Owens, estrope¨® la fiesta de la raza ar¨ªa
Los Juegos Ol¨ªmpicos de 1936, en Berl¨ªn, fueron una exaltaci¨®n del nazismo capitaneado por Adolf Hitler. El gigantismo ol¨ªmpico naci¨® en Berl¨ªn. Hitler se hab¨ªa dado cuenta de que las grandes competiciones deportivas pod¨ªan transformarse en una formidable plataforma de propaganda pol¨ªtica y decidi¨® aprovechar la ocasi¨®n que le brind¨® el COI. Hab¨ªa que haberlos vistos, reunidos en grandes salones, rodeados de esv¨¢sticas y programando grandes despliegues. Eso s¨ª, todo muy grande. Todo de piedra, "¨²nico material digno de representar a nuestro r¨¦gimen", comentaba el F¨¹hrer en aquellas reuniones.Aquellas reuniones
No cabe duda que debieron ser al menos, curiosas. All¨ª estaba Hitler, rodeado de Joseph Goebbels tambi¨¦n llamado doctor, ministro de propaganda nazi. Y Heinrich Himmler, comandante en jefe de todas las polic¨ªas. Y Hermann Go?ring, presidente del Reichstag (Parlamento) y fundador de la Luftwaffe, fuerza ¨¢rea. Y hasta el arquitecto preferido de Hitler, Albert Speer, que, pese a no construir ninguna instalaci¨®n ol¨ªmpica, debi¨® poner su granito de arena en tanta grandiosidad. Y as¨ª se sucedieron los d¨ªas. Mientras algunos pa¨ªses -como t¨ªmidamente propusieron Estados Unidos y Francia- exig¨ªan el cambio de sede, ellos preparaban su gran fiesta ante el silencio de un nuevo arist¨®crata, esta vez conde belga, Henri de Baillet-Latour, presidente del COI.
Goebbels hac¨ªa resonar las paredes de aquel edificio oficial y aseguraba que "recibiremos a todos los pueblos del mundo y tendremos la oportunidad de demostrarles lo que es capaz de hacer el pueblo alem¨¢n". Go?ring parec¨ªa estar all¨ª para insultar y desprestigiar al que osara dudar de los plazos de una obra ofrecidos al F¨¹hrer. "?Qu¨¦ no hay tiempo de construir la piscina en seis meses? ?Lo habr¨¢, por supuesto que lo habr¨¢!". Para Go?ring nunca hubo imposibles. En una de esas reuniones, el arquitecto del diablo, que as¨ª es como ha pasado a la historia Speer, debi¨® insinuarle a Hitler que "puestos a hacer las cosas a lo grande, hagamos un estadio para 500.000 personas". Y empezaron a pensarlo.
Algunos consejos
El asunto se calent¨® tanto, tanto, que el COI crey¨® oportuno darle un toque a Hitler. Bueno, m¨¢s que un toque, un aviso. Baillet-Latour aprovech¨® un viaje a Garmisch Partenkirchen, poco antes de que se celebrasen los Juegos de Invierno, del 6 al 16 de febrero de 1936, para recordarle a Hitlek que "debe usted respetar el contenido de la Carta Ol¨ªmpica", en el que se hace referencia aque ninguna persona podr¨¢ ser excluida de los Juegos Ol¨ªmpicos a causa de su religi¨®n, raza o ideas pol¨ªticas". El F¨¹hrer pareci¨® escucharle. Y el presidente del COI termin¨® diciendo: "Y sepa usted que, en la ceremonia inaugural, no debe pronunciar ning¨²n discurso pol¨ªtico, limit¨¢ndose a decir, simplemente: 'Declaro abiertos los Juegos de la XI? Olimpiada".
Pese a esos consejos, Hitler sigui¨® los planes trazados. El nazismo quiso presentar a la capital de Alemania como la m¨¢s capaz y se volc¨® en el montaje de los juegos. Total: un estadio con capacidad para 110.000 espectadores y una pisicina que dispon¨ªa de 20.000 asientos, m¨¢s otras siete instalaciones que no desmerec¨ªan de las primeras. Y el 1 de agosto de 1936, el F¨¹hrer entr¨® en el estadio mientras los 110.000 espectadores cantaban el himno nazi Horst Wessel lied, dirigidos por Richard Strauss, y centenares de miembros de las Juventudes Hitleriarlas desfilaban por la pista de atletismo con sus uniformes marrones y luciendo brazaletes con la esv¨¢stica. Para darle un toque de ol¨ªmpismo, Hitler hab¨ªa invitado a Louis Spiridon, primer ganador de la marat¨®n en Atenas-1896, que, en el mismo palco, le hizo entrega de una rama de olivo griega.Alemania le sac¨® 33 medallas de diferencia a Estados Unidos. Pero todo el estadio -lleno a rebosar durante todos los d¨ªas- pudo comprobar c¨®mo un atleta negro, James Cleveland Owens, conocido como Jesse Owens, daba color a los juegos. Owens, al que Hitler jamas quiso saludar -pese a recibir a todos los ganadores alemanes en el palco-, conquist¨® cuatro medallas de oro con las zapatillas que su entrenador, Larry Snyder, le hab¨ªa comprado en Berl¨ªn, despu¨¦s de que tuviera que sufragarse, al igual que el resto de compa?eros del equipo norteamericano, una parte de los gastos para acudir a los Juegos Ol¨ªmpicos por falta de fondos.
Una gran gesta
Todo empez¨® a las 16.55 horas del 3 de agosto. No sol¨ªa salir bien, pero aquel d¨ªa, en la final de 100 metros, se despeg¨® con rapidez de los tacos y, cuando rompi¨® la cinta, marc¨® 10.3 segundos, marca que mejoraba el registro ol¨ªmpico y mundial, pero que no ser¨ªa reconocida por un ligero viento de espalda. El alem¨¢n Erich Borchmeyer y los otros hab¨ªan quedado atr¨¢s. A las 10.50 horas del 4 de agosto vol¨® hasta los 8,13 metros en el salto de longitud, marca que durar¨ªa hasta 1960, cuando fue batida por Ralph Boston. Curiosamente, Owens se hizo amigo aquel d¨ªa de su rival m¨¢s peligroso, el alem¨¢n Luz Long, cuyo salto de 7,87 provoc¨® el entusiasmo de los 110.000 espectadores y levant¨® de su butaca al propio Hitler.
Su gran actuaci¨®n fue el 5 de agosto, a las 16.57 horas. Se corr¨ªan los 200 metros en torno a una curva. Hac¨ªa fr¨ªo y viento, y la lluv¨ªa hizo acto de presencia mientras los finalistas, temblorosos, tomaban sus lugares en la curva para la salida escalonada. Entonces son¨® el disparo y Owens sali¨® con sus brazos y piernas funcionando a todo ritmo. Al tocar la cinta llevaba 4,5 metros a sus rivales. Hizo 20.7. Nadie hab¨ªa hecho menos de 21 segundos en curva. Redonde¨® su fiesta el 9 de agosto a las 16.30, ayudando a sus compa?eros de equipo, los diamantes negros, a establecer una nueva marca ol¨ªmpica y mundial (39.8, menos de 10 segundos por hombre en los 100 metros) en la final de 4X100 metros.
Sucedieron algunas cosas m¨¢s, pero al lado de la actuaci¨®n de Owens todo es peque?o, sin importancia. Jesse fue el mejor de los 893 atletas inscritos y necesit¨® de agotadoras eliminatorias para proclamarse campe¨®n en cada especialidad. Para obtener sus cuatro medallas, Owens tuvo que correr los 100 metros cuatro veces, los 200 en otras cuatro ocasiones, la posta de 4X100 metros dos veces y realizar dos series de saltos de longitud. Durante estas 12 apariciones, mejor¨® o igual¨® en nueve ocasiones las marcas ol¨ªmpicas existentes y cuatro veces las mundiales. Jesse fue el ¨²nico atleta que gan¨® m¨¢s de una medalla de oro.
Tal vez como respuesta a la frase con la que Hitler resumi¨® todo el acontecimiento ("El deporte todav¨ªa no ha sido profundamente desfigurado"), el alem¨¢n federal Willy Daume, presidente del Comit¨¦ Ol¨ªmpico de la Rep¨²blica. Federal de Alemania y uno de los 10 hombres m¨¢s importantes del movimiento ol¨ªmpico, declarar¨ªa a principios de 1980 que "si no se hubiesen celebrado los Juegos Ol¨ªmpicos de Berl¨ªn, posiblemente no se hubiera llegado a la segunda guerra mundial". Posiblemente.
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