Garant¨ªa de Dep¨®sitos iniciara el saneamiento patrimonial-, por otro lado, favorecieron tambi¨¦n la larga sangr¨ªa de dep¨®sitos, y, m¨¢s grave, una continuada p¨¦rdida de confianza en la viabilidad de Banca Catalana.
La reconstrucci¨®n de los dram¨¢ticos acontecimientos financieros del verano de 1982 -una vez presentada por el fiscal general del Estado querella criminal contra 25 ex administradores del holding, incluido Jordi Pujol- puede arrojar hoy cierta luz tanto sobre las razones de la singular agon¨ªa de Banca Catalana como sobre el car¨¢cter de mesianismo pol¨ªtico-bancario, redentor de una industria en crisis, que acompa?¨® fatalmente al holding de Pujol -como pone de manifiesto la inspecci¨®n del Banco de Espa?a- desde su partida de nacimento, en 1959, hasta su certificado de defunci¨®n, el 17 de noviembre de 1982.
Los an¨¢lisis realizados en plena campa?a electoral, y poco despu¨¦s de la victoria, por la Ejecutiva del PSOE, y las posiciones mantenidas entonces por destacados militantes socialistas, no dejaron de cargar cierta responsabilidad sobre las autoridades del Banco de Espa?a de entonces. Aquellas autoridades son las mismas de hoy y pueden ser las mismas durante los pr¨®ximos cuatro a?os si el Gobierno mantiene en su puesto de subgobernador a Mariano Rubio -confirm¨¢ndose as¨ª la continuidad anunciada por Felipe Gonz¨¢lez- o le asciende al cargo de gobernador, el pr¨®ximo mes de julio, al t¨¦rmino de su segundo mandato. Los an¨¢lisis del PSOE part¨ªan de la base de que la necesaria y urgente intervenci¨®n oficial de Banca Catalana, una vez que sus dificult¨¢des aparecieron en la Prensa, y su inmediato env¨ªo al Fondo de Garant¨ªa de Dep¨®sitos bancarios (FGD), durante la campa?a electoral, habr¨ªan perjudicado a Jordi Pujol, restando votos a Converg¨¨ncia i Uni¨®. Por eso el Banco de Espa?a retras¨® su actuaci¨®n, a juicio de los analistas del PSOE.
Leopoldo Calvo Sotelo, Juan Antonio Garc¨ªa D¨ªez y, quiz¨¢, Mar¨ªano Rubio -tan pr¨®ximo entonces a Calvo Sotelo como hoy a Miguel Boyer-, con la comprensi¨®n, incluso, de Felipe Gonz¨¢lez, trataron de aguantar la crisis hasta el final, convencidos de que el PSOE no obtendr¨ªa la mayor¨ªa absoluta. De haber sido as¨ª, el PSOE habr¨ªa necesitado la ayuda de Converg¨¨ncia i Uni¨® y de UCD para gobernar, dejando abierto lo que, en medios pr¨®ximos a Catalana, se conoc¨ªa y deseaba como "una salida pol¨ªtica a la crisis financiera".
En el mejor de los casos, Miquel Roca y Ram¨®n Tr¨ªas Fargas, en sus continuos viajes a Madrid durante aquel septiembre, llegaron a esbozar un eventual plan de Gobierno entre UCD, CiU y AP, que favorec¨ªa el aplazamiento de la intervenci¨®n de Banca Catalana.
Responsabilidad pol¨ªtica
Dirigentes socialistas recomendaron entonces a la ejecutiva de su partido que cargara p¨²blicamente la responsabilidad de este retraso sobre CiU y UCD, pues "los bancos no existen para hacer pol¨ªtica, ni siquiera nacionalista, sino para utilizar los dep¨®sitos. que les conf¨ªan sus clientes correctamente, de forma que puedan devolverlos cuando ¨¦stos los reclamen". El futuro Gobierno deber¨ªa dar una explicaci¨®n a los ciudadanos. Al no haberlo hecho as¨ª, el Gobierno socialista asumi¨® la herencia y la responsabilidad del banco emisor y del anterior Gobierno.
Fuentes del banco emisor, de la antigua administraci¨®n de Banca Catalana, de Converg¨¨ncia i Uni¨® y de Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico, -que prefieren no ser citadas por su nombre-, consultadas ahora, mantienen a¨²n la tesis de que las expectativas electorales no fueron causa directa del retraso en la soluci¨®n de aquella crisis bancaria. Sin embargo, casi todas coinciden en afirmar que la verdadera raz¨®n de aplazar la intervenci¨®n p¨²blica del Banco de Espa?a, necesaria para que el FGD pudiera restablecer el equilibrio patrimonial de Catalana, fue la esperanza -finalmente frustrada- de mantener la catalanidad del holding. En la permanente b¨²squeda de una soluci¨®n catalana, que tantas veces como se tuvo a punto se escurri¨® de las manos del grupo y del banco emisor a la hora de concretar el coste, se perdi¨® todo el a?o 1981 y gran parte de 1982.
Al final, tanto algunos altos funcionarios del Banco de Espa?a como algunos miembros del Gobierno de Calvo Sotelo y del partido socialista, han manifestado que la ¨²nica catalanidad viable era aquella que pretend¨ªa mantener, sin poner un duro, la propiedad catalana de un capital casi 20 veces perdido por la mala gesti¨®n de los administradores a costa del dinero de todos los espa?oles. En el Banco de Espa?a hubo quien lleg¨® a declarar que el d¨ªa despu¨¦s de las elecciones del 28-O tuvo la impresi¨®n de que tanto los administradores pujolistas de Banca Catalana, hoy querellados, como algunos notables independientes, les hab¨ªan tomado el pelo a costa de "la b¨²squeda de la catalanidad".
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