La Caixa-Banca Catalana: una historia de amor imposible
El historiador y ¨²ltimo banquero rom¨¢ntico de Catalu?a olvid¨® mencionar en su op¨²sculo que el Banco Urquijo, como tantos otros colegas resucitados con dinero p¨²blico y sin esc¨¢ndalo, ten¨ªa padre. El Banco Urquijo cay¨®, como Bankuni¨®n, herido tambi¨¦n de muerte industrial, en el regazo del Banco Hispano Americano, el tercero de los siete grandes. En cambio, Banca Catalana, como Rumasa, no ten¨ªa padre ni madre que le quisiera entre los grandes. Por eso, cuando el Banco de Espa?a -banco de bancos, banco del Estado y, no sabemos por qu¨¦, polic¨ªa de bancos y banqueros, todo al mismo tiempo- reconoci¨® al enfermo catal¨¢n en 1981 y deiscubri¨®, en mayo de 1982, su c¨¢ncer fatal, lo primero que hizo fue buscarle un padre.Sin embargo, todos los intentos resultaron frustrados y La Caixa qued¨® compuesta y sin novio, mientras el Banco de Vizcaya -que ofrec¨ªa una dote semejante en dep¨®sitos y en garant¨ªas- vino de fuera, en mayo de 1983, a quedarse con los despojos bancarios del sue?o de Pujol. ?Por qu¨¦ no fue posible aquel matrimonio de conveniencia entre primos catalanes? Los amantes de La Caixa prefieren dirigir ahora esta pregunta capciosa al oligopolio bancario y al Banco de Espa?a, celestina sin par entre aqu¨¦l y el Estado.
Seg¨²n uno de los protagonistas, que conoci¨® la temerosa negociaci¨®n del banco emisor, La Caixa pretend¨ªa llegar a un acuerdo ciego con el Banco de Espa?a y le ped¨ªa 60.000 millones de pesetas de caudales p¨²blicos, cantidad que no ten¨ªa respaldo suficiente en las cifras disponibles en aquel mayo de 1982". Efectivamente, en mayo de 1982, los inspectores del banco emisor hab¨ªan terminado lo que ellos llaman "una minuciosa inspecci¨®n" que les llev¨® casi seis meses. Era la segunda aproximaci¨®n conocida del polic¨ªa de bancos y banqueros a la crisis de Banca C¨¢talana.
En el informe oficial que el Banco de Espa?a dirigi¨® al Gobierno a principios d¨¦ 1980 -Jos¨¦ Luis Leal era entonces ministro de Econom¨ªa, y Fernando Abril Martorell, vicepresidente econ¨®mico no se hac¨ªa menci¨®n alguna a eventuales dificultades del grupo Banca Catalana, sino, muy al contrario, se felicitaba de haber encasquetado al grupo fundado por Jordi Pujol la paternidad del convaleciente Banco Industrial del Mediterr¨¢neo. Este dudoso m¨¦rito lo asum¨ªa as¨ª el Banco de Espa?a en el ¨²nico p¨¢rrafo que el citado ?ni forme sobre la crisis bancaria dedica a Banca Catalana:
Catalana era 'bona' en 1980 "El Banco Industrial del Medirr¨¢neo se constituy¨® en el a?o 72 como banco industrial y de negocios. En enero de 1979 su capial social era de 1.896 millones pesetas; en el balance luc¨ªan reservas por 457 millones; exist¨ªan ay considerables p¨¦rdidas, en su mayor parte en las empresas filia; y vinculadas, derivadas de desafortunadas inversiones industriales, de negocios especulativos y de compra de sus propias acciones; los recursos ajenos estaban en torno a los 28.500 millones de pesetas; las inversiones eran mayores que las fuentes normales de financiaci¨®n y, en consecuencia, atravesaba fuertes tensiones de tesorer¨ªa. Adem¨¢s, hab¨ªa graves disensiones entre los miembros del consejo de administraci¨®n".
"Esta situaci¨®n hab¨ªa empezado ser conocida por el p¨²blico, pero antes de que se produjese una verdadera alarma se consigui¨® (sic) que Banca Catalana, el 29 de enero de 1979, previa autorizaci¨®n del Ministerio de Econom¨ªa, adquiriese el paquete de control del Banco idustrial del Mediterr¨¢neo -y se hiciese cargo de su administrai¨®n. Este cambio se produjo con bsoluta normalidad, y pr¨¢cticaiente no hubo retirada de dep¨®sitos. A lo largo del a?o en curso, lanca Catalana, con los apoyos .el Banco de Espa?a, ha restableido la confianza del p¨²blico consiguiendo la estabilidad de los reursos ajenos, por lo que puede decirse que hoy el problema queda imitado a restablecer el equilibrio iatrimonial mediante la amortizaci¨®n de las p¨¦rdidas existentes con os beneficios futuros y, cuando legue el momento oportuno, con a ampliaci¨®n de capital".
Ese mismo a?o, pero ya bajo la vicepresidencia econ¨®mica de Leopoldo Calvo Sotelo, el 29 de octubre de 1980, despu¨¦s de observar los primeros problemas de liquidez, que suelen resolverse enchufando la manguera del Banco de Espa?a, los inspectores del banco emisor sospecharon problemas de d¨¦ficit patrimonial, para cuya soluci¨®n legal hab¨ªa creado el Gobierno anterior el Fondo de Garant¨ªa de Dep¨®sitos.
P¨¦rdidas crecientes
La inspecci¨®n concluy¨®, tras auscultar minuciosamente el coraz¨®n de Catalana durante un semestre, con unas cifras de p¨¦rdidas que un a?o m¨¢s tarde resultaron irrisorias al compararlas con las investigaciones de la auditor¨¢ internacional Price Waterhouse.
El acta de inspecci¨®n, de 22 de septiembre de 198 1, determ¨ªnaba para Banca Catalana unas minusval¨ªas y p¨¦rdidas latentes de -13.413,8 millones de pesetas, lo que, frente unos recursos propios (capital, reservas y fondos de previsi¨®n) de 12.222,8 millones, arrojaba un neto patrimonial de - 1. 191 millones de pesetas. Para los mismos conceptos, los inspectores atribu¨ªan al Banco Industrial de Catalu?a, controlado por Catalana, -16.076,5 millones frente a 10.505,3 millones, lo que supon¨ªa un patrimonio negativo en -5.571,2 millones de pesetas. La velocidad de crucero tambi¨¦n hab¨ªa entrado en la zona cancer¨ªgenade las p¨¦rdidas, pues el ritmo anual de acumulaci¨®n de intereses sobre los activos (cr¨¦ditos) que originaban dichas minusval¨ªas y p¨¦rdidas latentes era de 2.542 millones de pesetas para Banca Catalana y de 2.344,6 millones para el Banco Industrial de Catalu?a.
Los dirigentes de Catalana se defendieron entonces poniendo de manifiesto el importante peso que ten¨ªan las acciones bancarias del grupo dentro de aquellas minusval¨ªas, y que "eran consecuencia de la actuaci¨®n de Banca Catalana como saneadora e integradora de bancos, por propia iniciativa en algunos casos, y en otros, inducida por otras circunstancias".
Un segundo documento de la inspecci¨®n del Banco de Espa?a (6 de mayo de 1982), ampliando la invest¨ªgaci¨®n a los bancos Industrial del Mediterr¨¢neo, Gerona, Alicante y Cr¨¦dito e Inversiones, fijaba la cifra total de activos ficticios del grupo en 47.338,6 millones de pesetas. En aquel momento, el Banco de Espa?a era consciente, quiz¨¢ por primera vez en tan larga crisis industrial y bancaria, de que el patrimonio del grupo catal¨¢n era crecientemente negativo. Por ello se decidi¨® a negar el permiso solicitado por Banca Catalana para repartir un dividendo a todas luces inexistente. Tras esta negativa, en mayo de 1982, el banco emisor ofreci¨® un plan de salvamente mediante numerosas compensac¨ªones que ¨ªnclu¨ªa como contrapartida una ampliaci¨®n de capita de Banca Catalana por un importe de 4.000 millones de pesetas. La b¨²squeda de capital fresco iba, naturalmente, ligada a la b¨²squeda de un padre, y ¨¦ste, en aquel momento, no pod¨ªa ser otro que La Caixa, primera instituci¨®n crediticia de Catalu?a.
Pero, el 11 de junio de 1982 cuando el acuerdo La Caixa-Banca Catalana era m¨¢s que probable estall¨® un rumor, a trav¨¦s del bolet¨ªn confidencial de Europa Press seg¨²n el cual "era inminente la suspensi¨®n de pagos de una ?mportante entidad credit¨ªc¨ªa catalana".
El vicepresidente de Banca Catalana, Francesc Cabana, se dio por aludido al desmentir que tal rumor no ten¨ªa nada que ver con ellos. Al d¨ªa siguiente comenz¨® la sangr¨ªa de dep¨®sitos, y una dramatica serie de dificultades convirtieron la presumible uni¨®n La Caixa-Banca Catalana en una historia amor imposible.
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